02. el encuentro

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Martin suspira con pesadez y hunde la cabeza en la toalla sobre la que está tumbado. Le llega el olor mezclado de cloro, crema solar y la hierba que se cuela desde debajo de la tela. Inhala hondo, intentando que el olor inunde sus pulmones y le aporte la pizca de serenidad que tanto necesita.

— A ver, no es tan malo, ¿no? Así puedes estar a tu bola todas las vacaciones —razona Chiara, intentando buscar el lado positivo. Es algo muy típico de ella. Aunque, más que convencerlo, solo le causa un sentimiento de ternura hacia su amiga.

— Pero es que voy a tener que aguantarlo todo el rato. Me amarga solo de pensarlo. Es tan... —las palabras de Martin cuelgan en el aire, desviando su mirada hacia el causante de sus dolores de cabeza.

Juanjo está en la piscina, jugando con una pelota de voleibol en compañía de su grupito y otros chicos de la urbanización. Le pasa la pelota a su compañero de equipo con agilidad, elevándola en el aire para que cruce sin problemas la piscina. Cuando marcan el punto, comienza a pegar gritos y se abraza con fuerza a un chico delgado, que levanta en el aire hasta que ambos caen al agua. El chico rueda los ojos, irritado.

— Está todo en tu cabeza, Martin. He hablado alguna vez con él y es majísimo —dice Ruslana, consiguiendo un bufido de su amigo—. Y además está buenísimo. Al menos te alegrará la vista —añade, en un tono más bajo. Martin lo mira alarmado, y Kiki se limita a cubrir una risita con el dorso de su mano.

— Lo que tiene de guapo lo tiene de odioso —Usa un brazo para cubrirse la cara, resguardándose del agua que, justo en ese momento, los salpica fruto de un remate del maño—. Viene aquí y actúa como si la piscina fuera suya.

— La piscina es de todos... —le recuerda la inglesa.

— Pero los demás también estamos aquí, ¿sabes? Yo vengo a relajarme y desconectar, no a escucharlo pegar voces ni...

— ...Que te llene de agua. Ya lo sabemos —completa Ruslana, cortando su discurso de raíz. La chica se levanta del suelo y se tumba sobre él, rodeando su cuello con los brazos y apoyando la cabeza en su hombro para mirarlo—. Deja de dramar, ¿sí? Él irá por su lado con tus hermanos y tú por el tuyo con nosotras.

— Casi ni tendrás que verlo —añade Kiki.

— Y si realmente es tan insoportable —la pelirroja alarga el "tan", con un deje de burla en sus palabras. Martin sabe que le divierte la situación, viéndolo tan dispuesto a arrancarse los pelos uno a uno—, nuestros apartamentos tienen camas de más.

— ¡Sleepover diaria! —apoya la morena, asintiendo con efusividad.

— Y ahora deja de lamentarte, que tus padres siguen aquí hasta el lunes. Vamos al agua —lo anima, poniéndose en pie y tirando de él, en un intento fallido de arrastrarlo con él. Pero el vasco no colabora en lo más mínimo, y la chica es incapaz de cargar con su peso.

— Paso, id vosotras —dice firmemente. Sus amigas no hacen por convencerlo, sabiendo de sobras lo cabezón que es, y se acercan a paso decidido a la piscina sin ningún miramiento. Y Martin no lo ve, pero está seguro de que Ruslana rueda los ojos mientras se aleja.

(...)

Mientras se mueve por su habitación unas horas más tarde, buscando entre su ropa algún accesorio que combine con su outfit, el nombre de Juanjo sigue rodando por su cabeza. Odia que el pensamiento ocupe tanto de su espacio mental, pero es que no puede evitar sentirse un desgraciado. De todas las personas del edificio, justo tenía que ser él. Si lo hubiera llegado a saber, se hubiese ofrecido él mismo a cuidar de sus hermanos. Ya lo había hecho, se recuerda, e intenta olvidar ese hecho antes de que recaiga sobre el maño, también, el peso de sus problemas familiares.

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