Sostuve mis manos encima de mis piernas, procesando la información. ¿Había logrado escuchar mi rugido? Dios, quería que la tierra me tragara por el hormigueo que empecé a sentir de repente.
—¿No tienes que trabajar?
—Puedo tomarme un pequeño descanso para ir a comer contigo. Hay una cafetería cerca de aquí —comentó, ordenando la pila de papeles estando de pie.
Me levanté, dudosa y sintiendo la saliva pasar por mi garganta.
—No es una cita —refuté, entre cerrando los ojos.
—Yo no he dicho nada y ya estás mal pensando de mí, un poco de respeto, Oriana —soltó una leve risa divertida.
Lo fulminé con la mirada, mientras me cruzaba de brazos. Él terminó de arreglar lo que estaba haciendo. Acto seguido ladeó la cabeza en dirección a la puerta de salida, caminó hasta llegar a ella conmigo siguiéndole el paso.
—Pensé que este día sería más... Mmh... Sofocante —confesé, en cuanto salimos de la oficina.
Me percaté que habían más personas, posiblemente trabajadores del lugar, vestidos con ropa formal y caminando ajetreados de un lado a otro, mientras que nosotros íbamos relajados a tomar el desayuno.
Que irónico.
—¿Puedes por una vez aceptar que te estoy dando una vida más relajada y fácil? Me encantaría verte feliz con eso —respondió, acomodando la manga de su muñeca.
—Bueno... ¿Quieres que deje de quejarme? ¡Pues mándame un trabajo más difícil! Soy competente —proclamé, afincando mis tacones en cada paso.
—De acuerdo, como ordenes, majestad —Fingió hacer una reverencia, sin detener el paso—. Luego no quiero ver que te estés quejando porque no puedes hacerlo.
—Me parece perfecto.
No dijimos ni una palabra en el resto del trayecto. Estaba segura que ambos no queríamos dejar el orgullo de lado. Pasamos de nuevo por la recepción, saludando a Pablo, quien nos veía con una sonrisa y moviendo su mano derecha con los ojos cerrados. Luego salimos del edificio rumbo a una cafetería que quedaba casualmente al lado.
Vaya coincidencia.
Supuse que era fácil para todos los trabajadores ir a comer allí. No caminamos mucho y ya estábamos en la entrada. Jax empujó las puertas de vidrio y de inmediato sonó una campanilla, algunos clientes se voltearon a vernos, otros siguieron con lo suyo.
Lo seguí, detallando el lugar que no parecía ser de gente adinerada, más bien era una cafetería común y corriente, llena de todo tipo de personas. Con mesas de madera y adornos de osos guindados en las paredes, también habían plantas en cada esquina. Jax se detuvo en una mesa vacía y se sentó, yo hice lo mismo hasta quedar frente a él.
—Lo mejor son los panqueques, ¿vas a querer eso o algo más? —cuestionó, sin mirar la carta que estaba sobre la mesa.
—Por lo menos me gustaría ver el menú, tampoco quiero pedir mucho si no tengo un centavo... —murmuré, sintiéndome un poco mal.
—Ya te dije que no te preocupes por el dinero, yo pagaré todo lo que necesites. ¿Necesitas ropa nueva? ¿Productos de maquillaje? Lo que sea, puedo comprártelo —Se ofreció, juntando sus manos.
—Me sentiré mal después, Jax. Siempre he comprado mis cosas con mi propio dinero... —resoplé, dándole una ojeada al menú.
Había todo tipo de desayunos, desde sándwiches básicos, hasta el waffle más esponjoso lleno de miel y más toppings que desconocía.
—Por lo menos acepta mi ayuda hasta que logre sacarte una tarjeta nueva, desde un banco de confianza y no el de Richard —propuso.
—¿Qué me garantiza que no me hagas lo mismo que él en el futuro? —indagué, alzando una ceja.
—Yo no soy como él. A parte, quiero casarme contigo, él solo te quería para pasar el rato, ¿o me equivoco? Yo voy por algo serio, Oriana, no te preocupes porque lo menos que quiero es hacerte daño —contestó, con una expresión cálida que me erizó los vellos.
—Supondré que te creo...
—Bienvenidos, ¿ya saben qué van a ordenar? —Una mesera muy hermosa y con un uniforme revelador nos interrumpió.
—Yo voy a querer su mejor panqueque y café... —Me miró, esperando que continuara.
Lo que más me dejó confusa fue el hecho de que Jax ni se inmutó en dirigirle la mirada a la chica que esperaba nuestra orden. A pesar de que yo la detallé y era una joven rubia de ojos azules, sonrisa coqueta y cuerpo de modelo, cualquiera babearía por esa muchacha, hasta me daba un poco de envidia.
Pero el pelinegro no me quitaba los ojos de encima.
—Un sándwich básico, también con café... —respondí.
—Enseguida.
La chica se marchó con una sonrisa de ojos cerrados, en serio, se veía muy linda con ese uniforme casi de maid con delantal. Me quedé mirándola de lejos durante los próximos segundos, hasta que Jax me sacó de mis pensamientos.
—¿Te gustan las mujeres, Oriana? Porque has quedado boquiabierta con la mesera —se burló.
—No. Me parece linda, es todo. ¿A ti no? —inquirí, lanzándole mis ojos más juzgadores.
—Para mí la mujer más hermosa de este planeta eres tú, Oriana —su boca se curveó en una sonrisa coqueta.
—No lo digas así...
—¿Entonces cómo quieres que lo diga? Espera —carraspeó antes de continuar—: Eres como una hermosa rosa floreciendo en el amanecer, puede que estés llena de muchas espinas, pero estaré encantado de atravesarlas algún día y hacerte sentir la mujer más amada de este jodido mundo —añadió, sintiéndose victorioso en su mirar.
No pude evitar soltar una risa por su confesión, me pareció gracioso el tono de voz dramático que utilizó y la manera en que se refirió a mí. Llevé una mano a mi boca, para que no me viera reírme tanto.
—Te falta aprender mucho más sobre cómo enamorar a las mujeres —alegué, sonriente.
—Voy por buen camino, de otra forma no te hubieras reído. Es la primera vez que sonríes de verdad conmigo, Oriana, eso ya es todo un avance para mí —respondió, con una curva sincera de oreja a oreja.
Mis ojos se abrieron y mis mejillas empezaron a darme cosquillas porque era cierto lo que decía. Le había mostrado un lado de mí que él desconocía y que yo evitaba enseñar...
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Salvada por el CEO [COMPLETA]
RomanceOriana Jones ha trabajado como secretaria de múltiples CEOS a lo largo de su vida, hasta que consiguió un trabajo fijo en donde permaneció durante cuatro años. Un día la despiden por haber rechazado acostarse con su jefe, este le quita todo lo que p...
Capítulo 9: Una sincera sonrisa
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