Treinta y siete

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No podían liberar a Gaspar así como así. Seguía siendo un peligro para el resto de los estudiantes. Así que simplemente habían cambiado los calabozos por un cuarto sin ventanas. Seguía siendo austero a más no poder pero al menos tenía un baño decente y el aire ya no estaba viciado con el olor del moho y la soledad. Y se le permitía ver a Hugo y Margot, siempre y cuando hubiera más de un profesor con ello.

Pero antes lo habían llevado a él y a sus amigos al despacho del Director, que más bien parecía el salón del trono de alguna película que Gaspar había vistode pequeño. Era enorme y elegante. Un enorme escritorio de ébano se encontraba frente a un gran vitral que representaba un aquelarre de brujas; aquel era el único detalle de color en la sala decorada en blanco y negro. El Director estaba sentado en la silla que hacía juego con el escritorio. Tenía el aspecto de un rey oscuro sentado en su trono. Se veía relajado y casi entretenido. Gaspar tuvo el mal presentimiento de que él y los demás se habían convertido en meros bufones de aquel ridículo rey.

Les habían ordenado que se sentaran en tres elegantes sillas de ébano, mientras que los seis profesores ocupaban un lujoso juego de sillones ubicado en el centro del salón, quienes los miraban con sorpresa y espanto. Estaba claro que ninguno esperaba verlos allí.

―¿Cree que es seguro tenerlo aquí? ¿Y por qué están los otros dos? ―inquirió el profesor Sheridan señalando a los tres estudiantes de primero.

Al parecer algunos no esperaban ni deseaban verlos allí.

Gaspar se odiaba por hacerles pasar por ello a Hugo y Margot. La chica se había cruzado de piernas y brazos y miraba a todos los profesores con hostilidad; en cambio Hugo se removía nervioso en su asiento. Gaspar había estado a punto de decirle algo, pero el pelinegro extendió su mano para tomar la suya. Hasta ese momento, Gaspar no se había dado cuenta de que estaba temblando. Y tuvo que aceptar que, aunque le daba miedo por ellos, agradecía tenerlos a los dos allí.

―Los he reunido a todos aquí porque hay información de la que deben ser puestos al tanto ―respondió el Director desde su escritorio, llamando su atención. Los miró a todos como un rey miraba a su pueblo. Gaspar no concebía tener relación con aquel ser imponente y majestuoso.

No podía ser su sobrino.

―En la madrugada anterior, los profesores Rodia y Emil evitaron que el estudiante Gaspar asesinara a su compañero ―continuó y tuvo que reprimir una sonrisa al ver a los dos involucrados, atacante y víctima tomados de la mano―. Y estamos en conocimiento de que estuvo involucrado en las muertes de los demás alumnos. Sin embargo, él no es el verdadero culpable.

―¿Qué quiere decir? ―exclamó la profesora Noreen.

El Director tomó aire y contó una larga historia. La historia de cómo se creó la Academia. O, mejor dicho, cómo ella nació.

En tiempos inmemoriales existió un ángel

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En tiempos inmemoriales existió un ángel. Era amable y querido por sus hermanos y el Padre. Era entusiasta y curioso. Disfrutaba de mostrarle a los querubines todos los detalles de la Creación. Cuando el Padre creó la tierra, aprendió sobre ella y se la enseñó a sus hermanos. Padre disfrutaba de ver a sus hijos así de entretenidos y quiso crear otros seres que pudieran maravillarse de igual manera, que admiraran sus creaciones así.

Lecciones OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora