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—Lo sé —replicó James furioso—

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—Lo sé —replicó James furioso—. Pero ¿cómo?

Futuro se quedó mirando—. Estabas en una misión. Una misión de la que prometiste regresar a tiempo para el octavo cumpleaños de tu hijo. Terminó mal. Tú y otros dos aurores de tu unidad murieron inmediatamente. Tuvieron que enterrarte en pedazos, el resto de tu cuerpo quedó muy quemado.

El pecho de James se agitó en busca de aire mientras su corazón latía con fuerza. Sacudió la cabeza y se frotó la boca—. No, no, eso no es cierto.

—Lo es.

—No —susurró—. No. No, no, no...

—El cumpleaños de tu hijo llegó y pasó, al igual que el siguiente. Su primer día en Hogwarts fue doloroso para todos ellos al saber que nunca lo verías. Las "Navidades" se vieron ensombrecidas por tu pérdida. Potter Manor se convirtió en un cascarón aún más vacío de lo que alguna vez fue.

—No…

—Todo porque no pudiste dejar atrás el pasado —dijo futuro con dureza. James recordó haber pensado que este espíritu era más amable que el anterior, y al instante se arrepintió de ese pensamiento. El futuro era tan cruel como el pasado, tal vez incluso más—. Todo por tus propios errores. Tu marido lloró por ti todas las noches, tus mejores amigos fueron traicionados por otro, tu hijo se quedó solo con recuerdos de un padre que apenas podía recordar...

—¡Cállate! —rugió—. ¡Cállate, cállate, para...!

—Le rompiste el corazón a tu marido y, sin embargo, ahora te repugna la idea de que él busque su propia felicidad. Te negaste a escuchar a tus amigos, incluso después de que Sirius te comunicara su decisión de abandonar el cuerpo de aurores, seguiste luchando. Y tu hijo te perdió a una edad en la que la mayoría de sus recuerdos se desvanecerían en los años venideros. Sabe más de ti por fotografías e historias que por sus propios recuerdos.

James sollozó, cayó de rodillas y observó cómo Harry narraba con entusiasmo y grandilocuencia una historia en medio de su discurso que hizo reír a carcajadas a su familia.

Teddy sostenía una cámara de video muggle mientras se reía y grababa a su primo; Remus y Sirius se reían a carcajadas de Harry mientras Regulus intentaba hacerlos callar, luchando contra su propia risa mientras asentía ante la historia.

Y Alexandre, el hombre sentado al lado del marido de James, rodeó a Regulus con un brazo y le dio un suave beso en la mejilla con amor.

Las náuseas recorrieron el estómago de James mientras miraba como el extraño que era.

No había lugar para él. No en esa acogedora sala de estar donde todos estaban demasiado ocupados riendo y disfrutando de las vacaciones.

Y lo peor de todo fue que James no podía culparlos.

No podía imaginar qué hubiera hecho si la situación fuera al revés. Si, de repente, James tuviera que recorrer el mundo solo con Regulus fuera de su alcance, podía apostar a que se habría derrumbado en cuestión de días. No como Regulus; Regulus, brillante y de voluntad fuerte, que podía navegar cualquier situación con gracia sin importar lo traicionera que fuera.

Prioridades -JegulusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora