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「White Lies」
Saerys dejo que Sir Doran le arreglará el cabello. Mientras limpiaba sus puños de la poca sangre desagradable que había en ellas. Respiró hondo antes de entrar a la habitación, como si hace menos de veinte minutos golpeó con brutalidad a Sir Criston Cole.
No es como que le importará realmente, solo se había detenido porque Sir Harrold se lo pidió, de lo contrario sería desechos de dragón.
—He vuelto, mi amor— sonrió la princesa ocultando sus manos detrás de la espalda.
Laena le dedicó una sonrisa dulce.
—¿Te sientes mejor?— pregunta la Velaryon.
—De hecho lo hago— ella asiente—. Tengo algo que decirte, querida.
Su esposa cerro su libro volviendo a ver su esposa. Saerys parecía parada frente a la puerta como una piedra meciendo la falda.
—¿Sucede algo, mi luna?
—Sucede que... AcabodegolpearaSirCristonyloestánatendiendolosMaestresprobablementeconlamandíbulayunapiernarota— dijo con tal rapidez sonriendo con inocencia—. ¿Verdad que no estás enojada, amor?
Laena parpadeó un poco tratando de comprender las palabras de su esposa. Pero no podía totalmente.
—¿Que tu qué?— pregunta ella poniendose de pie, entrecerró los ojos tratando de obtener su verdadera confesión.
—Recuerdas que me enviaste al campo de entrenamiento a relajarme, ¿verdad?
—¿A dónde vas con todo esto, cariño?— frunció los labios y suspiros. Desde que su esposa estaba embarazada era como tener una cuarta hija—. No me enojare, lo juro.
Saerys suspiró.
—Acabo de golpear a Sir Criston y lo están atendiendo los Maestres probablemente con la mandíbula y una pierna rota.
Laena pudo proferir centenas de insultos o regaños en menos de cinco segundos. O sacudir a su esposa embarazada.
Una confesión 'inocente' de una brutal golpiza.
—¿Por qué?— los brillantes ojos amatistas de la Velaryon se cernieron con seriedad ante la Targaryen.
Saerys aumento los movimientos de su mano sobre su vientre.
—El está bien— aseguró torpemente—. Me refiero, seguramente está fingiendo, no le pegue tan fuerte, además, estoy embarazada— una risa sale de sus labios—. Está exagerando.
La princesa Velaryon no tenía ningún aprecio al caballero de la guardia del Rey, por lo que no estaba muy interesada en sus heridas. Avanzo unos pasos haciendo que su esposa se encogiera en su lugar ansiosa por las consecuencias de sus acciones.
