LV: Selene y Amy

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La vida es bella cuando miras atrás, hacia los viejos tiempos. Te comparas con tu yo de la infancia y piensas que antes eras feliz. Ignoras por todo lo que has tenido que pasar y superar, pues los problemas que atormentan tu presente pesan mucho como para recordar el pasado con la claridad de la realidad.

La infancia de Amy habría estado llena de lagunas fabricadas por su madre, de no ser porque esta misma se encargó de llenarlas con mentiras. Recordaba un pasado feliz, el más feliz que cualquiera hubiese podido tener cuando realmente no fue así.

Si nos centrábamos en los detalles, los tormentos, se podía ver que era la vida de una chica de barrio bajo a la que le intentaban pintar su mundo color de rosa. Su núcleo, modo de vivir, entorno...

Su padre murió en un accidente, por lo que creció sin un referente masculino, recargando esa función sin darse cuenta en Silver. Ese era otro tema. Silver, su mejor amigo, también perdió a sus padres en ese mismo evento y tuvo que acostumbrarse a una nueva vida. Un nuevo hogar, una nueva madre y, ahora, una hermana. Una hermana a la que criaba, protegiéndola con su ser.

Su madre trabajaba incontables horas al día, pues mantener a dos niños pequeños siendo viuda no era tarea fácil. La mayoría de su infancia se la pasó con quien ya consideraba su hermano. La casa se caía a trozos, era una vivienda heredada desde hacía años en la familia, y el sueldo de su progenitora no alcanzaba como para cubrir ningún arreglo.

En el pueblo, las malas miradas sobre Silver y ella eran siempre presentes, ya que iban solos por las calles. Tachaban a su madre de irresponsable por no estar cuidando de su hija y de su amigo como buena ama de casa respetable. Pues así era para los vecinos, su amigo. Jamás sería su auténtico hermano. Ni se molestaron en conocer mínimamente su historia.

Pasaban hambre a diario y recibían reprimendas por robar alguna fruta de las grandes plantaciones. Hacían todas las tareas domésticas, cuidaban de las cosechas, comercializaban con lo poco que tenían. En invierno se congelaban y en verano desfallecían por la calor.

Le costaba iniciar amistades, puesto que veían extraño que siempre estuviese con el erizo. Los pocos amigos que conseguía tener apenas los veía, ya que tenía demasiado trabajo.

Aunque no todo era negatividad. Había aprendido a leer y escribir gracias a unos monjes, algo que muy pocos aldeanos podían hacer. Lo que no sabía es que no fue exactamente así, pues fue su madre quien le enseñó realmente. Para protegerse y no tener que dar explicaciones, le modificó los recuerdos.

Los años fueron pasando y la vida comenzó a estabilizarse un poco. Su madre ya no trabajaba tantas horas diarias, puesto que había sido ascendida. Pasaban más tiempo en familia. Pero habría cosas que nunca cambiarían, como cuando tenía pesadillas.

Era curioso, nunca recordaba lo que soñaba. Solo sentía una presión en el pecho y un miedo irracional. Iba corriendo a la habitación de su madre y se metía con ella en la cama, la mayor la miraba con dulzura. Sabía que si veía sus ojos azules, se sentiría a salvo y podría dormir. Aunque lo que desconocía es que esos zafiros ocultaban muchas cosas, muchos secretos y tormentos.

Selene nunca llegó a entender la persistencia de su padre para que aceptase sus poderes. Siempre le decía que la magia blanca era de vital importancia, ya que se encontraba ligada a la negra. No existiría una sin la otra, el equilibrio entre el bien y el mal. Aceptó el traspaso porque su padre cayó enfermo y no deseaba suponerle un dolor más, pero sabía claramente que ella no disfrutaría esa responsabilidad. Es decir, era obligada a dominar ese don, ya que así estaba escrito. De ninguna manera quería luchar contra la oscuridad, tenía miedo.

Nadie quiere enfrentarse a algo malvado y poderoso, y menos si es por obligación. Por lo que le había dicho su padre, no tardaría mucho en haber una gran batalla; la oscuridad llevaba en calma demasiado tiempo. Haría todo lo posible para evitar verse involucrada. No estaba preparada, no se sentía preparada. Este sentimiento de miedo le venía desde pequeña, pues los hijos de los magos blancos heredaban de sus progenitores un extraño don: ver las consecuencias de la magia negra a través de los sueños.

Prejuicios [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora