7-La rubita

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*Gavi*

-¿Podemos parar un momento en una pastelería?-Le pregunté a mi padre cuando salimos de casa para ir al entreno.

-¿A una pastelería?-me preguntó extrañado y yo asentí-pero si ya has desayunado-me dijo y yo suspiré mirando por la ventana.

-Mira, déjalo-le dije mientras negaba.

-Si quieres paramos Pablo, solo me resulta raro-me dijo y yo suspiré de nuevo sin mirarle, hasta que hablé a los minutos.

-Era para comprarle un pastelito a Iris-dije por fin jugueteando con mis manos.

-¿La psicologa?-me preguntó y yo asentí.

-Ella siempre me trae galletas para animarme y últimamente se queda conmigo en las sesiones de fisio para animarme y quería...nosé, tener un detalle con ella-le dije.

-Pararé-me dijo mi padre con una sonrisa y yo asentí algo serio.

Fue él el que se bajó a comprarlo mandandome fotos de todas las variedades que había, y al final elegí el chocolate blanco porque ¿a quien no le gustaba el chocolate blanco?

Mi padre me dejó en la puertas de las instalaciones y aunque siempre me quería acompañar dentro yo me negaba, como esta vez.

-Déjate ayudar hijo-me pidió.

-Que no papá, que te vayas por favor, que me siento un inútil si haces esto-le dije desesperado, no quería a nadie encima mía todo el maldito rato y eso mi familia no lo entendía.

-Hijo no eres un inútil ni muchísimo menos-me dijo y yo suspiré cansado.

-Buenos días-escuché una voz que llevaba ya escuchando unas semanas y al girarme vi como sonreía arrugando su nariz.

-Buenos días, Iris-le dijo mi padre saludandola con dos besos.

-Hola-le dije yo.

-¿Cómo te encuentras, vas bien solo o te ayudo?-me preguntó ella acercándose un poco a mi y peinando mi flequillo como siempre hacía.

Y tenía que admitir que me encantaba que hiciese eso.

-Voy bien-le dije y ella asintió.

-¿Seguro que no quieres ayuda?-volvió a insistir mi padre y yo rodé los ojos cansado.

-Yo entro con él Pablo, no te preocupes-le dijo ella a mi padre agarrando mi brazo y él asintió más tranquilo despidiéndose.

Mi padre se fue y nosotros entramos dentro de las instalaciones con ella cogida de forma sutil a mi brazo mientras yo empezaba a andar lento aún con la férula puesta en la pierna, pero ya sin muletas.

-Tengo que subir al despacho a soltar una cosas, pero ahora bajo contigo a la sesión-me dijo cuando entramos al ascensor.

Me molestó un poco que priorizase sus cosas a mi sesión, llevaba dos semanas en las que me había acompañado a cada una de ellas asique me crucé de brazos sin responder.

Por un lado me calmaba tenerla a mi lado.

-Ahora bajo, ¿vale?-me dijo quedándose en el piso de su despacho.

-No te molestes-contesté escueto sin mirarla.

Ella no bajó del ascensor.

-Oye, voy a tardar cinco minutos nada más-me dijo intentando acercarse para acariciar de nuevo mi flequillo, pero aparte su mano.

-No quiero que bajes hoy, no te necesito ni a ti ni a nadie-le dije serio y ella abrió los ojos.

-Ya empezamos-farfulló cogiendo aire.

-Ya empezamos, ¿qué?-Le dije chulesco.

-Llevábamos una semana genial, y ahora ya te enfadas, no hay quien te entienda-me dijo alarmada y yo entrecerré los ojos mirándola.

-Solo digo la verdad, no te necesito y no necesito que sigas bajando, cuando acabe yo subiré a tu sesión-le dije encogiendome de hombros y ella me miró cruzandose de brazos esperando que cambiase mi argumento.

Pero eso no pasó y entonces ella asintió.

-Muy bien, Gavi-me dijo saliendo del ascensor cabreada.

¿Gavi? ¡Nunca me llamaba Gavi y ahora lo tenía que hacer la muy....!

Mordí mi lengua dándole al botón para bajar a la sala de los fisios sin poder evitar el cabreo que llevaba.

¿Por qué no me había querido acompañar a mi sesión? Me había acostumbrado a tenerla cogida de mi mano y me amenizaba mucho el sufrimiento que sentía en cada una de ellas.

Al llegar Albert ya me estaba esperando y me senté en la camilla desabrochando la férula con su ayuda.

-¿Hoy no te acompaña la rubita?-me preguntó y yo lo miré.

-Iris-contesté.

-¿Qué?-preguntó el confuso.

-La rubita tiene nombre y se llama Iris-le dije-y está algo ocupada hoy-le dije y el levantó las manos inocente.

-Hoy empezaremos con unos estiramientos para que empieces a flexionar un poco la rodilla y...-sentí que me mareaba al escucharle.

-¿¡Qué?! Si apenas puedo mover la pierna sin sentir un dolor horrible-le dije.

-Gavi...él dolor cesará con las sesiones y además ya lo habíamos hablado-me dijo y yo note como la ansiedad se acumulaba en mi pecho.

-No creí que empezaríamos tan pronto-confesé agobiado.

-Cuanto antes avancemos antes regresaras para jugar-me dijo y yo asentí mientras el me estiraba en la camilla y ya empezaba a trastear mi pierna.

El dolor era insoportable y cada movimiento me dolía tanto que las lágrimas se me acumulaban en los ojos.

-Voy a flexionar un poco tu rodilla, ¿vale?-me dijo Albert y yo asentí cogiendo aire mientras cerraba los ojos con rabia.

-No puedo de verdad-gemí adolorido mientras negaba con los ojos cerrados.

Me dolía, me dolía muchísimo y no sabía si sería capaz de soportarlo.

Una mano ya conocida acarició mi brazo mientras otra que también me sonaba acariciaba mi flequillo peinándolo.

Abrí los ojos y la vi mirandome desde arriba.

-Ya estoy aquí Pablito, ¿qué es eso de que no puedes? Claro que puedes-me animó ella con su sonrisa de siempre implantada en la cara mientras me miraba con cariño.

A pesar de mis palabras había bajado a estar conmigo una vez más y estaba aquí agarrando mi mano como todos los días.

Aguantaba mi mal humor y a la vez sacaba cosas buenas de mi, habíamos hablado de muchas cosas en estas semanas y cada vez me sentía más cómodo con ella hasta el punto de reír o de llorar.

Iris me estaba demostrando que estaba dispuesta a sacarme del agujero donde estaba metido y al menos tiempo inconscientemente se estaba consiguiendo un huequito en mi corazón...

(CONTINUARÁ...)

¡Os leo!✨️

En Secreto-PABLO GAVIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora