Capítulo 3

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— Vamos, Hazel, acompáñame. — La castaña llevaba un par de minutos insistiendo, pero, aunque quisiera no podía ir con ella.

— De verdad, me encantaría, Ariel, pero no puedo, mi padre está en casa esperándome.

Y no era mentira, Oscar esperaba paciente a por mí para que le hiciera comida, todos los días. Al llegar de la universidad debía comenzar a preparar su comida y no retrasarme porque eso implicaba una golpiza que trataba de evitar a toda costa.

— Bien, bien, dejaré de insistir, — la mirada de decepción que me dio Ariel me apretujó el corazón, pero no quería que Oscar se pusiera agresivo. — pero, la próxima vez si irás, como recompensa.

— Lo intentaré. — No prometí nada porque estaba segura de que no podría.

Con eso pude detener la insistencia de Ariel e irme a casa, mi autobús no tardaba en pasar y no quería retrasarme.

Cuando llegué a casa, Oscar no estaba por ningún lado, pero aun así me dediqué a hacer su comida. Me entretuve tanto que se me fue la noción del tiempo, hasta que escuché el ruido de las llaves en el picaporte de la puerta, cuando por fin pudo abrir, la figura de Oscar casi cayéndose al caminar me hizo saber que venía borracho, de nuevo. Cómo pudo llegó al sofá de la sala, caminé hacia la puerta para cerrarla, pero una mano me impidió la acción.

— Quítate, perra. — Gruñó la mujer desalineada que estaba frente a mí, su ropa se veía sucia, no quería ni saber que eran esas manchas blancas secas sobre su poco decente vestido. El maquillaje que llevaba estaba corrido, el labial esparcido sobre su rostro y con la certeza de que la mayoría se quedó en boca de algunos hombres, incluido Oscar.

A paso errado llegó al lado de Oscar y se dejó caer encima de él, besándolo en la boca para poder despertarlo. Comenzó a meter su mano dentro de su pantalón, y eso fue suficiente para mí, cerré la puerta, fui a la pequeña cocina a apagar el fuego de la estufa y me fui a mi habitación.

No quería escuchar a esa mujer gemir, ni a mi padre hablarle de la manera en la que lo hacía con todas las mujeres que traía a casa. Cerré con seguro mi puerta y conecté los audífonos a mi teléfono y reproduje la música desde la aplicación. Me tiré sobre mi pequeña cama y abracé a Gigi.

Oscar no tenía ni idea de que yo poseía un teléfono, según él, con ese aparato andaría de puta sin cobrar nada y eso a él no le convenía. Así que trataba de mantenerlo en silencio y oculto de él cuando ambos estábamos en casa.

Mi reloj biológico me hizo despertar casi a las seis de la tarde, debía comenzar a prepararme para irme con Oscar a ese maldito club. Salí de mi habitación y fui al baño para tomar una ducha rápida, eché un vistazo rápido a la sala, y ahí seguían esos dos, desnudos y dormidos.

Cuando terminé de alistarme, salí en busca de Oscar, debíamos irnos, entre más rápido pasara todo aquello sería mejor para mí. No miré a Oscar por ningún lado, la mujer seguía sobre el sofá, no se movía, y ni de broma la iba a tocar.

Supuse que Oscar ya se había ido, así que me fui de casa en dirección al club.

La noche estaba siendo una de las peores, después de mi baile, a Jhonnie le dio por cobrarme todo lo que Oscar y esa mujer habían consumido durante la mañana, así que me hizo estar con cuatro hombres, cuando usualmente Oscar permitía dos durante toda la noche, quedándose con el dinero de dos de ellos.

Oscar no llegó hoy, por eso Jhonnie había hecho lo que hizo conmigo sin tener que preocuparse por el borracho de mi padre.

Cuando el reloj marcaba las dos de la mañana, Jhonnie me corrió del club, me aventó al cuerpo el dinero que había ganado y se burló de mí al verme juntarlo del suelo.

Al llegar a casa, Oscar estaba acostado nuevamente en el sofá, la mujer de esta mañana ya no estaba, en su lugar estaba una pelirroja, que estaba entre sus piernas haciéndole un oral. Él ni siquiera se inmutó al verme llegar ni detuvo a la mujer, solo me sonrío y siguió en lo suyo. Estaba por perderme por el pasillo cuando lo escuché hablar.

— Deja mi dinero sobre la mesa, zorra. No creas que me olvidé de mis ganancias. — Di media vuelta y saqué de mi bolso el dinero, cuatro mil dólares fue lo que había ganado por el baile y los dos sujetos, aunque claro que hubiese sido más, pero ese era dinero de Jhonnie. — Se te agradece, ahora lárgate, a menos que quieras ocupar el lugar de ella. — Llevó su mano a la cabellera rojiza de la mujer y la empujaba hacia abajo, yo solo escuchaba las arcadas que le provocaba tener el miembro de Oscar en su boca.

Negué rápidamente y me fui a mi habitación.

Miré mi cuerpo en el espejo que estaba sobre mi pequeño tocador, en el cuello tenía un par de marcas en la piel, causadas por el ultimo sujeto que comenzó a ahorcarme casi al final.

— Mañana tendré que cubrirlas bien. — Solté un suspiro.

Abracé a Gigi, esa muñeca me recordaba a mi mamá, tanto que sentía que la abrazaba a ella.  


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(guiones bajos) 

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