Sylvain
El viento golpeaba mi rostro como mi corazón golpeaba mi pecho. Aún podía sentir la presión de sus labios, su suavidad, su mirada nerviosa y dulce, la leve presión de nuestros cuerpos cuando estábamos discutiendo. Simplemente me sentía en el cielo mientras pedaleaba hasta casa.
Me sentía feliz. Me sentía un completo idiota feliz porque la chica que le gustaba le estaba prestando atención.
A mitad de cuadra tuve que parar, el celular vibraba como un loco en el bolsillo de mi bermuda y lo saqué solo para ver qué era mi madre. Volteé los ojos, anticipando sus palabras y atendí.
Gritaba de forma histérica, preguntando dónde carajos estaba. Suspiré ante su preocupación exagerada y le dije que estaba en camino. Corte. No quería que sus actitudes de mierda terminarán de arruinarme el día que tuve.
El mejor día de mi vida.
Veinte minutos más tarde ya estaba a las afueras de casa. Las luces estaban prendidas y pude ver una sombra que se asomaba por la ventana.
Me bajé de la bicicleta, me acerque al garaje y abrí la puerta pero fue mi madre seguida por mi hermano, que me dio una mirada de compasión, los que me interrumpieron, dejándome afuera. Mamá estaba en el paso, evitando que pudiera entrar.
—¿Qué demonios te pasa? ¿Por qué no respondes mis mensajes? —exclamó furiosa. Pasé por su lado y entré al garaje para poder dejar la bici, cuando la apoyé en la pared me gire para enfrentarla, como era siempre.
Todo con ella era una batalla durante la semana y la calma solo llegaba los fin de semanas que iba con papá. Estaba harto de ser el que recibiera reproches por las fallas que otra persona cometió.
—Estaba con una amiga, merendamos y charlamos un poco, ya está. ¿Qué tanto problema puedes hacer por eso? —pase por su lado y ella hizo una mueca de disgusto.
—¿Una amiga? ¿Desde cuándo tienes amigas? Estoy segura que solo quiere que te la tires y ya —me gritó siguiéndome, sus palabras hicieron hervir mi sangre. Para mamá no había nadie que se acercara a sus hijos que tuvieran buenas intenciones.
A unos pasos de distancia, Salim permanecía cerca, listo para intervenir si era necesario.
—No hables así de Leili —gruñí dejando la mochila al lado del vestíbulo.
—¿Que no hable como? —sus manos se alzaron por los aires, como si mis palabras no tuvieran sentido para ella. Parecía tan indignada y molesta conmigo. Con Leili—. Si es verdad, hijo, tienes que escucharme, seguro solo te quiere para un acoston y ya —me detuve, no me atreví a voltear a verla, no quería darle el lujo de ver lo mucho que sus palabras me lastimaron.
Silvia Muñoz, porque aún mantenía su apellido de casada, me atacaba de esta forma cada vez que podía solo por mi parecido a mi padre. Descarga toda la frustración de su engaño conmigo, puedo soportarlo, ya he aprendido a lidiar con ello, pero no voy a dejar, jamás, que hable así de Leilani, porque ella es la chica que me gusta, la que me ha hecho feliz sin saberlo durante años y nadie se merece recibir esas palabras sin razón. Nadie.
—No la conoces y no puedes opinar sobre ella sin hacerlo, porque Leilani es increíble, es mi amiga. Es simpática, bromista, bonita y risueña —podría pasarme la noche enumerando cosas sobre ella mientras le tiraba esas palabras en la cara a mi madre. Cuando al fin estuvimos cara a cara, escupí palabras en las que creía fielmente—. Y estoy seguro que el día que la conozcas te dejará con la boca abierta, ya lo verás.
Su rostro se torció de rabia. Ojos idénticos a los míos me devolvían la mirada, no sabía cómo estaba yo, pero toda la alegría de la tarde se había desvanecido con su presencia.
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Querido Sylvain
Teen FictionLeilani y Sylvain siempre fueron uno. Desde que se conocieron. Hasta que se perdieron. Desde ese primer día en el armario de la escuela hasta esa última mañana en la que se despidieron. Siempre uno. Tanto en la vida, como en la muerte. Portada reali...