Capítulo 2

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Aquella tarde padre no me permitió ir al río aunque Alister había hecho su mejor esfuerzo por contarle que Dorian nos había distraído contando una historia sobre una espada encontrada por un príncipe en un lago.

Me dolían las manos y había escrito tanto que mi pluma se partió en dos. Padre me había encerrado en su estudio desde el desayuno hasta la cena, incluso Michail había protestado, entrando cada ciertas horas para revisar mi caligrafía y traerme algo de comida. 

No había visto a mis otros dos hermanos en todo el día.

Exhausta, coloqué con cuidado mis pergaminos sobre el escritorio de padre y me incorporé para recorrer su estudio. Tenía una estantería de madera repleta de volúmenes que apestaban a cuero, las paredes estaban formadas por piedras enormes y vigas de madera oscura que se alzaban hasta el techo, del cual colgaba un impresionante candelabro.

No había ventanas allí, no le gustaba ser observado. Frente a su escritorio había una chimenea y sobre está un tapiz que mostraba territorios explorados e inexplorados. Una tela azulada sobre la que habían bordado estrellas doradas enmarcaba los dibujos de aquellos lugares. Había monstruos en los mares, peces enormes con fauces llenas de colmillos y cuerpos escamosos. Ángeles indicaban el norte, este, oeste y sur. El norte estaba repleto de bosques y montañas que se extendían más allá del tapiz.

Para llegar a las tierras del oeste se debía tomar un barco y las tierras del este estaban protegidas por una cordillera cuyas tormentas de nieve nunca cesaban.

Me imaginé a mí misma tomando un barco, incluso naufragando o tal vez, ¿podría una mujer convertirse en pirata? Dorian nos había hablado sobre la vida de los piratas, ladrones, traicioneros y libertos. Sembraban el caos en cualquier puerto en el que atracasen su barco y vivían sin piedad o remordimientos. No sobreviviría.

Cruzar la cordillera del este era imposible, habían llegado noticias sobre la creación de un pasaje entre las montañas para comenzar a comerciar con los reinos al otro lado pero nadie había querido invertir su capital para hacerlo realidad.

Y no fue hasta la hora en la que me senté a cenar con mi padre y hermanos después de que mi castigo fuese levantado que pude comenzar a satisfacer mi curiosidad.

- Dorian y Alister me han hablado sobre la guerra.

Alcé la mirada de mi plato de pollo asado para cruzar mi mirada con la de mis dos hermanos frente a mí. Alistair abrió sus ojos sorprendido y Dorian pareció atragantarse con su copa de vino.

-¿Y qué te han contado tus hermanos sobre la guerra?-mi padre dejó sus cubiertos sobre el mantel justo cuando fue a llevar un bocado a sus labios.

Si había algo que nuestro padre odiase era que interrumpiesen su cena. Cada vez que es el interrumpía nos forzaba a contarle cuál era la razón de tal desfortunio. Aquel interrogado debería dar toda la información posible a nuestro padre, el que se negase sería castigado y aquel en satisfacer su hambre por la discordia sería perdonado. Era la forma infalible con la que mis hermanos habían formado un vínculo estrecho para mantenerse a salvo.

- Me han dicho que están seguros de que la ganaremos.- Alister sonrió aliviado, mirando a padre.- Pero que de no ser así deberé abandonar el hogar junto con todas las damas de la corte.- padre entrecerró sus ojos sobre mi hermano.

- Es cierto, tus hermanos te han informado bien. Lo que no entiendo es porqué te han llenado la cabeza con una idea tan prematura.- sus dedos dieron un golpe seco en la mesa.- Se trata de algo que no debería conocer tu cabeza.
Sabía perfectamente a qué se refería. Él no quería que yo supiera que debía abandonar el palacio en caso de que algo ocurriese. Tampoco quería que yo conociese cualquier detalle relativo a mi destino.

Danza de LobosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora