Capítulo 9

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El aire en la habitación estaba totalmente congelado cuando desperté con el cuerpo agarrotado por el frío. Los únicos restos del antes brillante fuego dea chimenea ahora eran ascuas. Me levanté como pude y cogí varios trozos de madera para volver a avivar el fuego.

No podía dormir. Mi mente estaba demasiado despierta intentando recordar cómo había llegado esa dentellada a mi cuello, me volví a sentar para analizar la marca con el espejo. Aún estaba demasiado oscuro para que las llamas iluminasen la habitación. Sin embargo, la ventana estaba abierta, los cristales de par en par y la luz de la luna apenas atravesaba

Arrastre como pude el trono para poderse rentarme bajo la luz de la luna. El paisaje era oscuro, un terreno inimaginablemente grande cubierto por árboles gigantescos y gruesos. Coloqué las manos entre los hierros para sacar la cabeza y mirar la estructura del castillo. Rodeando a este, se erguía una muralla de piedra iluminada por la luz de varias antorchas que rodeaban el fuerte. En los jardines que rodeaban el muro se situaba lo que parecía ser una especie de laberinto hecho con arbustos.

Yo parecía estar alojada en una planta superior, con una enorme caída hacia el suelo.

Un aullido estalló desde el interior del bosque, incluso los árboles parecieron asustarse agitando sus hojas por un viento fantasmal. Me aparte de la ventana jadeando por el susto. El aire era frío y auguraba noches largas y tenebres.

A la mañana siguiente obligué a Irena e Irial a llevarme a la habitación de Adela. Los pasillos eran oscuros, incluso en la mañana la luz de los pequeños ventanales que había colocados a lo largo de las paredes como única decoración no era suficientes.

Bajé con la ayuda de mis nuevas damas por unas estrechas escaleras de caracol, me contaron que la fortaleza tenía cuatro plantas. Adela estaba en la primera de ellas, junto con el resto de los criados.

Pausé antes de atravesar la puerta, no sabía lo que podía ver al hacerlo. En comparación con la mía, la puerta de su habitación era pequeña y de madera, debía entrar agachada.

En una pequeña cama en la esquina, yacía una mujer irreconocible. Habían vendado su ojo derecho,  cubriendo casi todo rostro, pero podía ver la sangre fresca que había atravesado las vendas.

-No es la condición en la que debería haberla visto…- Irena me acompañó para sentarme en una silla de mimbre frente a su cama.

-Ella está viva, y merece que esté a su lado.- preferí morir antes que ayudarla.

Observando su rostro pálido y la forma en la que su pecho se hinchaba con dificultad bajo las sábanas.

-Debo hacerles una petición, y pienso compensarlas por ello.- miré a las ancianas que me observaban expectantes.

-Por supuesto.- Irial se adelantó a Irena, acercándose para tomar mi mano.

Era reconfortante.

-Ella ha crecido conmigo, estaba conmigo cuando nos atacaron. Debe residir cerca de mi habitación y deben tratarla igual que a mí. Mi hermano se hará cargo de los fondos, todo corre de mi cuenta. Por favor.- Irial volvió la cabeza para mirar a su hermana.

-Mi señora, ¿acaso no lo sabe usted?- negué la cabeza, notando tirante la piel marcada en mi cuello.

-¿A qué se refiere?¿Dónde está mi hermano?- me levanté del la silla con torpeza.

-No se alarme, mi señora. Su madre era nuestra sobrina, ella creció aquí por encargo de tu abuela y abuelo hasta que tuvo la edad suficiente para casarse. Todos los hombres en la familia han muerto o tienen sus propias tierras y no quieren reclamar su derecho aquí.- no me lo podía creer, tuve que sentarme.

-Su hermano Dorian firmó el su papel como heredero de la fortaleza el día en el que llegaron. Es el nuevo Señor de Adan Myurr.

He llegado para quedarme. Aunque es una actualización cortita es necesaria para ir situándose.

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