Un debate, un poema y el momento de hablar ha llegado.

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—¿Que os sucede? Sus gritos se escuchan hasta Roma.

—La princesa Alice no acepta que yo tome mis propias decisiones.

—¿Queréis saber que algo?—Alice alzo las manos—¡Podeis hacer lo que queráis!

Alice se alejo de sus hermanos con molestia en su rostro, sus manos nerviosas jugando entre si.

Y al llegar a una zona apartada, se permitió sostener de la pared, una de sus manos fue a su estómago intentando controlar sus ansias de llorar.

Su rabia era indescriptible pero su dolor lo era mas. El rey Priamo cada vez envejecía mas, Paris había regresado a Troya con una mujer salida de quien sabe donde, y la reina no daba ni una palabra.

Priamo había decidido que la persona mas racional para gobernar después de el, era su hija menor, claro, acompañada de su esposo.

La princesa Alice se había casado a la edad de 18 años, mientras que Casandra se había mantenido pura para poder servir a los Dioses.

Una completa lastima que apesar de ser un matrimonio arreglado, su esposo falleció dos años después por culpa de una peste.

Y los hijos engendrados de dicho matrimonio, corrieron el mismo destino que su desgraciado padre.

El rey Priamo comprendió que los Dioses no aceptaban que la dulce princesa se casara, mejor dicho, un Dios en especifico.

Para los cercanos, fue una completa desgracia ver como la pequeña princesa que se reía y sonreía por los pasillos se había vuelto fría y ciertamente cruel.

Ya no habían sonrisas, ya no habían risas.

Pero no era por su difunto esposo, era por la soledad que parecía perseguir a la joven princesa.

Tenia todo, un castillo, joyas, sirvientes. Pero aun estaba sola.

—Es una pena ver a una dama tan hermosa llorar.

Alice se limpio sus lagrimas con tranquilidad antes de girar y hacer una reverencia.

—Discúlpeme por interrumpir su tranquilidad con mi llanto.

—No interrumpiste nada, princesa.

—¿Ha que debo el honor de su visita, Dios Eros?

—Me siento bondadoso el día de hoy. Y aunque he estado algo aburrido, me he divertido viendo los hermosos lazos que los une a ustedes la realeza.

—Permítame decir...

—Shhh—El Dios puso un dedo en sus propios labios—Permíteme terminar. No me gusta intervenir, pero vamos a insinuar que me siento algo triste el día de hoy.

—¿Que lo ha hecho entristecer, Dios Eros?

—Tu.

—¿Yo?

—Si. Tienes un camino tan largo por recorrer, tan solitario.

—¿Solitario?

—¿Vas a repetir todo lo que diga?

𝐋𝐢𝐠𝐡𝐭 𝐨𝐟 𝐎𝐥𝐲𝐦𝐩𝐮𝐬|𝒜𝓅𝑜𝓁𝑜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora