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La ciudad era un completo caos, casi nadie sabía de la muerte del rey Viserys a salvo de los que se encontraban en la fortaleza y a las personas que habían invitado a la coronación de Aegon como su nuevo sucesor.

Maela veía todo desde el templo junto a Aemond, este era consciente que su sobrina seguía molesta con él por las actitudes que había tomado contra ella al pisar un pie en la fortaleza.

El platinado podía notar la mirada triste que la pequeña poseía, algo que le rompió su corazón, pero años después —según él—, se lo agradecería y sería una feliz princesa. Él la miraba de una manera peculiar, sabía que se veía preciosa con el vestido que este le había elegido con Alicent.

Disimuladamente, se acercó a ella parándose a su lado mientras Jaehaerys le cedía su puesto para estar atrás con su madre.

—¿Estás bien, Maela?

—Mi abuelo está muerto, tío. ¿Debería estarlo?

—Tú padre será rey, por lo tanto, en unos años podrás ser reina.

Ella lo miró con tristeza.

—¿Eso es lo que te importa? ¿el poder? Vaya, pensé que eras diferente a las demás víboras.

—Eres muy joven para entender que lo que estamos haciendo será el bien y el futuro de ustedes tres.

La joven se ríe negando.

—No me sorprendería que tu ambición y poder llegaran tan lejos de esperar una noche y matar a mi padre para que la corona pase hacia ti.

Aquellas palabras hirieron un poco el corazón del tuerto, pero no dejó que eso se notara con facilidad.

—Perdón por apartarte, solo quería protegerte.

—Me encerraron en mi habitación como si fuera un prisionero.

—Teníamos que encontrar a tu padre.

—Lo que digas, tío Aemond.

—No me digas así.

—¿Por qué? Solo eso eres, me lo dijiste hace unas horas. ¿O no lo recuerdas?

Aemond trató de tomar la mano de su sobrina cuando la mirada de su madre y abuelo se alejaron de él.

—Me comporté como un imbécil, deja que te lo compense después de la ceremonia.

La princesa se soltó de su agarre y miró al frente, concentrándose en la entrada de su padre. Al menos le alegraba la idea de que su padre permanecía aún en King's Landing y no los había abandonado como muchas criadas murmuraban por los pasillos.

Daeron se acomodó al lado de Aemond mientras este seguía observando a su sobrina sin pudor.

—¿Quieres que Aegon te mate?

—¿De qué hablas?

—Deja de ser tan descarado para ver a nuestra sobrina así, al menos ten un poco de respeto en público, o si no madre enloquecerá.

—Se ve muy bonita —murmuró algo que la joven princesa escuchó y no pudo evitar sonrojarse y mirarlo.

Aemond le sonrió con diversión, pero esta apartó su mirada y se centró en su padre que ya había llegado cerca de ellos.

Su abuela Alicent se acercó a su padre y besó su frente para luego llevarlo hasta la parte donde sir Criston lo coronaría.

—La corona del Conquistador, heredada a través de generaciones —alzó la corona para luego colocársela a Aegon.

El Amor en la Gran Guerra || Aemond TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora