⋅˚₊‧ 𐙚 ‧₊˚ ⋅𓆩2𓆪⋅˚₊‧ 𐙚 ‧₊˚ ⋅

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Lo miraba dormir tan plácidamente, incluso había prestado sus alas para cubrirlo de los rayos del sol como en el pasado, realmente quería agradecerle por el gesto amable de salir de su prisión.

Cerró los ojos, y sus recuerdos aparecieron. 

Los gritos de la muchedumbre lo aturdían, el olor de la sangre estaba presente, sus manos cargaban la razón de tal escándalo, pero antes de decir algo, todo se volvió oscuridad.

Sus ojos se volvieron abrir, dolía recordar esa sensación, el solo poder escuchar a su alrededor sin poder moverse o decir palabra alguna le causaba terror, su mirada se centró en el chico que yacía en el suelo aún, no sabía que más hacer sino solo esperar, miró el cielo, el cual comenzaba a teñirse de colores anaranjados, agudizó sus sentidos y a lo que podría escuchar le anunciaba que pronto el lugar se volvería más silencio y por ende aterrador, palideció.

Un sonido le hizo percatarse que aquel inconsciente pronto despertaría, retiró las alas y se sentó al lado del joven esperando pacientemente su despertar. Poco a poco el cielo oscureció y el frío comenzó a surgir, fue cuando por fin abrió sus ojos, se sentó en el suelo asustado y balbuceando palabras sin sentidos sin percatarse de la presencia de aquel ser alado que lo miraba atentamente.

—Disculpa— habló al momento de colocarle una mano sobre su hombro causando un grito por parte del joven, quien con terror volteó a verlo, encontrándose con el ser que causó que perdiera la conciencia y antes de volver a desmayarse de nuevo, volvió a hablarle —Gracias— su mirada preocupada y asustada al ver las reacciones del otro chico generaban una sensación de alarma en él.

Sin decir más, lo miró en silencio, incomodo por la característica del ser, y al ver que su mano ahora trataba de tocarlo prefirió huir, encontrar refugio en aquel orfanato, su hogar hace años, no miró atrás, no quería ver aquella figura tratando de alcanzarlo por lo que solo corrió, sin percatarse que el desconocido se quedó en su lugar, sin saber que hacer, pues desconocía el nuevo mundo, y las ropas del chico le daban una idea vaga sobre los cambios que pudieron surgir.

Agachó la mirada, ocultando su tristeza, quizás fue un error el salir de su maldición, pues sentía que algo malo sucedería si más personas se percataran de su presencia, el peculiar ulular del viento, indicaban el cambio del clima, su ropa no era la más abrigadora, se abrazó así mismo una vez de pie, buscó un lugar, más bien una escultura lo suficientemente grande que le sirviera de protección del frío del viento y con sus alas prefirió cubrirse y mantener el calor. 

El color de esas cosas en el pasado habían sido una pesadilla, era tan diferente al resto, pero en este momento agradecía por su destacado color, pues le ayudaría esconderse de los demás, y antes de caer dormido, comprendió que quizás no fue una buena idea alejarse de donde pertenecía, pues al parecer la desgracia siempre lo acompañaba desde su nacimiento.

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Al llegar todo agitado causó que los que se encontraban en el lugar acudieran en su auxilio, y antes de decir algo a sus superiores que se acercaban a él con diferentes miradas, una preocupada y otra mostrando una ira no merecida, sus piernas fallaron cayeron al frío suelo del lugar. Una de las personas más cercanas a él lo revisó.

—¡Esta ardiendo! — no tardaron mucho en que el cura pidiera al resto ayudarlo.

—Pero señor, él ya no pertenece con nosotros él....

—Kashitaro... Nuestro deber es ayudar a los más necesitados— la mirada reprobatoria le hizo dar un paso atrás sin protestar más.

Lo llevaron a una habitación donde trataba de cesar su fiebre, mientras que más de una persona se cuestionaba que había ocurrido para que estuviera así, incluso tuvieron que buscar si había sido atacado por algún animal.

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No supo cuando tiempo pasó, su cuerpo se sentía tan pesado, mover un dedo le costaba, su garganta estaba tan seca que sentía que podría beberse toda el agua del pozo de un solo trago y quizás, solo quizás quitarse así esa sed que traía.

Con pesar, abrió los ojos, su visión era borrosa, parpadeo un par de veces esperando a enfocar mejor y apreciar donde se encontraba, era extraño, a pesar de la oscuridad del cuarto, sabía dónde se encontraba, pero conocía que ya no debería estar ahí, con cuidado se sentó al borde de la cama, percatándose de alguno inusual en su mano, que, de no ser por el dolor, no lo hubiera notado. Su mano había sido envuelta en vendas y al parecer algunas hierbas. No tardó mucho que una de las monjas que ayudaba a cuidar a los heridos y enfermos llegó al lugar, alegrándose de verlo despierto y narrándole lo que había pasado.

—¿Picadura de serpiente?— la mujer asintió mientras le volvía a vendar después de revisar la herida la cual mostraba los orificios de los colmillos de su agresor y algo de la inflamación que se dio a causa del veneno.

—Estábamos preocupados, no sabíamos porque llegaste así, hasta que por un milagro nos dimos cuenta de esa mordida. Avisaré que ya estas despierto, no te preocupes y descansa, sabes que no los corremos hasta que estén curados por completos— río un poco, sabía que una preocupación del chico era el irse del lugar.

Quedándose solo, se puso a pensar, quizás todo era una ilusión a causa de la mordida, pues ni siquiera sabía en qué momento ocurrió, quizás fue cuando cayó entre los arbustos cuando huía, pero no, debió ser mucho más antes para poder imaginarse a ese ser. Su último pensamiento fue que todo era el estrés.

Al ser llamado por el sacerdote una vez estando mejor y explicar que había hecho, omitiendo aquel detalle, al salir, sabía que debía acomodar sus cosas, debía partir, según las indicaciones del cura, le habían preparado una casa algo cercana al orfanato, pues sin que él lo supiera, el hombre mayor, tenía miedo de que le pasara algo, oraba a su dios que le guiará en su camino.

Antes de partir, debía de asegurarse de que todo debó ser su imaginación. Así que partió a donde lo vio la última vez, caminó sin encontrarlo, hasta llegar a aquel santuario lleno de estatuas, no quiso adentrarse más y encontrarse con la sorpresa de que esa estatua no estaba, mejor se dio la vuelta pero fue donde lo vio, bajo la sombra de un árbol mirándolo fijamente, sintió miedo, y su corazón latió con fuerza, pero al observarlo mejor, ese miedo desapareció, pues parecía que le mostraba una mirada llena de sorpresa y al parecer alegría.

No supo cómo, pero ya estaba tan cerca de él sujetándolo de las manos.

—Volviste— le sonrió —Supongo que tienes algo que contarme— apretó su mano ligeramente al sentirse que no volvería estar solo, pero al escuchar su quejido, miró atentamente sus manos, liberando su agarre, pero sin deshacerlo, con cuidado retiró el vendaje y se sorprendió al ver la herida, el albino, se asustó al ver el cambio drástico, sus alas, se desplegaron haciéndolo lucir atemorizante y aquella mirada dulce cambió.

—¿Qué ocurrió?— tragó seco antes de hablar.

—Una serpiente— lo vio relajarse.

—Así que por eso desapareciste días— se dijo así mismo, pero fue escuchado por el otro, causándole culpa al imaginarlo estar esperándolo como era de costumbre cuando aún era una estatua.

—Lo sien...

—¿Por qué no te curaste?— su cara de confusión lo hizo volver a hablar —Usar tu poder para sanar más rápido.

—No se de qué hablas

—Tu poder, el mismo que usaste para salvarme— ante eso se sorprendió pues había olvidado ese detalle, como es que él había logrado traerlo a la vida. 

¿Realmente él lo había hecho?

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⏰ Last updated: Dec 07, 2024 ⏰

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