Capítulo 31.

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"Siento que mi corazón quiere salir de mi cuerpo a alcanzarte cuando te veo cerca de mí".

JENNIE KIM.

—Hablaré con los dos —inició mi padre—. Y quiero la verdad, no me cambien la historia, porque si lo hacen me daré cuenta de ello.

—Al punto, papá —presionó Jaemin.

Yo me mantuve en silencio, no quería que este se enojara más de lo que ya estaba; sus castigos muchas veces eran severos, y a mí no me gustaban. Era mejor quedarse en silencio a la hora de el hablar. Aunque a Jaemin poco a nada le importaba eso.

No esperaba la aprobación de nuestro padre, y mucho menos la de mamá, ahora estaba algo más rebelde. Y todo eso pasó desde que los Manoban llegaron a este pueblo. Pero dentro de mí siento que esto tarde o temprano iba a suceder.

—No me contestes, no emitas ni un sólo ruido, Jaemin. Estoy harto de que siempre estés llevándome la contraria. No entiendo el porqué no puedes ser como tu hermana. Ayer llegaste borracho, presiento que eres tú quien la está llevando por ese camino y obligándola a salirse de la iglesia —levantó falsas acusaciones.

Fruncí el ceño, pero no dije nada. Al final del día, temía por lo que fuese a hacer mi padre.

Jaemin se colocó de pie, ante la calumnia de este.

—¡Eso es mentira! —expresó, furioso—. Yo no obligo a nadie a hacer algo que no quiera; pero claro, como Jennie es tu hija ejemplar, la que no rompe ni un plato. Date cuenta que no haces sino encerrarla, la mareas, papá. Si Jennie se fue es porque está harta de tus malditas palabras, de que te hagas el santo en la iglesia pero aquí maltrates y exijas de más a tus hijos.

—Yo sólo pido que estudien, les doy todo, les pago todo —echó en cara—. Sólo pido que no sean malagradecidos, pero parece que eso no basta para ti, Jaemin —me miró—. Y para ti tampoco, Jennie. Yo esperaba más de ti.

Me puse de pie, —Y lo estoy dando, papá. Pero yo también quiero poder salir.

Rio con acidez, —¿Salir? ¿con quién? tú nunca me pediste esto, y estoy segurísimo de quien es la persona que te está mal influenciando.

—Ahora di que soy yo, porque claro, siempre he sido el hijo que no hace nada. Que por más que te enseñe sus buenas notas, jamás seré nada. Porque Jennie siempre será esa hija, papá —Jaemin tenía los ojos cristalizados, y me dolía ver a mi hermano así.

—No digas estupideces, no quieras manipularme, Jaemin. A Dios no le gusta eso —comento mi padre.

—¿Por qué no dejas de pensar en Dios y piensas mejor en lo que quieren tus hijos? —inquirió Jaemin—. Pero es más importante la iglesia que nosotros, eso siempre ha sido así.

—¡Cállate! —la mano de mi padre cayó en la mejilla de Jaemin, sacándonos un grito ahogado a mi madre y a mí.

—Papá... —susurré, sorprendida por ese acto.

Este nunca nos levantó la mano a ninguno de los dos, pero ahora lo desconocía totalmente; sus ojos estaban inyectados de sangre, y su rostro rojo, un poco más y explotaba. Y no se le veía ninguna clase de arrepentimiento por el acto cometido. Mamá no toleraba los golpes, y esto le desagradó por completo, al ver su rostro supe que era así.

Jaemin se llevó la mano al rostro y resopló. Estaba reteniendo la lágrimas.

—Esto era lo que querías, golpearme, porque eres así. Lo tuyo siempre ha sido hacerme sentir inferior, pero no más, padre. Esta vez sí que me largo —corrió escaleras arriba.

Amando La Terquedad De Tu Alma. (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora