21

2K 70 27
                                    

NARRA MATEO

- Entonces la señora Hills es la madre de ese gil? —pregunté aún sin entender muy bien lo que Paloma me acaba de contar.

- Sí, hubieras visto mi cara cuando me la encontré en su casa. —dijo riendo.

- Eso significa que...

- Que él y yo seguimos siendo novios, por ahora. —suspiró.

- No Paloma, no me digas eso por favor. ¿Qué carajo tengo que hacer para estar con vos? Parece que el universo no nos quiere juntos.

- Pero tampoco separados. —sonrió. —No lo sé, igual queda poco para acabar este curso...

- ¿Y mientras tanto tendré que seguir fingiendo que entre nosotros dos no hay nada?

- Si no lo haces me hará la vida imposible.

Asentí porque tenía razón. Aunque no quiero seguir fingiendo, no me quedan otras opciones.

- Dale, no te pongas triste amor. —dijo ella acariciando mi mejilla.

- Prométeme que no te vas a acostar con ese malpa...

- Te lo prometo. —dijo ella mirándome a los ojos.

Se puso encima de mí con cuidado y puso sus manos alrededor de mi cuello.

- Te amo. —susurró cerca de mi oído. —No sabes cuanto me pone verte así. —suspiré profundamente.

- Yo también te amo, pero por favor no calientes la comida si no te la vas a comer. —soltó una risita.

- Por cierto, tengo hambre. No comí nada desde el almuerzo.

- Solo decime lo que querés comer y salgo volando. —sonrió.

- Pizza.

- De una. —le di un beso.

(...)

- ¿Han decidido que van a pedir? —preguntó el camarero mirando demasiado insistente a Paloma.

- Sí, este vino — señalé uno de la carta — Una pizza muzzarella y otra —miré a Paloma.

- Calabresa, gracias. —le dijo ella al camarero.

- Con mucho gusto. —respondió este sonriente y lo miré con cara de asco.

Él se fue y Paloma empezó a reírse al ver mi cara.

- ¿Está celoso profesor? —se mordió el labio.

- No. —negué aunque era más que obvio que estaba mintiendo.

El camarero trajo el vino y nos sirvió, aún sin dejar de mirar a Paloma. Otro pajero.

Las pizzas llegaron al poco tiempo y mientras comimos hablamos sobre lo que ha pasado durante todo este tiempo en el que estuvimos separados.

- ¿Tus viejos como están? —pregunté por curiosidad.

- Bien, hablé con mi padre ayer y me dijo que vendría a visitarme la semana que viene.

Paloma y yo llevamos casi un año juntos y aún no conocí a sus padres. Ni siquiera sé si ellos saben que estamos juntos, Paloma nunca me habla sobre ellos.

- Pronto te los presentaré... Ellos todavía no lo saben. —dijo ella al ver que no contestaba. —los tuyos como están?

- Bien, esta tarde les dije que volvimos y se alegraron mucho. —sonrió.

Acabamos la botella de vino y pedí otra más.

- No sé como llegaremos a casa. —dijo ella riendo.

- Yo ya estoy un poco borracho. —empecé a reírme.

- Y yo también... ¿Puedo contarte un secreto? —susurró.

- Decime.

- No llevo puesta ropa interior. —se tapó la cara con las manos como una niña pequeña.

- ¿Podemos irnos ya a casa? —pregunté ansioso.

- No. —una sonrisa traviesa apareció en su cara.

Vi que algo se estaba moviendo por debajo de la mesa. Miré disimuladamente y vi que se había quitado los tacones. De la nada sentí su pie acariciando mi miembro por encima del pantalón.

- Paloma...

- ¿Sí? —preguntó mirándome a los ojos.

- Para. —le dije serio.

- No quiero. —dijo sonriente. ¿Cómo vas a impedir que siga?

Metí mi mano por debajo de la mesa y acaricié su pie. Lo deslicé por encima de mi pija haciendo más presión y ella se mordió el labio.

- Está muy dura. ¿Vamos a casa? No puedo aguantar más.

Asentí y ella quitó el pie para volver a ponerse los tacones. Me levanté para ir al baño y ella hizo lo mismo. Miré mi erreción por unos segundos y aunque intenté bajarla un poco fue imposible. Pagué la cuenta y le di la mano para caminar juntos hasta mi coche.

Nos montamos rápidamente y arranqué el motor, intentando centrarme en la carretera.

- Estoy muy mojada. —jadeó.

- Paloma, estás siendo muy desobediente. Cuando lleguemos tendré que mostrarte como portarte bien.

- Lo siento señor.

(...)

Llegamos a mi departamento y dejé el coche en el garaje. Le abrí la puerta y le di la mano para que se levantara. La subí en mis brazos hasta que su culo quedaba casi a la altura de mi cara. No pude resistirme y lo mordí por encima de la tela.

- ¡Mateo! —exclamó ella sorprendida.

- ¿Vas a seguir portándote mal, Paloma?

- Sí. —le di una palmada.

La bajé con cuidado y le di un beso. Puedo ser un tóxico posesivo con ella, pero eso no quita que la quiera más que a nadie en el mundo.

- ¡No me lo puedo creer! —gritó alguien. — ¡Paloma, decime que no es lo que parece! ¿Qué hace este gil con vos?

Miramos los dos a la vez para ver de quien se trataba y casi me da un paro cardíaco al verlo.

- Valentín.


































Hola amores de mi vida.

𝐏𝐚𝐥𝐨𝐦𝐚 𝐈𝐈𝐈; 𝐓𝐑𝐔𝐄𝐍𝐎 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora