𝐄𝐏Í𝐋𝐎𝐆𝐎.

                                    

                                          
◝──────────────────────◜
DANDELION: epílogo.
───────⊰·♡·⊱──────

                            

                                
                            
                              
                                  
                              
                              
                                
                                  
                                  
                                
                              
                             
                            
                            
                          
                          
Una suave brisa movía sus cabellos de aquí para allá. Sentada en el mismo campo el cual meses antes compartía con uno de sus compañeros de vida, miraba el cielo pacífico teñirse en naranjas.
Su vista se dirigió al suelo bajo suya, tomando y cortando con suavidad un diente de león que se balanceaba a la par de su cabello suave. 
Lo observó, lo apreció, lo analizó. Habían algún que otro hueco, que no se veía a simple vista, pero que aún así notó. Guardó aquél diente de león en uno de sus bolsillos, le daba pena tirarlo.
Miró nuevamente hacia abajo, tomó otra de esas flores. También la observó y apareció, analizo y notó que todas sus flores seguían intactas. Probablemente por el hecho de que su tallo era algo más corto que el de los demás dientes de león y estos frenaban el viento que podría dirigirse a este mismo.
Lo puso frente de su rostro, lo miró otra vez.
Suspiró cerrando sus ojos con fuerza y, finalmente, sopló con suavidad..
Tenía miedo de abrir sus párpados, miedo a volver a ver aquello que veía cada vez que soplaba un diente de león...
No quería saber que aquello era verdad.
Sus ojos se abrieron, primero observaron su propio regazo, negada a observar la flor en su mano. Entonces luego de unos minutos, la observó: vacía.
Suspiró.
La dió vuelta entre sus dedos, la observó nuevamente, tratando de contar cuantas florecillas quedaban, mas no pudo hacerlo, pues no había ninguna.
Negó con la cabeza y dejó aquella flor pelada en su lado izquierdo, agregando un diente de león más a aquél gran conjunto de estos vacíos.
Lo había intentado varias veces, deseando que en estos quedarán, por lo menos, una sola flor. Pero nunca fue así. 
Siempre se despedían y disipaban en el viento. Quedando idénticos a los dientes de león en el ramo que había formado, ahora, Lee Heeseung.