[ Capitulo 40 ]

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Poco a poco, los rumores comenzaron a circular por los pasillos del palacio. Los sirvientes hablaban entre ellos, las doncellas intercambiaban miradas cómplices y los guardias compartían comentarios discretos. La preferencia del rey por Misaki se había vuelto evidente, y no pasó mucho tiempo antes de que todos supieran sobre la nueva habitación asignada a él.




Hiroshi, siempre atento a las dinámicas del palacio, se acercó a Misaki con una sonrisa de satisfacción.  — Felicidades, Misaki. Has ganado más puntos con el rey. — dijo, palmeándole el hombro. Misaki, sin embargo, no veía esto como una competencia.

—No creo que esto sea una guerra entre Yuki y yo. — respondió con calma.


El beta, que estaba presente, intervino con una mirada seria.  — Para Yuki sí lo es. Y aunque nazca el bebé, él no va a parar.— Misaki suspiró, mostrando poco interés en la rivalidad que otros parecían alimentar.




Pasaron varios días desde el regreso del rey, y finalmente llegó el momento de que Misaki, acompañado por el beta y Harotu, viera su nueva habitación. Al abrir la puerta, fueron recibidos por una amplia estancia decorada con colores suaves y acogedores, predominando un tono azul celeste que aportaba serenidad sin ser demasiado claro.

Una gran ventana permitía la entrada de luz natural, y justo al lado, un cómodo asiento empotrado invitaba a sentarse y disfrutar de la vista del jardín real. Del otro lado de la habitación, todo estaba preparado para la llegada del bebé. Había una cuna de madera blanca, un cambiador con pañales y ropita cuidadosamente doblada, y una mecedora para las noches de insomnio.



Misaki y Harotu se asombraron al recorrer cada rincón de la habitación.

—Es un desperdicio de espacio solo para una persona. —pensó Misaki en voz alta. Harotu, con una sonrisa, le recordó suavemente. — Pronto no estarás solo. Estarás aquí con tu bebé.

La habitación, con su atmósfera tranquila y sus detalles pensados para el bienestar de Misaki y su futuro hijo, reflejaba el cuidado y la atención que el rey había puesto en su bienestar.















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En otro lado, en el elegante salón del rey, Usagi permitió la entrada de la persona que había tocado la puerta. La puerta se abrió lentamente, revelando a Yuki, quien entró con una sonrisa radiante en su rostro. Con una reverencia alegre, Yuki mostró su respeto y entusiasmo.

Usagi, sentado en su asiento, lo observó con una mirada tranquila pero distante. Con un gesto suave de su mano, indicó a Yuki que se acercara. Sin dudarlo, Yuki obedeció de inmediato, caminando con pasos ligeros hacia Usagi.

Al llegar junto a él, Usagi tomó la mano de Yuki con delicadeza y lo guió para que se sentara en sus piernas. Yuki, sintiendo la calidez y la seguridad del rey, se acomodó con confianza.



—Te ves muy bien, Yuki. —dijo Usagi  sin mucho entusiasmo, sus ojos reflejando una leve indiferencia.

Yuki sonrió aún más, sus mejillas sonrojándose ligeramente. — Gracias, mi seño, usted también se ve increíble. — respondió con sinceridad, sus ojos brillando.


Yuki se quedó mirando al alfa, sintiendo cómo su presencia lo hacía caer a sus pies. Sin pedir permiso, se inclinó hacia adelante, acercándo lentamente hasta que sus labios se encontraron con los de Usagi.


Siguieron así unos momentos hasta que Usagi, con una expresión de impaciencia, decide separarse bruscamente. Yuki, sin perder tiempo, empieza a besar el cuello de su Rey con gusto, pero Usagi apenas reacciona, su mirada fija y fría.


[ El Omega en el Palacio ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora