Capítulo 3

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Nankurunaisa

Con el tiempo todas las piezas a su lugar.

Anonadada por la fuerte caída y el extraño momento que acababa de vivir con ese chico, apenas pude reaccionar cuando sentí la suave voz de Thomas detrás de mí. Sus manos cálidas y seguras me rodearon, ayudándome a levantarme. El mundo a mi alrededor seguía girando, y el dolor en mi trasero palpitaba con cada segundo que pasaba.

Miré a mi alrededor; nadie más estaba prestando atención. Todos habían vuelto a sus conversaciones, a sus vidas. Me di cuenta de que solo les importaba cuando había algo de qué hablar, algo para alimentarse de los chismes. Y yo... yo era la perfecta carnada. Mi mayor miedo siempre ha sido este: convertirme en el centro de una historia que no quiero contar.

—Deana, ¿estás bien? —Thomas me miraba con esa preocupación que solo él sabía mostrar, su voz temblando ligeramente mientras me sostenía con firmeza.

Observé su rostro, esos ojos azul intenso y el cabello negro rizado, tan diferentes a los de ese chico. Intenté tranquilizarme, pero las imágenes seguían revoloteando en mi cabeza.

—Estoy bien —mentí, forzando una sonrisa que esperaba se viera convincente—. Solo fue un tropiezo del primer día. Eso espero.

—Eso fue todo menos un tropiezo, Deana Colson —la voz de Thomas se endureció, su mandíbula apretada con furia contenida— Vi cómo ese cretino te empujó con toda la intención del mundo.

Lo sabía. Sabía que había sido intencional. Pero, ¿por qué? No tenía la menor idea.

—No creo que haya sido intencional —repliqué, tratando de convencerme a mí misma mientras veía cómo los ojos de Thomas se agrandaban, mirándome con incredulidad.

—¿Te golpeaste la cabeza también? —bromeó, aunque su voz no dejaba lugar para el humor. Sus dedos se deslizaron con cuidado por mi cuero cabelludo, buscando alguna señal de herida— ¿Por qué lo defenderías?

¡Dios!

—¡Claro que no lo defiendo! —estallé, mi voz cargada de frustración—Solo quiero dejar de hablar del tema, ¿de acuerdo? Estoy bien.

Aunque mi mente no me dejaría en paz tan fácilmente.

Thomas me observó detenidamente, evaluando cada palabra que salía de mi boca. Finalmente, suavizó su mirada, indicándome que al menos por ahora dejaría el tema. Laura, quien había estado callada todo este tiempo, se acercó con una expresión de confusión dibujada en su rostro.

—¿Qué demonios acaba de pasar? —preguntó, claramente desconcertada—Yo estaba hablando contigo y de repente estabas en el suelo. Luego, una horda de simios corriendo hacia sus salones me apartó de ti. Estoy confundida, ¿quién era ese chico?

Ni yo misma sabía quién era realmente.

Antes de que pudiera articular una respuesta coherente, Thomas, que estaba a mi lado, habló.

—Su nombre es Nathan.

Mis piernas se paralizaron. ¿Era él? ¿Cómo era posible?

—Su familia es multimillonaria, según dicen, pero hace tiempo que se distanció de ellos y vive por su cuenta —continuó Thomas, con una seriedad que me estremeció —Se transfirió desde una de las mejores universidades al otro lado de la ciudad y ahora está en tu curso, Deana. Te lo encontrarás seguido. Y ten cuidado, los rumores no son nada buenos.

Mi corazón se encogió. No podía ser cierto. Ese chico debería estar en un hospital, vigilado día y noche por su enfermedad. Tal vez era un error, un malentendido. Tal vez mi abuela no había escuchado bien el nombre del chico. Pero entonces, ¿por qué esos ojos me parecían tan familiares?

El arranca corazones(Borrador) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora