Capítulo treinta y dos

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—Muchísimo.

Sin dejar de sonreír, me levanto en puntillas para besarlo. Alex me aprieta entre sus brazos y frota mi espalda con las palmas abiertas de sus manos. ¿Cómo es que eso se siente tan estimulante a pesar del grueso abrigo que nos separa? Solo puedo imaginar lo que sería si no hubiese tanta ropa de por medio...

—Me alegra que hayamos venido a Cornerstone juntos —dice Alex, ajeno a mis sucios pensamientos—. Al final sí que debo agradecerle a Thad por inventarse el plan.

—Todos le agradecemos, han sido unos días maravillosos —asiento—. ¿Sabes qué sería también muy maravilloso?

Sus cejas se juntan con curiosidad.

—¿Qué?

—Que vinieras conmigo a casa más tarde.

—¿Es una invitación?

—Bueno... —me encojo de hombros—. Mañana vas a volver a trabajar en Caffeine y yo tengo que ponerme al día con los pendientes del Hada Madrina. Podríamos aprovechar para pasar tiempo a solas y hacer algo tranquilo. Tarde de Netflix y mantita.

—«Netflix y mantita» —repite, aguantándose la risa porque está claro que conoce la jerga—. Ya veo.

Saco el labio inferior y elevo las cejas.

—¿Me vas a rechazar?

—Oh, no. No. No me atrevería —repone con cara diplomática antes de reír y depositar un besito en mis labios—. Pero tendremos que pasar primero por las provisiones.

—Pues claro. No se puede tener una tarde de Netflix y mantita de otro modo. —Respiro hondo y suelto el aire de golpe, emocionada—. En fin, a darnos prisa. Ahora sí me muero por llegar a Bellington.

Lo sujeto de la muñeca para salir.

—Vas a matarme, carajo. Vas-a-matarme —murmura entre dientes mientras arrastra mi maleta detrás de nosotros.

Tan solo rio.

Mira, no fue planeado, pero vi la oportunidad y la tomé. Porque los dos somos adultos, porque no quiero alejarme de él todavía y porque me muero de ganas. Así de simple.

El resto del grupo ya ha acomodado su equipaje en la minivan cuando bajamos, por lo que es cuestión de minutos antes de reunirnos todos en la entrada para despedirnos de Aurelia, Sybil y Leo. Un poco más tarde emprendemos el camino de regreso a la ciudad. En esta ocasión Thad no dice nada cuando Alex sube atrás para sentarse a mi lado y Marigold va adelante en el puesto del copiloto, junto a él.

Tres horas después llegamos a la casa de Della y Li.

—Misión cumplida, estimados pasajeros. El viaje ha terminado.

Nos amontonamos en la parte trasera de la minivan para sacar las maletas. La primera en salir es la mía y luego la de Marigold.

—Me marcho primero, chicos —dice la rubia—. Gracias por haber sido tan amables conmigo durante los últimos días. Disfruté mucho la compañía de todos ustedes.

—¿Te vas por tu cuenta? —le pregunta Thad, sorprendido por este hecho.

Marigold asiente con las mejillas ruborizadas y señala el auto negro al otro lado de la calle.

—Le pedí a mi chofer que me recogiera.

—Bien —Thad le sonríe—. Hasta pronto, Marigold.

Ella le devuelve el gesto de forma breve y termina de despedirse del resto. Cuando le digo que espero verla de nuevo en el futuro, no es solo por cortesía. De verdad me gustaría que mantuviéramos la amistad.

Sol de inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora