19. Pollo elegante y el agente Lawrence.

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Kairi.

Había caminando por la lluvia durante media hora para encontrar una heladería abierta, pero en todo ese tiempo a mi cabeza no se le ocurrió hacer un clic y decidir volver a casa.

Eso me preocupó, porque si bien estaba algo mal mentalmente, nunca se me hubiera cruzado por la cabeza llevarle helado a Nerissa.

Y ahí me encontraba, viéndola hablar sobre la historia del helado, con su ropa holgada como si fuera su pijama, el cabello húmedo, y más ondulado de lo normal. Seguramente por haberse duchado.

—Y en Francia lo perfeccionaron —terminó— ¿Me estás escuchando?

Parpadeé varias veces.

Claro, para nada me había tildado viéndola.

—Sí, te escuché —asentí varias veces—. Que dato tan interesante...

—¿Por qué siento que estás siendo sarcástica?

Porque no te escuché y estoy tratando de actuar cómo que sí, genio.

Increíblemente no contesté eso.

—No, será la tintura que te quema las neuronas y hace que alucines...—dije.

—¡Ey! Yo no me tiño —exclamó indignada—. Mi color de cabello es natural.

—Peor aún. —alcé las cejas.

Recibí un golpe.

—Ven, pasa o te vas a enfermar —dijo después de golpear mi brazo—. Estás mojada y no por mi culpa.

—¿Por qué estaría mojada por culpa tuya? —pregunté frunciendo el ceño.

Me miró por varios segundos y luego se rió.

—Prefiero quedarme con mi cabeza, así que lo dejaré a tu imaginación. —dijo con diversión.

La miré mal y solo se rió.

Después de cinco minutos entré a su departamento y me sequé los borcegos en su pequeña alfombra que decía "no es bienvenido" y al lado tenía un corazón rojo.

Me reí por lo inesperado que era eso y cuando levanté la cabeza, Nerissa estaba guardando el helado en el refrigerador.

—¿Terminaste bien el turno? —preguntó con la cabeza metida en el congelador.

—Sí, terminé en la enfermería.

Me acerqué a ella y me miró preocupada.

—¿Eh?¿Por qué?¿Estás bien?

—Sí, solo que Gala se preocupó por mis manos —Disimuladamente llevé mis brazos hacia atrás de mi espalda para que no me viera—. Además de que dijo que tendría que ir a un psiquiatra.

Desvié su atención al tema de Gala, porque no quería que ella también me regañara.

—Pues no miente. —comentó cerrando la puerta del congelador.

Rodé los ojos y miré un poco el lugar.

Vi que había dejado su cinturón táctico en la isla de la cocina y desabroché el mío para dejarlo al lado.

—¿Puedo dejar esto aquí? —pregunté señalando con la mirada y asintió.

Dejé el cinturón con mis armas encima de la isla de mármol blanco y luego suspiré.

—¿Estás mejor? —pregunté.

—Me dí una ducha y eso me distrajo un poco —Se encogió de hombros—. Pero no me hará olvidar el hecho de que mi día se arruinó por completo.

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