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Laurent


Mi mamá agendó mi sesión con el psicólogo para las diez de la mañana de hoy, miércoles. Pensé que me costaría más levantarme «temprano», en comparación mi horario común, pero no tuve que hacer el esfuerzo significativo que predije anoche antes de dormir. Mi voluntad de enfrentar mis problemas emocionales superó cualquier pereza.

     Con el fin de optimizar mi tiempo y llegar puntual al consultorio, tomé un taxi en vez del transporte público. Como resultado, llegué cinco minutos antes de la hora. Al ser el paciente de la primera sesión de hoy, pude entrar sin tener que esperar.

     —Hola, buenos días, Laurent —me saludó el psicólogo—. ¿Cuánto tiempo?

     —Buen día, doctor —lo saludé. Se me vinieron recuerdos de la época en la que venía seguido aquí—. Viendo que su cabello ya tiene partes blancas, supongo que ha pasado bastante tiempo desde la última vez.

     —Solo han sido tres años. —Se rio, sin tomarse a mal mi observación—. Aún no estoy anciano.

     —Solo era una broma —aclaré, sentándome en el mismo sillón que me solía ocupar años atrás.

     —El que no ha cambiado nada eres tú. Pareces el mismo de cuando tenías diecisiete.

     —A veces cambiamos en niveles más internos que nuestra apariencia física, ¿sabe?

     —Lo sé —asintió con la cabeza en señal de aprobación—. ¿Esa frase tiene algo que ver con lo que te ha traído de vuelta por aquí?

     —Puede ser —respondí, sin estar seguro—. Creo que mis problemas siguen siendo los mismos, pero se han sumado algunos que me están complicando aun más la vida.

     —Cuéntame. —Me invitó a proseguir.

     Tragué saliva y me acomodé en el sillón.

     —En resumen, el rompimiento de mi última relación empeoró mi patrón de apego evitativo anterior. Inclusive, me sentí bloqueado emocionalmente para conectar con las personas, hasta hace unas semanas.

     —Así que se combinó tu apego evitativo con un bloqueo emocional. —Hizo un apunte en su cuaderno de notas.

     —Ya había tenido uno antes —le expliqué—. Es más, fue poco después de haber dejado de venir a terapia con usted.

     —Debiste haber regresado para tratarlo.

     —Sí, admito que debí haberlo hecho. Pero ese bloqueo, a diferencia del que tuve recién, lo superé más rápido. Lo que pasó con este fue que, luego de vivir el duelo de la relación, quedé destruido por completo. No se trató de que me obligara a mí mismo a no sentir nada, sino que algo en mi interior, casi sin pedir permiso, decidió limitar mis emociones para que dejara de sufrir.

     —El bloqueo emocional es una medida de defensa del cuerpo y la mente. Pero, al final, no creo que una guerra se gane escondiéndote de los disparos.

     —¿Me podría explicar, como usted lo sabe hacer, ¿qué es un bloqueo emocional?

     —Vivir un bloqueo emocional es como tener anestesiados tus sentimientos, pero tienes que tomar en cuenta que, cuando el efecto de la anestesia pase, podrías sentir que el dolor es incluso más fuerte de lo que recordabas.

     —Es interesante cómo lo plantea.

     —Me dijiste que el bloqueo más reciente que tuviste duró hasta hace unas semanas, ¿verdad? —Esperó a que lo confirmara, cosa que hice con un gesto de la cabeza. Luego, volvió a hacer un apunte y prosiguió—: Bueno, mi pregunta es... ¿qué fue lo que te hizo desbloquearte, por llamarlo de alguna manera?

     —Una conexión que tuve con alguien que conocí. De hecho, nunca me había pasado lo de conectar tan intensamente desde el primer momento. Y lo mejor es que fue mutuo.

     —La reciprocidad en las conexiones con otras personas no es algo fácil de encontrar. Suena bonito que tú y esa persona hayan tenido esa dicha.

     —Pero no todo es tan bonito como parece. —le dije, un tanto triste—. O quizá lo era, pero lo arruiné con mi evitación a la intimidad. Llegó un momento en el que debía dar un paso más allá, y no fui capaz. Saber que estaba de comprometerme con alguien me abrumó.

     —Me habías dicho que el rompimiento de tu última relación empeoró tu patrón de apego evitativo. ¿Qué fue lo que sucedió?

     Era la primera vez que me abriría con alguien acerca de lo que pasó con Abby.

     —A día de hoy, no terminó de comprender lo que pasó. Todo estaba bien entre nosotros, o así lo pensaba. Hasta que una noche recibí un mensaje larguísimo de ella, diciéndome que nuestra relación debía terminar. Uno de sus principales argumentos fue que sus sentimientos hacia mí no eran correspondidos. Confesó haber intentado sentir lo mismo por mí, pero llegó un momento en el que parecía estar remando contra la corriente. —Hice una pausa para suspirar—. Me chocó mucho, ¿sabe? Porque justo los días anteriores había sido cariñosa conmigo, como si, en verdad, estuviera enamorada de mí. Le pedí que habláramos en persona y no quería acceder. Su negativa solo empeoraba la grieta emocional en mi corazón. Al final, logré convencerla de vernos, aunque mis esfuerzos por encontrar una solución fueron en vano. Su actitud indiferente y fría, dando a entender que le importaba poco lo que habíamos vivido juntos, me destrozó y me dejó con un trauma imborrable. El abismo al que me dirigía era imposible de esquivar.

     —Es comprensible que te sintieras mal, sobre todo porque no te quería dar la oportunidad de hablar con ella en persona. Después de todas las experiencias compartidas entre ustedes, merecías verla cara a cara, cuando menos una última vez.

     —La noche de ese día, posterior a hablar con ella por última vez, fue trágica para mí. Y la semana se volvió desoladora. Y el mes se tornó amargo, en todo el sentido de la palabra, junto a los vendrían.

     —¿Cuánto tiempo estuviste en duelo?

     No le respondí, tan solo miré al suelo. La sesión se estaba volviendo pesada y no llevábamos ni quince minutos.

     —¿Laurent? —insistió él.

     —No puedo seguir. —Me puse de pie, sintiendo un nudo en la garganta y mis ojos al borde de las lágrimas—. ¿Podemos continuar otro día?

     —Te estás yendo en el momento más crucial de la sesión, pero respeto que quieras hacerlo. No puedo obligarte a quedarte si no te sientes en condiciones de continuar.

     Antes de salir por la puerta, me volví hacia él para decirle:

     —Por último, solo quiero dejar claro que este sufrimiento actual no es por mi expareja. No siento nada por ella desde hace muchísimo tiempo. Lo que me duele es recordarme a mí mismo, absorbido por un dolor emocional que nunca había sentido antes. Y estoy convencido de que no lo merecía.

     Dicho esto, me fui sin decir una palabra más.

Apegados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora