CAP 25

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Nicolás le había dado su saco a Emma para que así se tapara mucho más. Cuando la pareja volvió a la sala donde todos estaban reunidos, las personas se le quedaron mirando, sobre todo a la pequeña chica que estaba parada al lado del jefe.

— Wow, ya veo por qué te apodan la debilidad de la mafia. Eres toda una muñequita —habló un chico nuevo en la organización. Su padre acababa de morir y él tuvo que tomar su puesto.

— Si no quieres terminar como tu padre, es mejor que te calles —habló Nicolás, colocando a Emma detrás de él.

— Vamos, amigo, nunca has sido de una sola, esta también la puedes compartir —dijo en forma de burla.

Para las personas que estaban ahí, no era un chiste lo que acababa de decir el rubio; sabían lo despiadado que podía llegar a ser el pelinegro y más cuando mostraba esa mirada fría y malévola que podía atravesar tu corazón y matarte de inmediato.

— Repite eso —dijo Nicolás con un tono bajo y peligroso, acercándose hasta el rubio.

— Dije que quizás podrías compartirla —dijo con una sonrisa ladeada—. No te pongas así, después de usarla podría dártela de nuevo y...

No pudo terminar de hablar cuando el peli negro lo agarró rápidamente del cuello y lo pegó contra la pared. Todos en la sala tenían miedo, incluyendo a Emma, por lo que pasaría con el chico rubio.

— Te voy a explicar algo y lo vas a entender bien —dictó Nicolás con una voz que tal vez te cortaría como un cuchillo—. Aquí nadie toca a Emma. Nadie la menciona. Y nadie se atreve a faltarle al respeto. ¿Te quedó claro? —El rubio no dijo nada, ni siquiera podía hablar o moverse—. ¿Sabes cuál fue el error de tu padre? Creer que las reglas pueden ser quebrantadas sin consecuencias.

Lo soltó; el chico finalmente pudo respirar, pero no por mucho, ya que inmediatamente Nicolás sacó su pistola y le disparó directo entre los dos ojos.

— Que esto sea una lección para todos —dijo Nicolás, mirando a los presentes—. Emma está bajo mi protección, y cualquiera que la toque... tendrá que lidiar conmigo. —Ahora miró a uno de sus subordinados—. Recoge a este bastardo y encárgate de que el mundo se entere de por qué murió —finalizó diciendo y volteó para ver a su flor, pero ella no estaba ahí, no estaba donde la había dejado.

Nicolás rápidamente se preocupó y salió en busca de la chica. Mientras recorría el pasillo, su mente repasaba las posibles direcciones en las que ella podría haber ido. Finalmente, un leve sonido de sollozos lo guió hasta una de las habitaciones vacías. Empujó la puerta y allí estaba Emma, sentada en el suelo con las rodillas recogidas y los brazos abrazándose a sí misma. Su cuerpo temblaba levemente y su rostro reflejaba el impacto de lo que acababa de presenciar.

— Emma... —murmuró Nicolás, sintiendo un nudo en la garganta. La ira que había dominado su cuerpo se desvaneció al instante, reemplazada por una preocupación profunda.

Se acercó lentamente y se agachó frente a ella. No sabía si ella lo rechazaría, si lo culparía por lo que acababa de hacer, pero no le importaba. Lo único que quería era consolarla.

— No quise que vieras eso —dijo en voz baja, extendiendo una mano para tocar suavemente su hombro—. Lo hice para protegerte.

Emma levantó la vista, sus ojos brillaban por las lágrimas que amenazaban con caer.

— No... no es eso... —susurró, con la voz quebrada—. Es solo que... no estoy acostumbrada a ver algo así... a la forma en la que alguien puede... morir tan fácil.

Nicolás sintió una punzada en el pecho. Sabía que el mundo en el que él vivía era despiadado y cruel, pero Emma no pertenecía a esa oscuridad.

— Emma, no dejaré que nada ni nadie te haga daño —prometió, mirándola a los ojos—. Yo haré lo que sea necesario para mantenerte a salvo, aunque eso signifique tomar medidas extremas. —Emma levantó la cabeza y lo vio a los ojos—. Lo siento, Emma —murmuró—. Sé que esto no es lo que mereces. Pero te prometo que no tendrás que enfrentarte a más cosas así. Yo estaré aquí para evitarlo.

— Solo prométeme que no volverás a matar a nadie enfrente de mí —dictó, viéndolo a los ojos.

— Lo prometo, mi flor —dijo, para finalmente abrazarla hasta que se calmara.

Mafia y Debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora