CAP 33

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Al día siguiente, Nicolás llegó temprano, y su presencia trajo un alivio palpable a todos. Se reunió con Andrés para revisar las medidas de seguridad, hablando en voz baja y seria mientras Valeria y Nancy lo observaban desde la distancia.

Cuando terminó de organizar todo, Nicolás se acercó a Emma con un semblante serio.

—Emma, necesito hablar contigo en el despacho— dijo, su tono frío y autoritario.

Emma sintió un nudo en el estómago. Sabía que él estaba molesto y que seguramente se trataba de la llamada del día anterior. Asintió en silencio y lo siguió hasta el despacho, cerrando la puerta detrás de ella.

Nicolás se apoyó en el borde del escritorio y la miró fijamente, sus ojos oscuros revelando la mezcla de cansancio e irritación que sentía.

—¿Por qué me colgaste?— comenzó, sin rodeos. —Sabes cuánto odio eso.

Emma bajó la mirada, sintiéndose un poco avergonzada, pero no podía evitar sentirse también a la defensiva.

—Pensé que me estabas mintiendo— respondió ella, cruzando los brazos. —Y luego me di cuenta de que estabas con Danna… No podías esperar que reaccionara de otra forma.

Nicolás frunció el ceño y suspiró, pasándose una mano por el cabello.

—Emma, ¿de verdad crees que me fui a esa reunión para pasar tiempo con Danna? Sabes que no fue así.

—¿Y por qué me mentiste?— replicó ella, su voz alzándose ligeramente. —¡Sabías que eso me haría dudar!

Nicolás se acercó a ella, sus ojos fijos en los de Emma.

—¿Dudar de qué, Emma? ¿De mi lealtad?— preguntó, su voz profunda y seria. —¿O acaso no confías en mí?

Emma lo miró desafiante, aunque su corazón latía con fuerza.

—Es que... ¡no me das razones para confiar cuando te vas sin decirme con quién estás!— confesó, sintiendo cómo sus propias emociones la sobrepasaban. —Y luego escucho que estás con Danna... ¿Qué esperabas que pensara?

Él esbozó una media sonrisa, aunque había algo de frustración en su mirada.

—Sabes bien que entre Danna y yo no hay nada. Pero si vas a reaccionar así cada vez que mi trabajo implique reuniones con otras personas, entonces tenemos un problema, Emma— dijo, tomando su barbilla para que lo mirara directamente. —Eres la única que me importa, ¿entiendes? No deberías tener esas dudas.

Emma sintió cómo su enojo comenzaba a disiparse. Su corazón seguía acelerado, pero ahora su expresión se suavizó un poco.

—Es solo que... odio imaginarte cerca de ella— admitió en voz baja. —O cerca de cualquiera que no sea yo.

Nicolás soltó un suspiro, claramente frustrado, y dejó de sujetar suavemente su barbilla, apartándose un poco.

—Emma, esto se está volviendo agotador— dijo, su voz cargada de cansancio. —No puedes esperar que todo el tiempo esté dándote explicaciones detalladas de dónde estoy y con quién. ¿Qué clase de relación es esa?

Ella sintió que su corazón se hundía, pero su orgullo no le permitía retroceder.

—Es solo que no entiendo por qué tienes que ser tan reservado— respondió, levantando la voz. —¡Soy tu pareja, Nicolás! Tengo derecho a saber qué haces y con quién.

Nicolás la miró intensamente, con una mezcla de incredulidad y decepción en sus ojos.

—¿Derecho? Emma, hay una diferencia entre tener confianza y exigir cada detalle— dijo con un tono cortante. —Si no confías en mí, entonces no sé qué más hacer.

Ella respiró profundo, intentando no ceder ante la tristeza.

—No es que no confíe en ti... —murmuró, su voz quebrándose. —Es solo que… me da miedo que alguien más pueda ocupar mi lugar en tu vida.

Él negó con la cabeza, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.

—¿De verdad piensas que podría reemplazarte?— dijo con incredulidad. —¿Después de todo lo que hemos pasado juntos?

Emma se mordió el labio, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con escapar. La rabia y el dolor la consumían, pero no podía detenerse ahora.

—No puedo evitarlo, Nicolás— respondió finalmente, sin poder mirarlo a los ojos. —A veces siento que te estoy perdiendo.

Él apretó los puños, tomando aire para no perder la calma.

—Esa inseguridad es tuya, Emma. Y si no la controlas, vamos a terminar rompiéndonos— sentenció, en un tono que sonaba más a advertencia que a consuelo.

Emma se quedó en silencio, y durante un momento se miraron en un tenso intercambio de emociones. Ella sabía que él tenía razón, pero los celos y el miedo a perderlo eran sentimientos que no podía controlar.

—Solo quiero sentir que soy suficiente para ti— susurró finalmente, dejando que una lágrima cayera.

Nicolás cerró los ojos y luego se acercó de nuevo, esta vez con menos dureza. Nicolás suspiró y la atrajo hacia él en un abrazo firme.

—Eres suficiente, Emma. Lo has sido desde el principio— dijo suavemente. —Pero si de verdad quieres que funcione, necesito que confíes en mí. No puedo seguir probándote una y otra vez que eres la única que quiero.

Ella asintió, secándose las lágrimas, pero el miedo aún se sentía latente.

—Lo intentaré... —murmuró, aunque su voz temblaba ligeramente.

—Eso es todo lo que pido— dijo, acariciándole la espalda. —Pero, Emma, te lo digo en serio: no vuelvas a colgarme ninguna llamada, que sea la última vez

Emma, entre sus brazos, cerró los ojos, permitiéndose sentir la calidez de ese abrazo, deseando que fuera suficiente para calmar sus inseguridades.

Mafia y Debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora