XCVI. Busco en vano algo real en la mecánica clásica.

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Minuto tras minuto, las tiendas se fueron cerrando. Taehyung esperó pacientemente junto al lecho de fuego moribundo hasta que el último se había ido, y entonces recogió su mochila, se la echó al hombro y se dirigió a la tienda del señor Kim. Abrió la cremallera y se metió en la húmeda oscuridad de su interior. Apenas pudo distinguir los dos sacos de dormir colocados uno al lado del otro, uno de ellos lleno. Descubrió que el Sr. Kim dormía de lado con los brazos enroscados alrededor de la almohada. No estaba dormido; su respiración era regular, húmeda y uniforme.

Taehyung dejó sus cosas y se quitó los zapatos. Se quitó los jeans. Tenía las palmas de las manos húmedas, pero lo ignoró.

Una exhalación forzada.

—Taehyung...

—Sí.

—No eres mi compañero asignado.

—No —dijo Taehyung —No lo soy. Lo siento.

—No, yo lo siento. Soy un imbécil.

Taehyung se sentó encima de su saco de dormir, con el codo en la rodilla, la barbilla apoyada en la mano. Estudió la forma del Sr. Kim en la oscuridad.

—Cuéntame sobre ello.

Los omóplatos se encogieron y se retiraron, los músculos se tensaron. Taehyung se apresuró a seguir: —Me refiero a que quiero que me cuentes cómo te sientes.

—No.

—Dime que sientes algo por mí.

No pensó que obtendría nada. El Sr. Kim tenía la mejilla tan apretada contra la almohada, la espalda mostrada a Taehyung tensa como un lazo de cordón, que parecía que ninguna palabra podría ser forzada a través de las defensas. Pero llegó, agonizante y casi inaudible: —Lo hago.

Oh.

—Oh —dijo Taehyung, le dolía mucho.

El Sr. Kim se movió, dándose la vuelta para buscar en su cara. Sin sus gafas, parecía más joven. Su pelo caía sobre su frente en hebras desordenadas.

—Siento demasiado —dijo tranquilo —Y podrías preguntarme por qué, pero no creo que pudiera decirlo con la mitad de las lindas palabras que tú ocupas, Taehyung.

—No tienes que hacerlo.

—No, y no debería —sacudió la cabeza. —Es algo que voy a tener que superar, y algo en lo que definitivamente no tienes que involucrarte. Ni siquiera se me permite pensar en ello, ¿de acuerdo?

—¿Quién lo dice?

—Yo no...

Se detuvo cuando Taehyung empujó los talones de sus manos hacia el suelo, levantando su peso. Taehyung se arrastró más cerca. El señor Kim lo observó, paralizado.

—Deberíamos hablar más de esto —le dijo Taehyung, con cuidado de mantener la voz baja —Pero se nos da muy mal. Hemos sido, repetidamente, terriblemente malos en esto.

Había algo que se acercaba a la miseria absoluta en la forma en que el Sr. Kim lo observaba, mirando hacia arriba, poco más que una franja de azul en la oscuridad y el débil brillo de su camisa mientras su pecho subía y bajaba. Era hermoso, y mejor que el cielo, y Taehyung sintió el otro saco de dormir bajo sus dedos y se agachó.

Relatividad GeneralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora