No supe en qué momento me quedé dormida, sólo que probablemente lo había hecho encima de Axel, porque podía recordar unas caricias suaves y detenidas sobre mi espalda. Aquel contacto cálido me había mandado directa al mundo de los sueños, aunque lo que encontré allí me persiguió incluso después de que abriera los ojos.
Aquella noche soñé con una profunda oscuridad, un bosque negro desprovisto de todo tipo de luz y tan gélido como las aguas del océano antártico. No había allí ningún sonido, ni tampoco compañía alguna, solo tinieblas y una incertidumbre que me hizo encogerme presa del miedo. Pensé que me había perdido para siempre cuando escuché un susurro a mis espaldas, y cuando me giré hacia aquella voz sólo fui capaz de enfocar el contorno de una mano que parecía exigir la mía. Fui a tocarla, pero entonces oí unas palabras murmuradas por unos labios muy distintos; y ahí encontré otros dedos, otro camino, otra oscuridad que seguir. Sin embargo, me había despertado antes de estirar la mano hacia ninguna de las dos.
Abrí los ojos incorporándome de repente. Me llevé una mano a la frente y descubrí que estaba empapada en sudor a pesar de que el airea condicionado estaba apagado. Miré a mi alrededor cuando me di cuenta de que me encontraba en mi habitación, y fruncí el ceño porque desde luego que no me había dormido ahí. Me puse en pie de un salto ignorando la frialdad del suelo y recorrí el pasillo hasta llegar al salón. Una punzada de decepción me embargó cuando no vi a Axel allí y después de unos minutos de inspección me di cuenta de que se había marchado.
Me obligué a arrastrar los pies hasta la cocina y casi me dejé caer sobre la encimera al mismo tiempo que la cafetera se ponía en marcha, con un ruido que me pareció realmente fastidioso.
Estaba cansada.
Y no por el hecho de que llevara dos noches sin pegar ojo, sino porque el amargo sabor de la verdad se arremolinaba en mi estómago debilitándome por completo. Axel lo había descrito a la perfección: existían dos caminos pero un sólo puerto, y yo estaba tan perdida como un extranjero sin mapa. Mis sentimientos se habían enredado tanto que, incluso las manos más expertas no podrían resolverlo sin dar un mal tirón. Y yo sabía cual podía ser el precio de un mal tirón. El rostro de Axel serio y apesadumbrado me golpeó como un látigo en la espalda. Quería dejar de pagar ese precio, y lo quería por encima de todas las cosas.
El café dejó de brotar de la máquina y yo me quedé observando como la taza estaba a punto de rebosar. Suspiré perdida en el hilo de mis pensamientos.
Axel y Cayden no eran realmente dos caminos, ni siquiera dos manos en la oscuridad, eran dos corazones, uno mucho más maligno que el otro desde luego, pero al fin y al cabo mucho más que una simple decisión.
Pegué un brinco cuando el timbre de casa sonó y me apresuré hacia la puerta abriéndola de un tirón. Entrecerré los ojos cuando la claridad de la mañana me golpeó de repente, y me sentí como un vampiro descubriendo el sol después de mil años encerrado en una cueva.
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La mala del cuento ©. [TERMINADA]
RomanceNo hay nada peor en el mundo que un corazón roto, y eso Emma Wallace lo sabe bien. Dos años después de que Cayden se apartara de su vida, Emma sigue sin ser capaz de superarlo. Lo ha intentado todo: sentir indiferencia, mirar hacia otro lado cuando...