No podía moverme.
Sentía todo el cuerpo adolorido y entumecido. Era como si miles de cuchillas afiladas se hubieran clavado en todos y cada uno de los rincones de mi cuerpo.
Estaba completamente paralizada por el dolor punzante y la sensación de quemazón en todo el cuerpo. No estaba respirando. No estaba nadando, no estaba haciendo absolutamente nada para salir del agua helada y en lo único que podía pensar era en el dolor.
Era vagamente consciente de las burbujas que emanaban de mi boca y entonces, un dolor más penetrante se apoderó de mis pulmones. No podía ver nada que no fuera agua y trozos de hielo, no podía respirar, no podía pensar, no podía moverme... Fue entonces cuando, los vi.
Un par de ojos heterocromía justo debajo del agua, conmigo. ¿Estaba alucinando?, ¿Estaba muriendo?
Era consciente de que todo iba perdiendo nitidez y de que mi visión se estaba oscureciendo por los bordes. Esto era todo. Iba a morir. Iba a perder la vida en un lago congelado.
[...]
Sentí el agua brotar de mi boca y casi me atraganto con ella. Me giré sobre mi cuerpo y comencé a toser violentamente mientras las arcadas me invadían.
Vómito acuoso salió de mi boca y jadeé fuertemente en busca de aire. El aire no estaba entrando a mis pulmones y comencé a jadear con más fuerza. ¿Dónde demonios había dejado mi inhalador?
Estaba a punto de congelarme, tenía todo el cuerpo entumecido, temblaba de pies a cabeza y no podía respirar aún fuera del agua.
Unas manos grandes se apoderaron de mi rostro y luché contra ellas, en vano. De pronto, mi vista se llenó de Ulises. Empapado, tan tembloroso como yo, con el cabello pegado a la cara y los labios amoratados por el frío. —Tranquila, respira —jadeó con la voz enronquecida.
Jalé aire con todas mis fuerzas y Ulises comenzó a inspirar y exhalar aire a un ritmo acompasado, guiando mi respiración.
Seguí su ejemplo y, poco a poco, la sensación de falta de aire se fue desvaneciendo. El peso de los hechos cayó sobre mí como balde de agua helada y sentí un nudo en mi garganta. Estuve a punto de morir ahogada.
Ulises me atrajo con fuerza hacia él y jadeé al sentir su ropa mojada y helada contra mi cuerpo.
—¡Maldita sea!, iMaldita sea, Nicole!, ¡Casi me muero del jodido susto! —gruñó Uli, con la voz temblorosa.
Me aferré a su cuerpo. Temblando de miedo y de frío. Sus brazos se apretaron a mí alrededor y yo absorbí su cálido gesto.
A pesar de todo, me sentía segura entre sus brazos. Ulises era la única persona que me hacía sentir segura en cualquier lugar y en cualquier momento.
Sin decir una palabra, Ulises me ayudó a ponerme de pie y caminamos de vuelta a la cabaña, completamente empapados, con los patines de hielo en las manos.
Uli me miraba de hito en hito, acercándome a su cuerpo, susurrándome que pronto estaríamos en la cabaña, calentándonos. Me dejé llevar por sus suaves murmullos, permitiéndome sentir a salvo.
Cuando llegamos a la cabaña enredó mis dedos helados y entumecidos con los suyos y me condujo escaleras arriba hacia una habitación vacía.
No había rastros de Rick y Abril por ningún lado.
Seguramente seguían encerrados en la habitación principal. Ulises me condujo al baño de la habitación y abrió el grifo del agua caliente, llenando la tina de baño.
El vapor invadió toda la habitación en cuestión de segundos y pude observar cómo Ulises templaba el agua caliente con un poco de agua fría. Su mirada se encontró con la mía un segundo y, sin pedir permiso, me levantó en brazos y me depositó con cuidado dentro de la tina; sin siquiera importarle que fuera completamente vestida.
El agua caliente me puso la carne de gallina de forma deliciosa y suspiré con alivio. Mi cabeza se alzó y pude observar a Uli, tembloroso, pálido, mojado, con los labios morados, casi al borde de la hipotermia y, sin pensarlo, enredé mis manos en sus brazos y tiré de él hacia mí, dentro de la tina.
Él no opuso resistencia y se introdujo en el agua caliente. Se acomodó rápidamente detrás de mí y enredó sus brazos en mi cuerpo; mi espalda estaba pegada a su abdomen.
El agua caía sobre nuestras cabezas y, por una extraña razón, no quería decir ni una sola palabra. No quería que nada acabara con ese momento. No quería que nada apartara a Ulises de mí, en ese instante.
—Fui un idiota. —murmuró y sentí su pecho vibrando en mi espalda.
Mi ceño se frunció profundamente. —No fuiste tú quien patinó con los ojos cerrados en un lago
congelado. —repliqué suavemente.—Pero fui yo quien sugirió ir ahí, en primer lugar. Si te hubiese pasado algo yo... —comenzó, pero enmudeció por completo.
—Nunca habrías dejado que algo me pasara —dije, porque realmente lo creía.
—Haría todo por ti. Lo que fuera. —susurró, con la voz enronquecida y sus palabras me golpearon como un látigo. Yo le había dicho algo similar meses atrás, cuando terminamos nuestra relación.
—Yo también haría lo que fuera por ti—susurré, sintiendo un nudo formándose en mi garganta.
El silencio invadió el lugar, sólo el sonido del agua cayendo sobre nosotros irrumpía la quietud de la habitación.
—Llevo más de seis meses intentando tratando de olvidarte y averiguando qué debía hacer para recuperarte. Y sigo sin encontrar la respuesta... —susurró Uli, irrumpiendo el silencio.
—Lo único que yo quería, Uli... —susurré con la voz enronquecida. —, era que me notaras. Que notaras mi existencia sin que yo te dijera quien era. Lo único que quería era que me vieras como lo habías hecho antes.
El agua dejó de caer y volví la cabeza para observar a Ulises con la mano en el grifo. —Te veía todos los días —susurró—. Leyendo en la biblioteca, comiendo en la cafetería, caminando por los pasillos del campus con la mirada en ningún lado. Te veía todo el tiempo. Había algo en ti que me hacía mirarte inevitablemente. Supongo que algo dentro de mí siempre supo que eras tú.
Una sonrisa triste se dibujó en mis labios. —Lo mismo me dijiste la noche en casa de Rick.
Ulises cerró los ojos fuertemente y cuando volvió a abrirlos, me miró con tristeza. —Si pudiera cambiar algo de esa noche, sería mi borrachera. Desearía no haber tomado tanto para así poder recordar cada detalle. Desearía haber estado ahí cuando despertaras para que me contaras todo y...
—No puedes cambiar el pasado —lo interrumpí desviando la mirada.
—Lo sé —susurró.
Un nudo comenzó a instalarse en mi garganta y me obligué a cerrar los ojos para no llorar.
Tomé una inspiración profunda y recordé aquella promesa que me había hecho meses atrás. Aquella en la que me prometía a mi misma que nunca más volvería a estar con él.
—Iré a mi habitación... —masculló Uli, poniéndose de pie en la tina, dejándome una terrible sensación de vacío en el pecho. Su ropa estilaba agua caliente y lo vi quitarse la camisa de mangas largas dejando su torso desnudo ante mí.
El no pareció inmutarse, sólo tomó una toalla y se secó lo más que pudo antes de salir del baño, dejándome sola.
Me quedé congelada en mi lugar unos minutos antes de deshacerme de mi ropa y ducharme a consciencia.
No me había dado cuenta de cuánto extrañaba a Ulises Webster. No hasta ese momento.
ESTÁS LEYENDO
Aunque Puedas Verme #2 ©
RomanceParte 2: es necesario leer la primera parte "Aunque no pueda verte" para entender esta historia, gracias. ❤️ •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••