extra #1

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minho y el trabajopt 1

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minho y el trabajo
pt 1


Generalmente, el trabajo era ligero. Así es como él lo sentía. Tal vez porque no conocía otra cosa.

Tenía el mejor cubículo en la oficina. Estar junto a la ventana le permitía observar y distraerse. El paisaje no era exactamente fabuloso, con todos los edificios cayéndose a pedazos y las casas maltrechas, pero le divertía ver a la gente pasar por las calles e inventarse historias. Aunque la mayor ventaja estaba en ver la Isla, con su cielo ajustado al tiempo humano, y advertir la hora aproximada en que podía salir. Él se encargaba de avisarle a todos.

Su cubículo era pequeño, apenas dividido con una pared de acetato del espacio de su compañero de al lado. No era el tipo más ordenado del mundo, aunque lo intentaba, por lo que su escritorio era un lío mal disimulado de papeles, cables y artículos de oficina. Tenía un pequeño artilugio tecnológico como última integración al equipo estándar: una pantalla plana donde al parecer se podía hacer de todo. Él no era un gran fan, así que se limitaba a usarla para sacarle fotos al paisaje, a él mismo, o a sus compañeros en situaciones vergonzosas. Por lo demás seguía afianzándose al uso del papel. Si el aparato tuviera conexión a Internet sería totalmente distinto; él lo amaría. Para tener acceso a la web debía ir fuera de su ciudad, y cualquier sitio lejos haría lo suyo para ponerlo incómodo. Suficiente era ya con la Academia y sus egocéntricos matriculados, siempre mirándolo por sobre el hombro como si acabara de escaparse de un cesto de basura.

Él los odiaba -eran todos idiotas-, pero podía entenderlos a la perfección. Así funcionaba su mundo. Por más que lucharas, la cima de la pirámide siempre pertenecería a alguien más. Él lo sabía más que nadie. Él estaba abajo de todo.

— Hey, Diecinueve— la voz de su compañera llamó en cierto momento del día—. ¿Vienes a cenar con nosotros al salir?

Diecinueve no lo pensó mucho antes de negar.

— Olvídalo. Tengo que adelantar trabajos para la Academia.

La chica no insistió. Era su compañera, en un nivel técnico tal vez su hermana, pero no tenían relación suficiente para que algo sobre su vida le importara. Ella tamborileó sus uñas contra el acetato de su cubículo y se fue sin ninguna palabra de más. Él la miró alejarse, con ese nudo leve en la base de su garganta al que últimamente se estaba acostumbrando.

Ella se llamaba Doce, de la misma forma en que él era Diecinueve. Números. La cosa más básica de la vida. Todos en esa oficina lo sabían, lo aceptaban, y él no podía entender por qué.

Había tanto ahí afuera. En las ciudades aledañas, en Núcleo, en la mismísima Tierra... Y todo lo que ellos tenían eran un par de cubículos estrechos y la opción de estudiar una carrera que tal vez nunca podrían acabar.

Si tan sólo algo cambiara alguna vez...

El teléfono sonó entonces, y Diecinueve se forzó a salir de los pensamientos negativos y concentrarse en el trabajo. Gran comienzo de día. Él no quería pensar en lo que quedaba de semana.

DEMON LINE ❍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora