Capítulo 17: Se fue mi sol y sombra soy

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ADVERTENCIA: Mención de abuso.

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Pasado

Hace trece años

Wei Wuxian no podía creer lo que acababa de suceder. Su mente era un caos de incredulidad, vergüenza y dolor. Cada movimiento le arrancaba un quejido interno, como si su cuerpo entero estuviera gritando en protesta por lo que había soportado. La sensación de vulnerabilidad lo envolvía como un manto pesado, imposible de sacudir.

Intentó levantarse de la cama, sus dedos temblorosos agarrando las sábanas blancas como si fueran su única barrera contra la cruda realidad. Pero el simple acto de mover las piernas le arrancó un gemido ahogado. El dolor se extendía como una ola, dejándolo paralizado.

¿Cómo llegué a esto?, pensó, sus ojos llenándose de lágrimas. Recordó a Wen Ruohan, la fuerza brutal de sus manos, la mirada fría y dominadora que lo atravesaba como una daga. Su garganta se cerró al revivir esos momentos, y las lágrimas brotaron sin control.

No podía creer lo que había pasado con su cuerpo, jamás pensó que algo así le pasaría en su vida. Hace unas horas estaba en su casa, con Jiang Cheng. Jiang Cheng, le había prometido que tenía que volver.

Jiang Cheng... Su nombre apareció en su mente como un eco lejano, una súplica desesperada. Hace solo unas horas, había estado en su hogar, bajo la protección de su hermano. Jiang Cheng le había prometido que estaría seguro, que siempre tendría un lugar al que regresar. Pero ahora, ese mundo parecía tan distante como un sueño olvidado.

Con esfuerzo, enrolló las sábanas alrededor de su cuerpo desnudo y maltratado, tratando de cubrir su piel marcada por los eventos recientes. Quiso ponerse de pie, un último intento por recuperar algo de dignidad, pero sus piernas temblaron bajo su peso, y cayó al suelo con un ruido sordo.

El impacto resonó más fuerte en su alma que en el mármol frío. La droga que le habían dado aún nublaba sus sentidos, debilitando su cuerpo y robándole la coordinación. Mientras luchaba por levantarse, una figura apareció en la puerta.

Era un sirviente, cuyo rostro impasible contrastaba con los ojos tristes que parecían verlo más allá de lo que mostraba su exterior.

—Déjame ayudarte. —Dijo con voz neutral, pero firme.

—¡No me toques! —Gritó Wei Wuxian, retrocediendo como si el contacto fuera a quemarlo. Su voz era un grito desgarrado, más de terror que de ira.

El sirviente permaneció inmóvil por un momento antes de acercarse lentamente.

—Solo te ayudaré a volver a la cama.

Wei Wuxian no pudo más. Se derrumbó en el suelo, el nudo en su pecho finalmente explotando en un llanto incontenible. Las palabras salieron atropelladas, entre sollozos.

—¡Por favor, sácame de aquí! ¡Tengo que volver a casa! ¡Mi hermano... Él me está esperando!

El sirviente no respondió de inmediato, pero finalmente lo ayudó a levantarse, sus manos firmes pero no crueles. Wei Wuxian intentó resistirse, pero su cuerpo ya no le respondía. De vuelta en la cama, dejó que las lágrimas continuaran cayendo.

—Solo quiero ir a casa... Murmuró, con la voz quebrada. —Solo soy un niño...

El sirviente se quedó en silencio por un momento antes de hablar.

—No llores. Él disfruta verte llorar.

Las palabras cayeron como una sentencia fría, silenciando los sollozos de Wei Wuxian. ¿Cómo alguien podía disfrutar algo tan desgarrador?

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