Capítulo 01

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Cuando se es estudiante universitario muchas cosas cambian en nuestra vida sí o sí. Tenemos que dejar de ser tan dependientes de la familia y obligarnos a crecer como personas, como ciudadanos y como jóvenes adultos. Nuestra mentalidad cambia un poco, vienen las responsabilidades y el estrés al no poder cargar con tantas, también esas ganas de querer volver a ser un niño sin preocupaciones y esos días en los que nos levantamos lo suficientemente motivados como para agradecer por ser mayores y hacer lo que se nos viene en gana.

La bipolaridad e inestabilidad mental, como dice mi tía, es algo típico en esta etapa y según ella es difícil salir de ahí, incluso las personas mayores de su edad tienen sus altibajos de vez en cuando así que es cuestión de aprender a vivir con ello.

Afortunadamente hoy es uno de esos días, o noches, en los que me siento motivado, porque como estudiante de último año a unos cuantos meses de su graduación no puedo estar más feliz y orgulloso de todo lo que he podido lograr prácticamente solo. Hoy presento el último trabajo a mi profesor para preocuparme únicamente por terminar mis guardias en el hospital y todo eso del rotatorio.

Trabajo que me parece extremadamente ridículo pero, a este doctor en específico le gusta joder. Y como en la última evaluación que nos hizo en emergencias nos la pasamos bromeando pues este es como una especie de castigo.

Ahora estamos esperando en el aula de clases al profesor Starling, es la única clase que tengo a esta hora de la noche pero es lo suficientemente importante como para no faltar aunque tenga veinticuatro horas sin dormir más de veinte minutos. Estoy agotado pero entusiasmado, me gusta mucho estudiar, esto es una pérdida de tiempo pero... Al diablo, el punto es que me gusta esto.

Sentado en mi asiento termino de repasar unos cuantos apuntes que tienen que ver con la explicación que voy a dar de mi proyecto de investigación, para esta vez elegí el tema de los asmáticos —algo que ya he tratado miles de veces— y como atenderlos en medio de sus crisis; qué medicamentos usar según las patologías del paciente, qué debo y no debo hacer, entre otras cosas. No sólo repaso para que me den la nota, sino para no llevarme mal con el doctor Starling; es condenadamente fastidioso con estas estupideces y es quien casi siempre se encarga de mí durante las guardias porque dice que no va a confiar en nosotros hasta vernos graduados.

Lo único emocionante de todo esto es que al menos ya no lo veré mas en un tiempo, oí que se irá de vacaciones por su aniversario de bodas.

—¿Nervioso? —pregunta Bona, una de mis compañeras. Sonrío amable, es de las pocas que me cae completamente bien y con la que soy bastante cercano.

—Nah, estoy bien —reímos— ¿Tú?

—Me gusta atender pacientes con heridas de bala, así que sí —eso ya lo sabía, la pelirroja que se sienta a mi lado pretende ser cirujano y todo lo que tenga que ver con un quirófano le atrae—. Estoy bien.

—Debemos estarlo —habló otra voz, Tara, la chica que se sienta a mi otro lado cruza las piernas acomodando los lentes sobre el puente de su nariz—. Muchas vidas dependen de nosotros, así que debemos tener todos los conocimientos y saber usarlos.

Como si ya no nos hubiera tocado esa parte.

Hay que dejar algo en claro, para elegir una carrera en el área de salud hay que tener más que presente que, si no te gusta, estas jodido. Y como es evidente ya, a mi me gusta mi carrera lo suficiente como para soportar tantas cosas y a tantas personas desagradables. Ser medico es salvar vidas, perderlas, leer, no dormir, olvidar cosas muy a menudo, confundirse, que te vomiten encima, soportar mocos y demás.

Tiene más desventajas que ventajas, si lo vemos mejor... Aun así me gusta.

—Cada vez que hablas me recuerdas a mi abuela —suelto una carcajada a lo que Bona dice y Tara rueda los ojos sonriendo a medias, esas dos siempre tienen algo que criticarse.

Bloody Mary #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora