Capítulo tres.

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Capítulo tres:

"Ojoloco Moody"

Draco no estaba emocionado por la nueva jornada, de hecho estaba cansado. Las visiones se habían hecho parte de su día a día, pero era siempre la misma.

Cedric muriendo. Una y otra vez, en un loop.

Debería sentirse peor, pero realmente estaba muy cansado para eso. Prácticamente vivía por las pociones para dormir, eran su salvación.

Había estado caminando solo, muy temprano en la mañana, decidiendo que ese día trataría de disfrutarlo, por lo menos antes de tener que lidiar con las primeras clase de ojoloco. Recordaba que en su tiempo eran muy movidas, pero aterradoras.

—Hola Draco. —saludó Luna, dulcemente, pasando por su lado.

Él la miró, confundido. A su alrededor no había nadie más, era demasiado temprano, incluso para algunos profesores. ¿Qué hacía ella por ahí?

Y peor aún, descalza.

— ¡Lovegood! —llamó, trotando tras ella. La chica se detuvo, sonriéndole tranquilamente. Sus estrafalarios lentes estaban en su cabeza, como habituaba—. ¿Qué haces a esta hora, sola y descalza?

—Oh, es que los nargles robaron mis zapatos. Los estoy buscando.

Draco tuvo un deja vu.

En segundo año se la había cruzado, distraída y temblando. No tenía su suéter ni su capa, alegando que los nargles los habían hurtado y escondido.

Draco le dio su capa, transformándola en una con el escudo de Ravenclaw, para que pudiera conseguir algo de calor. Algo, muy en el fondo de su cabeza, le dijo que no era ninguna criatura mágica la que tomaba sus cosas, pero nunca lo verbalizó.

Durante esos dos años, no fueron las únicas veces que aconteció la pérdida de objetos. El rubio solo deseaba cruzarse con el bromista, para intercambiar algunas palabras.

—¿Necesitas ayuda? —preguntó, porque siempre era bueno saber si la chica quería soledad o no. Ella, por supuesto, aceptó.

Caminaron hombro a hombro un largo rato, mirando por las aulas, arbustos y columnas. El rubio la acogió como una hermana menor, a la que debía cuidar y ayudar.

Realmente nunca había querido hermanos, y prefería no tener ningún otro bebé en manos de Lucius, suficiente mal le había hecho a él.

Hubo un momento, cuando ya el sol alumbraba los amplios pasillos, en los que Luna se colgó en su espalda, y Draco decidió que la llevaría así hasta que encontrarán zapatos.

O le fabricaría algunos, o dejaría a alguien más sin zapatos, ¿A quién demonios le importaba? Algo maquinaría. Había solucionado cosas más importantes antes.

Harry, San Potter, apareció con un par de zapatos colgados al hombro. Caminaba hacia la oficina de Filch, muy decidido.

— ¡Oh! ¡Esos son! —exclamó Luna, emocionada, bajando de un brinco, para acercarse a Harry—. Gracias Harry.

El elegido le sonrió, asintiendo. Se miraron entre ellos y después a Luna.

— ¿Se conocen hace mucho? —preguntó Draco, al mismo tiempo que Harry murmuraba—. No sabía que se conocían.

Ambos Slytherin se miraron, antes de empezar a reírse. Luna les sonreía, mientras trataba de colocarse sus zapatos, aún estando de pie.

—Nos conocimos el año pasado, en invierno. No tenía abrigo, y le di mi capa.

Go back in time: Cuarto año.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora