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El sábado había llegado demasiado rápido para el gusto de Jennie

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El sábado había llegado demasiado rápido para el gusto de Jennie. Bueno, no es como si hubiera estado ansiosa durante la espera, no claro que no. Quizás era más por los nervios anticipados que sabía que tendría justamente cuando la vea en la tarde.

Lo único que sinceramente Jennie esperaba es que no se comportara tan tonta como suele ser cada vez que está cerca de Lisa.

—¡Hey, Jen! Creí que ya no vendrías —habló Sana con el entusiasmo que la caracteriza.

La castaña detuvo su motocicleta en la playa de estacionamiento fuera del gran centro comercial. Bajó y se acercó a su mejor amiga que yacía recostada en una columna.

—Hola, Sanake —besó su mejillas con delicadeza—. ¿Lisa aún no ha llegado?

—Lisa y Jisoo dirás —reafirmó con una sonrisa burlona.

—Sí, sí, ellas —quiso hacerse la desinteresada, pero nadie sabía que su corazón latía tan fuerte como si le fuera a salir del pecho.

—Pues, Jisoo me acaba de escribir diciendo que tardarían un poco. Ya sabes, Lisa no puede salir con facilidad del edificio.

—¿Edificio?

—Donde actualmente se queda a vivir —explicó con calma—. El edificio tiene varios apartamentos que son exclusivamente para los becados y algunos estudiantes que quieren alquilarla para mayor facilidad de ir a la universidad.

—Entiendo —bien esa era una gran información que necesitaba guardarla en su cerebro.

—Oh. ¡Aquí vienen! —dijo con una gran sonrisa sincera. Jennie que estaba de espaldas tuvo que girar con levedad su cuerpo. Ok, quizás no fue una buena idea.

¿Cómo iba a dejar de mirarla ahora?

Sana se fijó rápidamente en su amiga y apretó los labios para no reír estruendosamente. Prometió que para la próxima traería un gran balde por si a Jennie se le diera por babear. Uno nunca sabe y más vale ser precavida.

—Cierra la boca o entrarán moscas —le susurró burlona.

La castaña cayó en cuenta de las palabras de Sana y sacudió levemente la cabeza.

Vamos, concéntrate.

Aún faltaban algunos metros para que Jisoo y Lisa se acercaran a ellas, pero mientras más centímetros se reducían, más se aceleraba el pulso de Jennie.

Lalisa Manoban se veía preciosa, corrección, mucho más de lo que la coreana creía posible. Su cabellera negra y larga, estaba escasamente liso y gracias a la presencia de la luz del sol, tenía un brillo especial. Su rostro, que para Jennie era totalmente el de un ángel; tenía leve maquillaje, realzando su belleza natural. Llevaba unos aros largos en sus pequeñas orejas que le daban aquel toque delicado y perfecto.

Sucker for you | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora