XXIX

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Hellen


Amanecí con los ánimos por los suelos y me acometió el deseo de no asistir a la universidad hoy. Sin embargo, recordé que algunos de mis profesores penalizaban las faltas con puntos si no se presentaba una justificación importante. Esto me motivó a hacer un esfuerzo por levantarme y no arriesgarme a reprobar ninguna asignatura. Estaba segura de que la razón de mi desánimo se debía a que lo ocurrido con Laurent, que esta mañana me pegó más fuerte. La sensación de derrota que sentí ayer se multiplicó por dos. No era nada nuevo para mí tener un efecto retardado al sentir las cosas.

     De camino a la universidad, vi una frase en una pared que decía: «Las mejores historias de amor las habrían protagonizado aquellas personas que nunca llegaron a tener nada concreto». Había motivos para creer que la persona que la escribió tenía razón.

     Al reunirme con Elina y Jona, les conté lo sucedido con Laurent. Traté de suavizar la situación para que no pensaran que me había afectado tanto. Tampoco quería que le guardaran algún resentimiento a Laurent. Después de todo, él solo había sido sincero sobre cómo se sentía.

     —Me alegra que te lo hayas tomado con madurez —me dijo Jona, con un tono que denotaba felicitación.

     —Pudo haber sido sincero mucho antes. —Elina, en cambio, no era tan condescendiente como Jona—. ¿No crees que, desde el principio, él sabía hacia dónde iban? ¡Claro que sí! Que se hiciera el tonto es otra cosa.

     —No podemos juzgarlo sin entender cómo se siente —le alegó Jona, en total desacuerdo con ella—. El estado emocional de una persona es demasiado complejo para sacar esas conclusiones.

     Hasta cierto punto, los dos podían tener razón.

     —Sea lo que haya sido, no vale la pena lamentarse sobre la leche derramada —les dije para calmar los ánimos—. Creo que lo mejor será que pasemos página y no volvamos a hablar de Laurent por un buen tiempo.

     —Si tú lo dices, así será. —Jona hizo un gesto de aceptación.

     —Como quieras —agregó Elina.

     Sería liberador que mis mejores amigos no me volvieran a preguntar por Laurent, pero dudaba que mi mente, en complicidad con mi corazón, siguiera el mismo camino.



Por la tarde, cerca de dos horas después haber llegado de la universidad, tocaron tres veces seguidas la puerta de mi apartamento. No esperaba visita de nadie, por lo que, extrañada, me levanté para ver quién era. Eché un vistazo por la mirilla y me encontré con Elina. Me sorprendió que estuviera aquí, puesto que no me había avisado en ningún momento que vendría.

     —Necesito contarte algo —me dijo cuando abrí la puerta. Se veía urgida, o más bien ansiosa.

     —¿Qué pasa? —le pregunté con cierta preocupación.

     Se sentó en el sofá y me pidió que la acompañara.

     —No es nada grave —aclaró.

     —¿Entonces...?

     —Se trata de Jan.

     —¿Qué pasa con él?

     —Sabes que mi relación con Jan es irregular, ¿verdad? No es que nos llevemos mal, pero sus comentarios sarcásticos, cada vez que lo veo, no son del todo de mi agrado.

Apegados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora