IV

397 14 2
                                    


Laurent


Cada vez que me miraba en el espejo, me daba cuenta de que el brillo en mis ojos se había apagado. A estas alturas, no recordaba cuando fue la última vez que me reí de forma genuina. Ojalá hubiera sabido la magnitud del dolor emocional que me traería involucrarme en una relación con Abby, mi expareja. Pero formaba parte de la condición humana que, al estar enamorado, carecías de la capacidad para construir una barrera de protección ante posibles consecuencias fatales. En otras palabras, te volvías vulnerable y la lucidez en tus pensamientos se desdibujaba. Esto representaba la belleza y la crudeza del amor.

     Anoche, antes de dormirme, me quedé pensando en las palabras de Charles: «Creo que deberías seguir mis pasos. Búscate una banda tú también». Llegué a la conclusión de que, si su consejo resonaba de manera tan intensa en mi mente, era indicativo que debía seguirlo. Y, sin saber si fue obra del destino, al despertar por la mañana, tenía una propuesta en mis mensajes de Instagram, proveniente de una chica llamada Yara.

     Yara: Hola, Laurent, mucho gusto. Mi nombre es Yara y formo parte de la banda «Phorow». Te comento que, justo ayer, sufrimos la pérdida de nuestro saxofonista y estamos en la búsqueda de un reemplazo. De casualidad, me topé con tu perfil y quedé impresionada por tu habilidad con el saxofón, además de notar que eres de la ciudad. No sé si ya formas parte de una banda, pero, si no es así, te extiendo una invitación para unirte a la nuestra. Será un honor contar con alguien tan talentoso como tú.

     Conocía la banda «Phorow». Su nombre ganaba popularidad poco a poco por la ciudad. Tenía entendido que se presentaban en clubes y en cualquier evento al que fueran invitados. No obstante, nunca me había tomado el tiempo para explorar a fondo su música, aunque sí estaba familiarizado con algunas de sus canciones, y la participación del saxofón destacaba como un elemento esencial en su estilo.

     De entrada, no estaba seguro de darle una respuesta definitiva a Yara. Por lo tanto, en mi primera interacción con ella, tan solo le dije:

     Yo: Hola, Yara, mucho gusto. Tu propuesta me parece interesante. ¿Me darías un tiempo para pensarla?

     Yara: Necesito tu respuesta definitiva antes del mediodía. Estamos algo apresurados porque mañana tenemos una presentación. En caso de que decidas no unirte, requerimos de un margen de tiempo considerable para continuar con la búsqueda y asegurarnos de contar con el nuevo integrante para el final del día.

     Aún faltaba una hora y media para el mediodía. Era tiempo suficiente para pensarlo.

     Yo: Está bien. Te diré mi decisión antes del mediodía.

     Yara: Perfecto. Estaré esperando tu mensaje.

     En realidad, no hacía falta una hora y media para pensar en mi respuesta. En mis adentros, mi decisión estaba tomada. No obstante, opté por enviarle el mensaje a Yara hasta el mediodía para agregarle un toque de dramatismo al asunto, o quizá para transmitir la imagen de alguien que analizaba bien las cosas antes de lanzarse de cabeza.

     Mientras tanto, me puse a escuchar todo el contenido que la banda tenía subido a YouTube, desde los éxitos más populares hasta las joyas menos conocidas. Ahora bien, mi atención se centró, en su mayor parte, en las intervenciones del saxofón. Y, suponiendo que necesitaban al saxofonista para mañana, no me pareció un desafío insuperable que no pudiera dominar en un único día. La clave estaba en conocer la lista oficial de las canciones programadas para la presentación, lo que me permitiría concentrarme exclusivamente en ellas.

     Mis clases en el conservatorio empezaban a la una y media, pero mi rutina para prepararme solía iniciar al mediodía. No era de los hombres que se alistaban en cinco minutos o menos; me gustaba tener tiempo de sobra para evitar las prisas. En fin, antes de comenzar a alistarme, le mandé el mensaje a Yara con mi respuesta final.

     Yo: Hola de nuevo, Yara. Ya tomé la decisión. No quiero dejar pasar esta oportunidad, así que aceptaré tu propuesta.

     Mi mensaje fue leído en un santiamén.

     Yara: ¡Genial! No sabes cuánto me alegra que hayas aceptado. El siguiente paso es que te reúnas con nosotros para que nos conozcamos y podamos afinar los últimos detalles para la presentación de mañana.

     Yo: Me parece bien. Pero solo puedo reunirme con ustedes hasta la noche. Estoy en un conservatorio de música y tengo clases por la tarde

     Yara: No hay problema. Intercambiemos números para enviarte la ubicación del edifico donde está nuestro apartamento y así puedas venir en la noche.

     Tras el intercambio de números, me mandó la ubicación del edificio junto con el número del apartamento y acordamos que la hora de encuentro sería a las siete de la noche. Yo salía del conservatorio entre las cinco y media de la tarde, por lo que tendría cero preocupaciones por llegar a destiempo. Hasta este momento, todo marchaba a pedir de boca.

     Durante mi trayecto en transporte público hacia el conservatorio, cuando vi que mi nueva banda también tenía presencia en Spotify, me creé una lista de reproducción con todas sus canciones. Me puse mis audífonos, me sumergí sin reservas en la música y cada canción me confirmó que había tomado la decisión correcta. El estilo de «Phorow» era atrapante, sólido y, sobre todo, muy original.

     Por lo demás, le mandé un mensaje a mi mamá para avisarle que llegaría a la casa más tarde de lo normal. Ella regresaba del trabajo a las siete de la noche, la misma hora en la que sería mi reunión con la banda. En el texto, no le expliqué con exactitud la verdadera razón, pero, para que no pensara que estaba ocupado en cosas sin importancia, le mencioné que tenía que ver con mi futuro de saxofonista.

     En los meses recientes, a causa de mi bloqueo emocional, descifrar mis propios sentimientos se había vuelto una tarea tan ardua como buscar una aguja en un pajar. Sin embargo, en este instante, estaba seguro de sentir ilusión ante el comienzo de mi nueva etapa en una banda. Era un pequeño rayo de sol en mi cielo, que hasta ahora se había acostumbrado a una lluvia constante.

Apegados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora