15. El buffet.

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Selena se retiró a su habitación, consciente de que Lorena necesitaba hablar en privado con Astrid. Su mente aún estaba envuelta en la conversación con Lorena, y no podía sacudirse la sensación de incredulidad. ¿Cómo había llegado su vida a convertirse en un espectáculo grotesco? La pregunta se repetía en su cabeza sin cesar. Jamás imaginó que su propio padre la vendería como si fuera una mercancía, y que después, todos la mirarían con la misma deshumanización. La idea de ser vista como un simple objeto la llenaba de amargura y desesperanza.

En ese momento, Selena se sentía perdida y sin rumbo. La ausencia de sus padres y la traición de su propio padre la habían sumido en un abismo de dudas y desesperanza. Una frase cruel se repetía en su mente como un eco persistente: "No soy nada, no soy nadie". Las palabras se clavaban en su alma como un cuchillo, haciéndola cuestionar su valor y su lugar en el mundo. La sensación de vacío y desorientación la consumía, dejándola sin aliento y sin esperanza.

Selena se dejó caer sobre la cama, sumida en una profunda soledad. Su mirada se perdía en el techo, mientras su mente comenzaba a vagar por los recuerdos de su pasado. Como en un viaje en el tiempo, retrocedía año tras año: 15, 11, 8, 6... Hasta que llegaba a los 5 años, el punto donde sus recuerdos se desvanecían como la niebla matutina. Era como si su infancia hubiera sido cortada de raíz, dejándola con un vacío inexplicable.

Con un suspiro profundo, Selena se giró boca abajo en la cama, buscando refugio en el sueño. Anhelaba descansar, olvidar por un momento el peso de su realidad. Mientras su mente luchaba por callarse, se preguntaba si algún día podría escapar de la sombra que la perseguía. ¿Alguien podría ver más allá de lo que otros habían hecho de ella? ¿Alguien la amaría por quién era, no por lo que la vida le había impuesto?

—¿Es tan difícil quererme y verme como una persona? —se preguntó Selena en un susurro, su voz apenas audible en la oscuridad.

Sus ojos se cerraron, pero su mente seguía en vigilia, acosada por pensamientos y recuerdos. El incidente con Astrid en el auto aún resonaba en su cabeza, una herida abierta que tardaría en sanar. Laagitación la mantuvo despierta durante horas, pero finalmente, el cansancio se impuso y se dejó llevar por el sueño.

Mientras tanto, Lorena aguardaba con paciencia, preparada para hacer las preguntas que Astrid sabía que llegarían. Sin embargo, Astrid decidió tomar la iniciativa.

—Mi infancia no fue exactamente convencional —comenzó Astrid, su voz ligeramente tensa—. Mis padres adoptivos eran propietarios de una cadena de casinos Alemana, pero había algo más detrás de la fachada. Nada era completamente legal. Fue en ese mundo de sombras donde crecí, rodeada de lujos y secretos, con hombres armados siempre a nuestro alrededor.

—Y si ese chico es tu supuesto hermano, ¿por qué parece haber tanta animosidad entre ustedes? —preguntó Lorena, intrigada.

Astrid frunció el ceño, su voz teñida de resentimiento.

—Antes, no lo odiaba. Simplemente me molestaba que me utilizara para sus negocios, que se aprovechara de mí sin reparos. Pero ahora... —hizo una pausa, su mirada intensa—. Ahora lo odio porque sé que está relacionado con la desaparición de René.

Lorena no se sintió conmocionada por la revelación de Astrid. De hecho, comprendía que su entorno complicado había moldeado su personalidad. Sin embargo, lo que realmente le preocupaba era la actitud de Astrid hacia Selena. Lorena estaba luchando por encontrar la manera de abordar este tema delicado, pero las palabras se le atascaban en la garganta.

—¿Y renunciaste completamente a los casinos? —continuó Lorena, curiosa.

—Sí, pero no es como si hubiera abandonado por completo el negocio —dijo Astrid con una sonrisa enigmática—. Tengo bares, lugares más acordes a mi estilo. Y lo mejor es que Dante no tiene idea de su existencia.

DAS CASINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora