Capítulo 2 Un poco de chisme

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Leilani

Este chico es interesante. Bueno, quizás exista una mejor palabra para describir a Sylvain, muchas que realmente podían llegar a ser interesantes. Si tuviera mi cuaderno podría hacer una lista.

Curioso.

Tierno.

Nervioso.

Lindo.

...

Con sutileza moví la cabeza tratando de detenerme, en este momento pero no podía continuarla. Mi vista vagaba, bastante entretenida, por los bucles que se formaban en la que caían por su rostro. Mordisqueo mi labio pensando en la cantidad de trenzas que podríais me dejaba.

Estás delirando, Leili. Basta.

Soy demasiado accesible y confiada a veces, y más de una vez me ha traído varios dolores de cabeza, pero no puedo evitarlo, una vez que la timidez inicial desaparece soy un torbellino de tonterías.

En estos instantes, estamos en el armario, es diminuto y un poco claustrofóbico, la verdad, la mayoría de los productos de limpieza sueltan un fuerte olor a químico que me hace arder la nariz pero la imágen del chico frente mío me distrae.

Alto y delgado, poca masa muscular, cabello largo y castaño, de un dulce de leche podría decir, ojos dulces y risueños como la miel, una sonrisa que parece que podría conquistar a cualquiera. Es demasiado, y estamos bastante cerca, también me siento bastante cómoda a su alrededor. Es como esas pocas veces en las que logras congeniar con alguien enseguida sin problema, bueno, creo que eso es lo que me pasa con Sylvain.

No es la primera vez que lo veo, lo he cruzado varias veces en los pasillos a lo largo de los años pero nunca habíamos hablado. Hasta ahora.

Ladeo la cabeza en silencio, el ambiente tenso y nervioso que nos rodeaba al comienzo desapareció dejando una atmósfera amena y tranquila.

Sus ojos vagaban por el lugar, la música pop se reproducía bajo, mis dedos tamborilean al ritmo de esta, los minutos pasaban y pensaba en lo que habíamos acordado minutos antes.

Lo invité a merendar. A mi casa. Que boca suelta. Apenas lo conocía, aunque pareciera simpático y no un psicópata loquito que me pudiera secuestrar, de igual forma, no debía andar invitando desconocidos como si fuéramos amigos de toda la vida a tomar el té. Que tonta, con razón mi abuela aún no me deja sola en la florería.

—¿Estás bien? —su pregunta me saca de mi nube, sus cejas se fruncen y una linda arruga aparece en medio de su frente.

Me hace recordar a un cachorro. Pensé con diversión al verlo mirar los productos de limpieza buscando algo con que distraerse como si tratará de evitar mirarme demasiado para no incomodarme. Que tierno.

—Si, si, solo me volé, me fui a una nube y me perdí —muevo mi mano en un gesto para dejar pasar mi momento de disociación.

—Suele pasar —ríe torpemente y pasa una de sus manos por su cabello de nuevo despeinándose y dejándolo alborotado.

Aguanté un suspiro y entretuve mis dedos con el bordillo de mi falda.

Mi tic está volviendo a aparecer pero me contuve, no puedo acomodarle el cabello a todo el mundo aunque me gustaría, mucho, es tan molesto ver a las personas despeinadas.

—Pareces mayor que yo, —solté de repente, como si de una bomba se tratase, simplemente abrí la boca y dejé que la pregunta estúpida saliera. Pestañee, batiendo mis pestañas como si de las alas de una mariposa se trataran, buscando disimular lo tonta que me sentía— ¿Qué edad tienes? O sea, me debes llevar un año, como mucho dos ¿O quizás eres menor? Esa también es una posibilidad, nunca fui buena tratando de adivinar las edades —me reí pero el nerviosismo por haber metido la pata se filtró en esta—. No es por ser una acosadora, solo soy chismosa —lamí un poco mis labios para humedecerlos y estiré los pies que se me estaban comenzando a dormir por la posición.

Querido SylvainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora