— ¿Te vas a ir? — pregunté siguiéndole el paso.

— Sí, se han perdido documentos de unos pacientes — bufó de mala gana e hizo una mueca —, pero ni creas que te has salvado — advirtió —. Sólo no lo vuelvas a hacer, o me veré obligada a castigarte.

— Bien — asentí, ella me miró con los ojos entrecerrados.

— Te preparas algo de comer, y si vas a salir con Zev, avísame, te quiero aquí en casa antes de las ocho — ordenó mientras se ponía su saco de color crema.

— ¿Antes de las ocho? Oh, eso me dará tiempo para mmmm ¡nada! — espeté sarcástica— Igual no creo salir con Zev— gruñí de mala forma mientras me dejaba caer al sillón.

— ¿Siguen peleados? — mamá preguntó tomando su bolso.

Ella había estado cuando Zev vino por mí para ir a su entrenamiento, así fue como escuchó los insultos y gritos por parte de mí y él. Sin embargo a regañadientes subí a su auto haciéndole gestos.

— Es un idiota — hice una nueva.

— Así funcionan las amistades, cariño. Él te quiere — sonreí de lado —. Ya, me tengo que ir, cuídate.

Estaba a punto de abrir la puerta cuando la pregunta salió por sí sola — Mamá, ¿por qué las personas se drogan?

Ella se detuvo y me miró con la cara más confundida que jamás había visto, -o tal vez sí y no la recordaba- frunció su ceño.

— ¿Por qué la pregunta?

— Hemos tenido una platica sobre las drogas y me ha entrado curiosidad — mentí encogiéndome de hombros.

Ella lo creyó y relajó su rostro — Bueno, a veces es por problemas familiares, privados, un trauma en su niñez, falta de comunicación con sus padres o llegan casos en que sienten que el problema son ellos mismos — explicó fluidamente —. En algunos casos solo porque quieren hacerlo sin ningún por qué.

Mamá había estudiado psicología y ayudaba a personas con problemas, mayormente eran muchos adolescentes y uno que otros adultos, se había especializado en eso, y creo que por eso nuestra relación era buena y estable.

— Ah — fue lo único que dije y mordí mi labio.

— Ahora si, hasta luego — se despidió y salió por la puerta para después cerrarla detrás de ella.

Me quedé en el sillón recostada y miré hacia el techo. La casa estaba en un completo silencio. Y así era siempre; el silencio en ella era tan triste, siempre habíamos intentado que tuviera vida y acoger lo pintoresca como toda casa normal, pero era imposible. Después de que mi padre se fuera, mi madre había estado levantando esta casa por sí sola, la cual era grande solo para dos personas, pero aun así las dos estábamos unidas, ella y yo teníamos una relación muy bonita de madre a hija, no negaba que habían desacuerdos o peleas entre nosotras, pero era algo normal, siempre terminábamos abrazadas viendo una película que a ella no le gustara y se durmiera a la mitad.

Las palabras de Luke cuando subía por las escaleras se proyectaron de nuevo en mi cabeza.

Después de todo no había servido de nada. Era lo mismo si perdía la clase con la profesora Kearney, aunque creo que hubiese sido peor. No sé por cuánto tiempo más estuve recostada en el sillón hasta que el sonido del timbre hizo que me levantara. No tenía idea de quién podría ser. Arrastré mis pies por el piso hasta llegar a la puerta, la abrí ligeramente para saber de quién se trataba. Una mata de rulos dorados se asomaba por encima.

— Hey — saludó Zev sonriendo a medias.

Su mirada era de cachorro regañado. No podía seguir tratándole mal, había estado evitándole sus llamadas, en el entrenamiento solo lo veía sin ninguna pizca de emoción. Todos sus compañeros se habían dado cuenta. Por más que se hubiese comportado como un idiota, era un gran chico. Después de todo el solo cuidaba de mí, como aquel único hombre sobre-protector que tenía en mi vida.

BOULEVARD © #1  [✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora