Una nueva amistad (Alejandra)

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El sonido de unos nudillos contra la puerta me hace dar un bote en el sofá. Estoy viendo la televisión y como es normal, al no conocer a nadie, no espero visita. Me levanto con el teléfono en la mano, por si tengo que llamar a la policía. Me acerco a la puerta y me aclaro la voz.

—¿Sí? —Pregunto intentando que el temor no se contagie en mi voz.

—Soy Darío, el chico de la fiesta y tu vecino —Su voz me es familiar y miro por la ventana, apartando la cortina un poco.

Cojo las llaves y abro la puerta bastante intrigada. ¿Querrá sal? ¿Azúcar? ¿Qué les puede hacer falta? Cuando le veo con las manos en los bolsillos de su pantalón corte de deporte, con chanclas fila de muchos colores, de esas que se llevan ahora que no son metidas por el dedo, y sin camiseta, mi corazón se salta un latido.

—Hola —Dice con una amplia sonrisa—. Venía a ver cómo estabas.

No hace ni dos días que pasó la fiesta, bueno, no significa eso nada, tampoco es que esperase verle.

—Bien, bien —Dije con una sonrisa tímida—. Un poco resacosa el día siguiente, pero nada fuera de lo normal.

Busco con la mirada para ver si hay alguien en la calle, uno de sus compañeros, pero no, viene solo. Me hace sentirme bien, como atendida. Algo que no siento desde hace mucho.

—¿Tan bien como para dar una vuelta esta tarde noche por el pueblo? —Pregunta y creo notar una leve nota de timidez en su voz, pero su cara me hace desechar la idea—. Me caíste bien y no conozco a mucha gente por aquí a parte de mis compañeros. No son mucho de salir, no te voy a engañar, y a mí me pica la casa. He pensado que como no...

—No insistas más, te diré que sí —Digo entre risas. Sus explicaciones me hacen gracia. No pasa nada porque vaya con mi vecino, el mismo que me sujetó el pelo el otro día en el baño mientras echaba hasta la bilis, a dar un paseo—. No tienes que poner excusas.

—No querrás que sea directo, créeme —Dice con una sonrisa burlona.

Le miro con los ojos entrecerrados, pero hay diversión en mi mirada y reprimo una sonrisa. Es juguetón, atrevido y sin vergüenza alguna, me gusta... Por más que me duela admitirlo. No sé si hago todo esto por despecho, pero tampoco creo que haga nada malo.

—Bueno, si te parece podemos quedar a las ocho aquí, podemos llamar a un Uber —Arregla el silencio que se había hecho entre nosotros después de su burlona amenaza.

—Está bien, pero tengo moto, si es que no te importa ir de paquete —Aguanto como pueda la risa solo por imaginarme a nosotros dos en la moto. Yo conduciendo, y él, con su gran estatura, detrás de mí. Como si Browser fuese de paquete en la moto de Mario Bros.

—No me gusta tu sonrisilla —Dice dándome un toque en la punta de la nariz con su dedo índice mientras se ríe y da unos pasos hacia atrás—. Pero confiaré en ti. Me buscaré un casco.

—Soy buena conductora, lo prometo —Me toca jugar a mí.

Cierro la puerta cuando le veo cruzar su verja y me dice adiós con la mano sin mirarme. Echo la llave y me recuesto contra la puerta. No quiero pensar en Hugo y salir con un chico no tiene que ser siempre sinónimo de tonteo... Quiero creer que también se pueden tener amigos chicos.

No voy a engañarme, que se haya presentado en mi puerta me ha sorprendido. Pensé que después de todo, aunque hubiésemos tenido un momento así más íntimo en el baño, el cual se lo agradezco infinitamente, no esperaba volver a verle.

Por ahora no quiero hablar de esto con nadie.

Me vuelvo a tumbar en el sofá para hacer tiempo, son las cuatro, puedo vaguear un poquito más. Pongo la alarma a las seis y media, sabiendo que nada más que pose la cabeza en el cojín y vuelva a mirar el televisor, caeré dormida.

Catfish [ 18] ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora