Capítulo 275: Corea y Japón II

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Mayo de 1857.

En la remota isla de Heuksando, ubicada en el condado de Sinan, provincia de Jeolla del Sur, Corea. Conocida desde hace mucho tiempo como un lugar de exilio, esta isla, irónicamente, le ofreció libertad a Park Gyu-soo. Mientras tuviera control sobre algunos funcionarios y guardias, podía hacer prácticamente lo que quisiera.

Después de leer una carta, Park Gyu-soo habló:
      "Ha llegado una respuesta de la imprenta secreta. Dicen que nos ayudarán."

"¡Sabía que usted tenía razón, maestro!" —exclamaron emocionados sus discípulos. Eran jóvenes a quienes él mismo había formado en ese lugar.

"Además, hay información adicional: Japón ha invadido un pequeño país insular en el Pacífico. Creo que podemos aprovechar esta noticia, ¿no lo creen?"

"¡Oh, excelente! Podría ser un buen material para trabajar."

Park Gyu-soo echó un vistazo a su alrededor. Habían pasado cinco años desde que llegó a esta isla, y durante ese tiempo, Heuksando había cambiado drásticamente. Jóvenes llenos de fervor por transformar el país se reunían en secreto, se construyeron edificaciones que parecían instalaciones militares, y los almacenes estaban repletos de suministros.

Aunque los funcionarios y soldados de Heuksando se sentían cada vez más inquietos al ver cómo cambiaba la isla, habían recibido suficiente dinero y habían cerrado los ojos durante tanto tiempo que prácticamente eran cómplices.

Todo esto había sido posible gracias al dinero que Park Gyu-soo y sus camaradas recolectaron. Muchos de ellos provenían de familias de comerciantes, lo que facilitaba el trabajo. Sin embargo, todo el dinero provenía de comercio legítimo.

Además, Park Gyu-soo y sus aliados eran los mayores expertos en México que existían en Corea, lo que les daba una ventaja única. Sabían exactamente qué importar para que Kim Jo-geun y su facción corrupta lo codiciaran. Estos, aunque intentaban evitar la entrada de productos extranjeros, no tenían reparos en usar artículos de lujo.

En cuanto a las exportaciones, también tenían ventaja. Su conocimiento sobre qué productos coreanos podrían venderse en México era muy superior al de aquellos que habían pasado toda su vida en Corea.

"No se emocionen demasiado. Esto significa que ha llegado el momento de sacrificar nuestras vidas."

Ante estas palabras de Park Gyu-soo, el entusiasmo de los discípulos se apagó. Comprendieron la magnitud de lo que estaban a punto de hacer. Sin embargo, no sintieron miedo.

"¡Confíe en nosotros! ¡Hace tiempo que estamos listos para dar nuestras vidas!" —gritó uno de ellos.

"¡Yo también!"

"¡Y yo!"

Casi todos ellos eran jóvenes de entre 17 y 20 años. No solo los habían entrenado como soldados; también habían recibido una educación integral basada en lo que Park Gyu-soo había aprendido en México. Eran discípulos en todo el sentido de la palabra.

"Prepárense para sacrificar sus vidas, pero recuerden esforzarse por sobrevivir. La revolución no es el final."

"¡Entendido!"

Las palabras de su maestro, quien se preocupaba profundamente por ellos, llenaron de pasión sus corazones.

"Entonces, prepárense."

Park Gyu-soo y sus discípulos comenzaron a alistarse para partir hacia el continente. Era el inicio de la revolución. No necesitaban instrucciones detalladas; todos conocían el plan al pie de la letra.

Me convertí en el príncipe heredero del Imperio Mexicano - Volumen IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora