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Julinha Beltrán.

Salí del baño y me quedé mirándome frente al espejo. Tenía el labio cicatrizado y el pómulo morado.

Dejé que la toalla cayera y vi las marcas en mis costillas, brazos y caderas, habían moretones grandes y rasguños.

Dejé que algunas lágrimas cayeran al verme así, me vestí con un saco y pantalón largo.

Tomé mi teléfono y marqué su número.

—¿Ya estás aquí? —le pregunté

—Si amiga, ya voy. —me respondió Samantha

Tocaron la puerta y abrí cuando las enfermeras me llamaron.

—Buenos días señorita. —me dijo la más joven

Una tenía unos cuarenta y la otra unos treinta.

—Yo soy Manuela. —se presentó la mayor

—Yo Clotilde. —me dijo la otra mientras me tomaba el pulso

—Un placer. —murmuré

—¿Cómo se siente hoy?

—Bien. Tengo un poco de mareo pero es todo.

—Es por los medicamentos. —me dijo Manuela

—Su novio ha estado muy pendiente de usted.

—¡Clotilde! No seas imprudente. —la regañó Manuela haciéndome reír

—No se preocupe.

—Debe de quererla mucho.

—¿Usted cree? —ladee la cabeza— Christopher es difícil de entender.

—Todos los hombres lo son. —me dijo ella

—Supongo que sí.

Tocaron la puerta y me levanté con ellas detrás. Traté de abrir pero no pude.

—¿Por qué no abre? —pregunté mirando a las enfermeras

—No lo sé. —me respondió Clotilde mientras la otra se hacía la loca

—Le he preguntado algo. —la llamé

—El señor dijo que no tenía permitido abrir a nadie.

—¿El señor? —me crucé de brazos

—Sí.

—Yo no soy ninguna prisionera. Abra la puerta.

—Se desbloquea con la huella del coronel. —me dijo y apreté mis puños

—Maldito troglodita de mierda.

Me encerré en la habitación y me acosté en la cama.

(…)

Abrí los ojos lentamente y miré la hora, eran las doce de la madrugada y las enfermeras ya se habían ido.

Salí y lo vi en la mesa leyendo unos papeles.

—No me puedes tener aquí encerrada.

—Sí que puedo.

—¿Dónde está mi teléfono? —le pregunté

—No tendrás comunicación con nadie hasta que-

—¿Quién te crees que eres? —tomé su mentón— No me controla la mujer que me parió, ¿Te crees que lo puedes hacer tú?

—Sí. —se levantó y su sombra se cernió sobre mi— Deja de actuar como una niñata y compórtate.

—Vete a la mierda. —lo empujé— Me voy a mi país. —le dije yendo a la habitación

—No permitiré que mueras por tu ignorancia.

—Me da igual. No quiero vivir encerrada y en un país que no es el mío.

—¡Ya hablé y no quiero más discusiones! —el grito me hizo pegar un brinco

Deje de empacar y lo miré, sus ojos me miraban con rabia y no pude evitar sentir lo que tantas veces sentí con mi ex pareja; miedo.

—Yo no soy Sabrina, ni mucho menos Rachel. —le dije con calma— Tú a mí no me controlas, no me mandas ni nada parecido.

—Ahórrate tu discurso.

—Lo haré, porque lo nuestro se termina aquí. —le dije— Mi error fue creer que tú de verdad podrías amarme; pero tenemos un concepto diferente del amor.

—No estás pensando bien.

Quise decir que perdió la compostura, pero no. Se mantuvo sereno y sin una pizca de algún sentimiento.

—Ya tomé mi decisión.

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Solo Conocidos. (C.M)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora