Capítulo 28

                                    

                                          
—No puedo creer que Tess finalmente se haya ido —escucho que dice detrás de mí mientras guardo la ropa dentro de la maleta—. Me acostumbré tanto a verla rondando por la casa..., pero vendrá para la ceremonia. ¿Cierto?
Asiento con la cabeza.
—Si, por supuesto que vendrá —sigo guardando cosas—. La echaré mucho de menos. Pero al parecer así es la vida. ¿No? Algunas personas se van...
—Y otras seguimos aquí —escucho que dice, me da un beso en la mejilla—. Anda, date prisa o tardaremos toda la mañana.
Volteo a verlo, lo miro mientras sigue empacando.
—¿Ya me dirás a dónde vamos?
Me lanza una mirada.
—A la playa, está claro. Por eso te he dicho que empaques un traje de baño.
—No encontraré ninguno ahora. No recuerdo donde pude haberlo dejado.
Saca algo de su maleta, me lo extiende.
Alzo una ceja. Él sólo sonríe.
—Pensé en todo, créeme.
Lo tomo, y miro a Carson con incredulidad cuando dejo colgando en el aire el bikini negro.
Niego con la cabeza.
—Ni loca usaré eso.
Sonríe, se acerca.
—Oye, acabas de decir que no tienes traje de baño. Lo he escogido especialmente para ti.
—¿De donde lo has sacado? ¿De una tienda de strippers? Dudo que siquiera sepas mi talla.
Se ríe, me toma de la cintura.
—No hizo falta. Por supuesto que te quedará, conozco tu cuerpo. Vive grabado en mi memoria.
Noto que me sube el calor a la cara. Y él sonríe con satisfacción, claramente satisfecho por haber logrado su objetivo.
—Ya, ¿enserio han accedido a darte libre estos días?
Asiente con la cabeza.
—Me debían unos días de vacaciones. Y qué mejor que aprovecharlos para ir a la playa contigo.
En realidad no lo teníamos planeado. Ni siquiera pudo habérseme ocurrido. Pero, ayer durante la cena, me lo soltó de repente. Dijo que nos merecíamos un descanso. Salir un poco y despejarnos. Dice que me hará bien.
Y quizá así sea. Estos días he notado un avance. Sigo sin sentirme de lo mejor, mucho menos con los antidepresivos, pero estoy intentando ir retomando el paso de mi vida. Intento distraerme y pasar menos tiempo en la habitación. Incluso he estado buscando algunas ofertas de trabajo.
Ha sido difícil. Y hay días que siento que estoy por dejarme vencer en cualquier momento. Más al ver que siguen yéndose las personas que me importan. Pero solo respiro y trato de repetirme que debo estar agradecida por las personas que aún siguen conmigo.
Me acerco al clóset y abro el cajón de hasta abajo para sacar algunas cosas que necesito.
Rebusco entre la ropa, pero me detengo al toparme con una prenda pequeña. La curiosidad me gana y la tomo.
Es ropa de bebé. Un mameluco verde que jamás había visto.
El dolor me atraviesa como una puñalada. Y al parecer Carson se percata, porque se acerca.
—No... —comienza, volteo a verlo—. No quería..., no era mi intención que lo vieras.
Trago, volteo a verlo.
—¿Tú lo compraste?
Noto que surge la tristeza en su mirada. Niega con la cabeza.
—No —suelta un suspiro—. Al parecer mi madre lo envió. Ayer llegó el paquete mientras estabas en terapia. Pensé en tirarlo, pero..., no pude.
Asiento con la cabeza, y vuelvo a dejarlo donde estaba.
—Deberíamos donarlo a algún lado —cierro el cajón, noto que vuelve la horrible sensación que ha estado atormentándome todo este tiempo. Y con ello, también comienza a crecer la ansiedad—. De todos modos no es como si fuera a ocuparlo alguna vez. El médico fue claro, quizá nunca llegue a quedar embarazada de nuevo.
Lo veo en su cara, y sé que se ha estropeado el momento. Es lo único que he hecho todo este tiempo. Arruinarlo todo.
Soy un maldito desastre.
Sacudo la cabeza, y busco la manera de enmendarlo. Trato de distraerme empacando.
Noto su mirada sobre mí. Pero tampoco me dice nada.
—¿Iremos en avión? No quiero hacer una maleta enorme si puedo ahorrarme todo eso de documentar equipaje.
Vuelvo a mirarlo. Parece comprender que no quiero seguir hablando del tema. Que necesito no seguir pensando en eso.
—No, no es tan lejos —parece un poco más relajado—. Iremos a Victoria Beach. Me han dicho en el trabajo que es un buen lugar para pasar algunos días.
—Entonces puedo empacar la maleta grande.
Sonríe, parece aliviado.
—Seguro estaremos en la playa todo el rato —cierra su mochila—. ¿Qué tanta ropa puedes ocupar?
—Por el bikini que me has obsequiado, está claro que tu intención es que esté con la menos cantidad posible.
—Parece que me has atrapado.
No tardamos en terminar de empacar las cosas. Guardamos todo en el coche y él conduce.
Noto que consigo relajarme mientras charlamos y escuchamos música. Y cuando menos me doy cuenta, ya percibo el aire salado en el ambiente y el calor que comienza a incrementar a medida que avanzamos.
Llegamos al estacionamiento de un hotel. Y me ayuda con las maletas mientras nos dirigimos a la recepción.
Nos entregan la llave de la habitación y subimos por el elevador.
Intento hacer memoria mientras vamos camino a la habitación. Y jamás hemos tenido esto. Unas vacaciones para nosotros dos.
Es la primera vez, y creo que ha venido en un buen momento. Ahora que todo parecía haberse venido abajo, y él que ha estado tan ocupado con su trabajo.
Llegamos, él abre la puerta y entramos. Dejamos las maletas en el suelo, y me acerco a la puerta corrediza, donde se puede apreciar el paisaje del cielo y el mar.
—¿Te gusta? —escucho que pregunta.
Volteo.
—Si, es lo más bonito que he visto en mucho tiempo. Ha sido una gran idea venir —me le acerco—. Gracias por esto, de verdad.
Sonríe, se me queda viendo.
—Quería hacer algo especial para los dos. La ocasión lo amerita. Sé lo mucho que te estás esforzando a pesar de lo complicado que ha sido todo esto. De verdad estoy orgulloso de ti. Echaba de menos a la vieja yo.
—Yo también —admito—. Sólo quiero volver a tener mi vida como lo era antes. Es lo único que quiero.
Asiente con la cabeza.
—Así será, amor. Lo prometo —me toma la mano—. Y no pienses que solo estás destinada a perder a las personas que quieres. Porque todavía me tienes a mí, y te aseguro que así será siempre. No podrás deshacerte de mí tan fácil.
Le sonrío.
—Eso espero.