—Estoy bien, mamá. Te lo prometo.
No parece convencida, pero papá se queja por detrás, obligándola a colgar. Llevo menos de una semana en casa y todavía no confían en mí.
La llamada no solo es para contarme sobre lo increíble que es su viaje y asegurarse de que, efectivamente, estoy bien. Me han conseguido una entrevista de trabajo con el veterinario del pueblo, el mismo que me dijo Maya en la tienda. Tengo que imprimir mi currículum y llevárselo cuando pueda.
Como no tengo nada mejor que hacer, me pongo manos a la obra. Sin embargo, me quedo congelada antes de sentarme en la silla del escritorio.
La cazadora de Kayden.
Continúa conmigo. En mi casa. En mi habitación. En esa silla.
Se la iba a devolver cuando vino a arreglar la caldera, pero después de lo que dijo antes de marcharse... Idiota. Cada vez que lo recuerdo me hierve la sangre. No entiendo como se atrevió a insinuar tal cosa.
—Estúpido Kayden —murmuro mientras agarro la chaqueta y la lanzo a la cama.
Un conocido olor llega a mí. Encima eso. Cada vez que la cojo, de la nada me viene el olor a él, que... ¡es insoportable!
—Deja de pensar en ese idiota y céntrate, Zoe —me digo a mí misma.
Y eso hago.
Me ayudo de una plantilla de internet para crear mi currículo, pero como tampoco tengo mucho que agregar, no tardo demasiado. Lo mando a imprimir a la oficina de papá y voy hasta la veterinaria.
Queda a veinte minutos a pie de casa, pero no puedo usar el coche familiar, aunque esté en el garaje cogiendo polvo. Nunca aprendí a conducir, y ahora me da pánico.
Cruzo el pequeño pueblo con el currículo en mano y en seguida llego a la veterinaria. Nunca tuve mascotas así que jamás entré.
Lo primero que encuentro es una sala de espera, con sillas y productos de alimentación, juguetes y accesorios para animales. Aunque solo hay un humano. Humana, en realidad.
La chica que estaba en casa de Kayden cuando fui a pedirle ayuda envuelta en una toalla.
Estúpido Kayden...
"Hay otras formas en las que puedes devolverme el favor". Yo lo mato.
Cuando me ve, se levanta del mostrador tras el que se encuentra.
—Anda, ¿tú eres Zoe?
—Sí —asiento un poco dudosa—. ¿Trabajas aquí?
—Con suerte solo hasta hoy. Si mi padre te contrata, claro. Estaba esperándote.
Así que es hija del señor Ricci.
—Soy Gianna, por cierto.
Me da la mano y la extiendo. Parece simpática para ser la novia de Kayden.
—¿Por qué no quieres trabajar más aquí? —Pregunto tratando de que no se note la alarma en mi voz.
Está claro que no quiere seguir. ¿Y si hay algo malo? ¿Algo peligroso?
—Mi hija quiere disfrutar de su último verano de libertad antes de empezar la universidad —dice una voz masculina.
Me vuelvo hacia la puerta de la consulta que acaba de abrirse. Flavio Ricci llega apartándose las gafas de la cara. Tiene el mismo pelo rubio que su hija y, cuando llega a mi lado y también me estrecha la mano, me doy cuenta que además comparten los mismos ojos claros.
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amorOfobia
RomanceLa vida me odia. Es la única explicación que encuentro para asumir esta situación. Si no, ¿por qué narices he acabado en el porche de Kayden Walker, llevando solo una toalla mojada alrededor del cuerpo, mientras él se ríe como el déspota idiota que...