Aquel remilgado y poco corpulento hombre, pero tan ágil como una lagartija, ese líder del gremio de los ladrones en Venecia, siempre pensó que la justicia iba primero que todo, y junto con sus humildes acciones, que los pobres eran más nobles que los mismos nobles, y que si podía hacer una grandeza, sería por ellos.
Era un hombre tranquilo, apacible y más que benigno, cosa que no mostraba con todos, y desde luego, ingenioso. Rápidamente sus compañeros lo admiraron como a un buen líder. Por eso mismo, Antonio nunca necesitó que le dijeran las cosas para comprenderlas, pues con solo verlas, le bastaba, y en el segundo en el que Ezio llegó empapado con el hombre inconsciente y ensangrentado en sus brazos, Antonio no necesitó palabras de Ezio, pues con sólo ver sus ojos, estuvo seguro que al igual que Ezio y su familia, este también era un asesino, y a un asesino no se le podía dejar abandonado a su suerte después de todo lo que habían hecho por uno. Fue sólo cosa de mirar al herido sin conciencia en sus brazos, para indicarle apresuradamente que lo siguiera, y haciendo todo lo posible también para ayudar a detener el sangrado junto a Ezio en ese preciso instante.
Trajeron un galeno consigo, ido a buscar por uno de los ladrones de Antonio, y con estridencia, habían entrado a la habitación. Golpearon la puerta de una patada al edificio del gremio para recostar al asesino en una vieja cama.
El galeno trabajó horas con el asesino luego de haberles pedido a los dos hombres ayudarle a quitarles la ropas. Trabajó arduamente en su herida, limpiándola, aplicando ungüentos de belladona, extirpando residuos externos, e intentando cerrarla con algo así como una aguja caliente e hilo de seda.
Ezio, en ningún momento había estado quieto, pues, aparte de estar algo nervioso, en constante momento estuvo yendo y viniendo con cosas para el doctor, mientras que Antonio trabajaba junto al asistido, quien de vez en cuando abría los ojos, perdido en el tiempo, desmayándose en cada momento, con movimientos erráticos de su cabeza en total desorientación.
Había sido un momento angustioso para todos, se había sentido en el ambiente, pero no el claramente por qué. Era el sentido de una persona importante, aquel asesino que traía una misión, al cual había que salvar de su vida. Ezio sentía que ese tipo estaba ahí por algo, y que se tratara de uno de esos asesinos de los que tanto hablaba el tío Mario, quizá le podría hacer cambiar su mentalidad.
—Estaba envenenado —, mencionó el doctor, limpiando la herida, haciendo a ambos hombres voltear sus cabezas.
Ezio se acercó a él, mirando al asesino. Estuvo seguro de que lo estaba.
—La flecha tenía ricino, un veneno que seguramente sabrás, viene de aquellas semillas que que lamentablemente son altamente peligrosas. Me mencionaste que él se había desmayado luego del cambio drástico de su respiración en cuanto lo tomaste en brazos. Aún así tenemos algo de suerte, pues se puede revertir, aunque a veces es difícil si la dosis ha sido muy alta. De cualquier modo, fue bueno actuar cuanto antes, pues es tan tortuosa como letal las primeras horas dentro del organismo, y si bien ha mostrado síntomas... hay esperanzas. El veneno no ha sido ingerido del polvo de la semilla, sino que injerto, por lo tanto, la efectividad puede tener un grado menor... pero hay que estar atentos.
—¿Qué habrá que hacer entonces, doctor?— preguntó el ladrón con sus dos manos en las caderas, observando atento a cada indicación, y a cada maniobra del profesional.
El hombre de la máscara, con una esponja, junto a la ayuda de los otros dos hombres quienes sostuvieron la cabeza del asesino, le hizo ingerir un líquido de a poco, mostrándose pronto el asesino incluso más relajado.
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The Golden Age [Ezio x Altaïr] || Assassin's Creed
FanfictionAdvertencia: "The Golden Age" es una novela de Ezio x Altaïr. Si no es de su gusto el genero de temática homosexual, tiene el derecho a retirarse. La breve y emotiva historia de Ezio se desarrolla en Venecia, presentándonos el año 1481, alrededor d...