Capítulo 41: El Vestido

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Me costó un poco porque era bastante pegado en la parte de arriba. Pero definitivamente me encantó en cuanto ya lo tenía cubriéndome la piel. Salí con toda la emoción y empoderamiento del mundo, satisfecha con mi aspecto físico porque me sentía una diosa con esa prenda encima.

Las caras de mis compañeros demostraban asombro ya que ambos tenían la boca abierta dándole entrada a las moscas, justo lo que buscaba, hasta la vendedora me mostró una amplia sonrisa detallando cada parte de mi ser.

Me miré en el espejo. Mi intuición me decía que era ese el que usaría el día de mi boda, no lo dudaba.

Tenía un sexy escote en forma de corazón que marcaba mi prominente y redondo busto, haciendo ver la raya de en medio entre mis pechos. Era una especie de corset lleno de unas piedras muy hermosas y plateadas que me encantaron por lo brillantes que eran.

La falda de tul era voluminosa tal cual princesa justo como deseaba, a parte de tener unos cuantos pliegues que favorecían el movimiento.

—¡Estás preciosa! Creo que voy a llorar —comentó Pablo, viéndose dramático.

—Es este, estoy muy segura. Me hace sentir plena y orgullosa, ansiando que llegue el gran día —expresé, en un cálido tono mientras movía la falda con ambas manos.

—Oriana... —sollozó Zoe.

Para cuando me di cuenta ya estaba encima de mí, abrazándome y soltando unas cuantas lágrimas que me dejaron anonada por su reacción.

—¡No sabes lo feliz que me siento de que Jax haya encontrado una mujer como tú! —exclamó en cuanto se separó de mí, sonriente.

—Pero no llores... —la calmé.

—Es que soy muy sentimental, y Pablo también —comentó.

Miré de reojo al antes nombrado quien ya se encontraba soltando lágrimas y entre el llanto, limpiando sus ojos con un pañuelo que le había entregado la vendedora.

Me causó un poco de gracia, pero saber que otras personas eran capaces de sentirse felices por mí, me llenaba de mucha ilusión.

—Los aprecio mucho, de verdad, no pensé que se volverían parte importante en mi vida —confesé.

Zoe me miró con ternura.

—Oriana, siempre estaremos para cuando nos necesitas, espero que me dejes ser la madrina de tu futuro hijo —comentó, dándome un leve codazo.

—¡¿Y yo estoy pintado o qué?! —se quejó Pablo, viniendo hacia nosotras.

Los tres terminamos en un abrazo grupal y debía admitir que no me esperaba eso. Fue un poco sorpresivo y mi expresión debía de tener mucha confusión, no pensé que actuarían como adolescentes con la edad que tenían, aunque... Por algo siempre decían que yo tenía cara de culo, tal vez porque no me daba la oportunidad de hacer ese tipo de cosas.

—Bueno, lamento interrumpirlos, pero si van a llevar el vestido necesito que me lo devuelvan para empaquetarlo en una caja como cortesía del local —interrumpió la mujer que habíamos estado ignorando.

Pablo rodó los ojos.

—Se nota que falta un hombre en tu vida, querida —bromeó Pablo, refiriéndose a ella—. Aunque tu jefa estaba peor.

—Entiendo que suele ser muy precavida con los compradores, ha tenido muchos problemas —la defendió—. Por otro lado, soy una mujer casada y con hijos, así que no inventes cosas sobre mí —demandó, con ambas manos encima de su vientre.

Me quedé en shock, Pablo también al recibir una cucharada de su propia medicina. Pero luego carraspeó antes de responderle.

—Tranquila, solo estaba bromeando.

—Voy a quitarme el vestido —informé, moviéndome hacia el probador.

—¿Quién va a pagar? —Escuché desde adentro, mientras me desajustaba el corset.

—Yo —afirmó Zoe.

Jax le había dado su tarjeta, a saber cuántos millones de dólares tenía ahí metido. Por suerte también me ayudó a sacarme una cuenta de banco nueva en donde se aclaraba que no se me quitaría nada, aunque me habían comentado que Richard me jugó sucio al hacer que yo firmara unos papeles legales en donde decía que él me podía quitar todo cuando quisiera...

Lástima que en aquél momento no leí la letra pequeña, así que no pudieron hacer nada con mi caso para intentar recuperar lo que perdí porque había firmado eso hace años, dándole poder a Richard sin saber.

Terminé de vestirme con mi ropa diaria y en cuanto tomé mi cartera, mi celular empezó a sonar. Vi un número desconocido en la pantalla, empecé a sudar frío porque recordé la llamada de Richard.

¿Y si era él otra vez? ¿Iba a amenazarme? ¿Le hizo algo a mi padre?

Tragué saliva, nerviosa y con la mano temblorosa, deslicé mi dedo en la pantalla para responder, asegurándome de que los que estaban afuera no me escucharan, pero vi por un pequeño agujero que se habían ido, supuse que fueron a pagar el vestido...

Quedé sola en el probador.

—¿Hola? —hablé.

—Oriana, un placer volver a oír tu voz —Cada vello de mi piel se erizó al volver a escucharlo—. Veo que te vas a casar pronto, ya que estás comprando el vestido en "Hojas de Otoño". ¿O me equivoco? —añadió, burlón.

En ese momento sentí un nudo en la garganta porque el hombre que me amenazaba sabía dónde yo estaba y cada paso que daba. Eso era lo que más me asustaba de la situación.

¿Pero cómo era posible? ¿Acaso tenía un chip en mi celular o algo así? No entendía. El calor del pequeño espacio empezó a hacerme efecto y las gotas de sudor recorrían mi rostro.

—¿Qué es lo que quieres? No le he dicho nada a Jax —zanjé, entre dientes.

—Lo sé, tranquila. Solo me aseguro de hacerte saber que sé cada paso que das, así que en el momento en que te atrevas a abrir la boca y contarle incluso a tus nuevos amiguitos, tu padre pagará las consecuencias —avisó, en un tono grave y molesto—. ¿O me vas a decir que no está viviendo en la ciudad vecina? De hecho, hace poco unos colegas lo vieron salir de la Calle Igualdad, yendo a su trabajo en una constructora...

En ese momento sentí mucho más terror. Richard no estaba jugando y me lo quería dar a entender en mencionarme cada detalle sobre el paradero de mi padre, no podía creer que supo hasta en el lugar donde trabajaba... Llevé mi mano disponible a mi boca, ahogando un suspiro ansioso.

—No te atrevas a hacerle daño, por favor... —supliqué.

—Tranquila, si tú te portas bien, tu padre también lo estará. Quiero que me esperes, Oriana, hasta entonces no le vayas a comentar nada a Jax, porque nos volveremos a ver, querida —informó, con la voz juguetona—. Más pronto de lo que crees...

—¿Por qué no me citas a un lugar de una buena vez? Así terminamos con esto. Tú y yo, cara a cara —desafié.

Soltó una carcajada.

—Paciencia, a penas estoy colocando las piezas en el tablero. Además, así como lo dices suena aburrido, prefiero más acción, más adrenalina —respondió.

—No te entiendo...

—Ya lo verás, Oriana. Te llamaré una tercera vez antes de dar el jaque mate ¿De acuerdo?

—Maldito.

—Ja, ja, ja. Que grosera te has vuelto. Recuerda, una palabra y tu padre pagará las consecuencias, espero cooperes si quieres que todo salga bien —alegó.

Y colgó. Golpeé por instinto y frustración la pared frente a mí, llena de rabia por no saber qué carajos planeaba Richard, o si solo estaba jugando conmigo y quería mantenerme asustada.

Porque lo estaba logrando.

Salvada por el CEO [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora