Max sentía que la furia lo consumía por completo. Aún dentro del monoplaza, apretaba el volante con tanta fuerza que sus nudillos estaban blancos. Su respiración era irregular, pesada, y aunque el casco cubría su rostro, cualquiera podía imaginar el ceño fruncido y la mueca de frustración que lo dominaban. Perder en casa ya era humillante, pero perder contra un rookie, y encima escuchar ese arrogante "Simply lovely" al cruzar la meta, era una herida que su orgullo no podía soportar.
Sabía que si salía del auto en ese momento, las cosas terminarían mal. Golpearía al inglés, arruinaría su reputación y crearía un espectáculo que prefería evitar. Así que permaneció sentado, dejando que los otros dos pilotos celebraran su triunfo en el pesaje y el podio. Durante la ceremonia, Max apenas participó, manteniéndose al margen con una expresión neutral que ocultaba la tormenta que rugía dentro de él. Tan pronto como tuvo oportunidad, se escapó de la vista pública, pero no encontró refugio en su garaje, como había esperado.
Allí estaba su padre, Jos Verstappen, con el rostro rojo de ira y una mirada que Max conocía demasiado bien. Apenas cruzaron miradas, su padre comenzó a gritarle, las palabras cayendo sobre él como golpes.
-¡Qué vergüenza, Max! ¡Una decepción total para el país! -vociferó Jos, avanzando hacia él con pasos pesados-. ¿Cómo pudiste dejar que un mocoso te ganara en tu propia casa? ¡Enfrente de tu gente!
Max sintió cómo su sangre hervía aún más. Ya estaba al límite, y esas palabras fueron el empujón final.
-¡Cállate! -gritó con toda la fuerza de sus pulmones, su voz resonando por todo el garaje. Con un movimiento brusco, dejó caer su casco sobre la mesa, sin apartar los ojos de su padre-. ¿Puedes cerrar la puta boca por una vez en tu vida? ¡Ya sé que decepcioné a todos! ¡No necesito que tú me lo recuerdes cada maldito segundo!
El silencio se instaló en el garaje. Los mecánicos y demás presentes se quedaron paralizados, sin atreverse a intervenir. Pero Jos no era alguien que se amedrentara fácilmente.
-¡Mide tus palabras, Emilias! -gruñó, avanzando hacia su hijo y agarrándolo con fuerza del brazo-. ¡Estás aquí gracias a mí! ¡Yo te conseguí un equipo, yo te enseñé a manejar, yo te entrené para que fueras un ganador, no una decepción!
Max intentó soltarse, pero el agarre de su padre era firme, casi doloroso.
-¡Tú no me entrenaste, Jos! -espetó Max, su tono lleno de ira y resentimiento-. ¡Me controlaste, me manipulaste y me trataste como una maldita máquina! Nunca te importé yo, nunca te importó quién soy o lo que quiero. Solo te importa que gane para que puedas alimentar tu puto ego.
Las palabras de Max parecieron golpear a Jos como un puñetazo. Su rostro se tornó aún más rojo, y por un momento pareció que iba a estallar.
-¡Eres un ingrato, Max! -gruñó entre dientes, su tono más bajo pero lleno de veneno-. Todo lo que tienes, todo lo que eres, es gracias a mí. He sacrificado todo por ti, y así es como me lo pagas.
Max lo miró fijamente, sus ojos llenos de un odio contenido.
-Vuelve a levantarme la voz y lo pagarás caro -soltó Jos con frialdad, con una mirada que hacía que el corazón de Max se hundiera en el pecho. Aquella amenaza no era nueva para él, pero eso no la hacía menos aterradora. Sintió cómo el agarre de su padre en su brazo se volvía más firme, casi doloroso.
Max dejó de forcejear, bajó la cabeza y mordió su labio con fuerza, intentando reprimir las palabras que ardían en su garganta. Su orgullo le exigía gritar, pero el miedo lo encadenaba al silencio.
-Eso pensaba -continuó Jos, soltándolo finalmente con un empujón leve-. Piensa dos veces antes de decirme algo, hijo.
Sin más, Jos se dio la vuelta y salió del garaje con pasos firmes, su mente ya enfocada en encontrar a Horner para una "conversación seria" sobre el rendimiento de Max y del monoplaza.
Max, por su parte, se quedó inmóvil en medio del garaje. Su respiración era pesada, y un dolor punzante se instaló en su pecho. Se sentía vacío, derrotado una vez más. Las palabras de su padre resonaban en su cabeza como un eco ensordecedor, llenándolo de culpa y rabia a partes iguales.
Bajó la mirada al suelo, observando sus manos temblorosas. Sabía que lo que acababa de pasar no era normal, que no estaba bien, pero ¿qué podía hacer? Una parte de él odiaba la influencia que Jos tenía sobre su vida, pero otra parte, más profunda, se culpaba por no ser suficiente, por no estar a la altura de las expectativas.
Sus pensamientos volaron hacia Yuki. Era imposible no notar las similitudes entre sus vidas. Ambos estaban atrapados en una red de control y expectativas impuestas por padres que parecían más interesados en su propio ego que en el bienestar de sus hijos. Kamui y Jos eran casi un reflejo el uno del otro.
"No quiero que Yuki pase por lo mismo que yo."
El pensamiento lo golpeó con fuerza. Max deseaba protegerlo, evitar que sufriera como él lo hacía, pero, ¿cómo? Si ni siquiera podía enfrentarse a su propio padre, ¿cómo podría ayudar a alguien más?
Se llevó las manos al rostro, tratando de calmar la tormenta que se desataba dentro de él. Estaba cansado, agotado de intentar cumplir con las expectativas de todos y de fallar constantemente. Pero lo que más le dolía era sentir que estaba fallando a Yuki, alguien que veía en él a un amigo, quizás incluso a un protector.
Con un suspiro pesado, Max levantó la mirada. Sabía que no podía quedarse allí más tiempo. Tenía que cambiarse y salir del circuito, aunque sabía que no encontraría paz esa noche. La sombra de su padre lo seguiría, al igual que su preocupación por Yuki y la impotencia que sentía al no poder cambiar nada.
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¡Yuki!
FanfictionEsta historia está narrada principalmente desde el punto de vista de Yuki, mostrando el impacto que puede provocar la separación de sus padres y la inesperada aparición de dos personas en su vida que, con el paso de los días, la transformarán por co...