Capítulo 3

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Les dejo el cap de hoy. Y como siempre, comenten, pongan una estrellita si les gusta y regresen por más. Y si no pueden esperar, el siguiente capítulo en mi blog.

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Primer cambio según llegué al Mercy; Petra no estaba en la habitación en la que la dejé, sino que la habían trasladado a una más grande. Y segunda diferencia; había una persona más de las que esperaba encontrarme en aquella habitación: Owen. ¿Puede un hombre estar guapo con ojeras? Owen lo conseguía solo sonriendo. ¡Dios, qué envidia me daba!

—Creí que estabas en la universidad en el otro extremo del país. —le dije nada más verle.

—Si pierdo algunas clases las puedo recuperar en otro momento. Si me pierdo esto seguramente no lo recupere nunca. —Señaló con la cabeza la cama donde Petra dormía. —Hemos estado charlando hasta hace unos minutos. —Busqué a mi alrededor, pero no había rastro del resto de la familia. — Han ido a asearse, yo estoy de retén haciendo guardia. —Y yo pensando que me necesitaban para descansar, ilusa.

—¿Qué ha dicho el médico? —No quería que Petra me oyese, así que lo susurré bajito cerca de Owen. Su sonrisa decayó mientras su cabeza negaba. No necesitaba una explicación para entender eso. Suspiré y empecé a vaciar la bolsa en la que había recogido algunas cosas de Petra. —He traído su libro por si la apetece que la lea un rato. —La ceja de Owen se alzó mientras curioseaba la portada.

—¿Los puentes de Madison?

—Está mejor que la película. —Petra se había despertado. Dicen que la gente mayor va perdiendo el oído, pero en su caso no era así.

—No te imagino leyendo estas cursiladas, abuela. —Casi solté una carcajada.

—Empezaré a culpar el quererte por lo mucho que duele. —dijo ella.

—¿Qué? —preguntó confundido Owen.

—Puede que algún día se lo digas a alguna chica. Y la derretirás con esas palabras. —Owen se rascó el mentón pensativo.

—¿Tú crees? —Petra abrió los ojos para contestarle, pues hasta ese momento los había mantenido cerrados.

—Mejor que no sea así, porque se que eres un buen chico, y no desearía que sufrieras de esa manera. —Yo lloré como una magdalena cuando llegué a esa parte. Bueno, en esa y en muchas otras. Tengo la película guardada, por si en algún momento me apetece llorar.

—Si te quieres ir a duchar o comer algo esta es tu oportunidad. —Le señalé a Owen. —Nosotras podemos leer un par de páginas mientras tanto.

—Sí, sal de aquí. —le echó sin miramientos Petra. —¿Recuerdas el pasaje de "vivo con el corazón lleno de polvo"? —Asentía hacia ella.

—¿Cómo olvidarlo? —me acomodé en la silla junto a ella, busqué la página y empecé a leer.

Vivo con el corazón lleno de polvo. Ésa es la mejor manera en que puedo expresarlo. Hubo mujeres antes de ti, algunas, pero después de ti ninguna. No hice ningún voto de celibato; sencillamente no me interesan. —Sentí como me picaban los ojos, era una parte tan bonita...

—Vale, me voy antes de que esto degenere. —Ese comentario de Owen arrancó una sonrisa de mi cara. Leí un poco más hasta que Petra me interrumpió.

—Tienes que salir al mundo, pequeña, encontrar un hombre de verdad que te diga cosas como esa, que haga que tus piernas se vuelvan gelatina. Y si no encuentras a uno así, al menos que te de un buen repaso y te deje jadeando.

—¡Petra! —le recriminé por su lenguaje sucio.

—¿Qué?, soy demasiado mayor para callarme las cosas. Deja de escandalizarte y haz lo que te digo. La vida es demasiado corta para pasársela escondida detrás de una mesa. Sal al mundo, descubre lugares, sabores, olores... No te arrepientas por no haber estado allí. Hazle caso a esta vieja, vive, y tendrás algo que te acompañe cuando el silencio se empeñe en ser tu compañero.

—Tengo lo que quiero en mi vida. —le recordé.

—Eres joven, pequeña. No puedes estar siempre rodeada de viejos. Rememorar sus recuerdos no hará que crees los tuyos.

—Me enriquezco con vuestras experiencias, yo creo que salgo ganando. —Ella bufó.

—No es lo mismo hablar o leer sobre el amor, que vivirlo. Prométeme que conocerás a un buen chico y dejarás que te seduzca. —Eso me hizo reír.

—Los buenos chicos no abundan.

—Pues deja que te seduzca uno malo, para un revolcón a veces son los mejores. —Sus viejos labios dibujaron una sonrisa traviesa.

—Eres tremenda.

—Lo sé.

—Está bien, te lo prometo. —Hice la señal de la cruz sobre mi corazón. Ella sonrió conforme.

—Bien. Si no cumples tu promesa regresaré de la tumba para incordiarte. —Ella sonrió, bromeaba con la muerte, yo no podía hacerlo.

Esa noche me fui a casa antes de lo que pensaba, más que nada porque Palm no permitió que me quedase más tiempo.

—Tienes que descansar. Esas ojeras que tienes son de trabajar demasiado delante de un monitor. —No pude negarlo, así que me encogí de hombros.

—Hay que pagar el alquiler. —dije bromeando.

—Si necesitas...—Antes de que pudiese terminar la frase la interrumpí.

—Estoy cubierta, gracias. —No pensaba aceptar limosna, con mi trabajo tenía suficiente para cubrir mis necesidades.

—Está bien. Pero ve a descansar, nosotros nos encargamos. —Miró a su abuela al decirlo. Acababan de ponerle la medicación y estaba tranquila. Yo no entendía mucho de esas cosas, así que el que Avalon estuviese allí controlando todo me tranquilizaba.

—Está bien.

Mi apartamento no es que sea malo, tampoco es un derroche de lujo, pero a mí me basta. Que no fuese grande o tuviese un sofá viejo no me preocupaba, de todas maneras no pasaba demasiado tiempo en casa, con dos trabajos no paro mucho en ella, y cuando necesito calor familiar solo tengo que pasarme por casa de mis padres para recibirlo.

Miré mi reloj, ¿era demasiado tarde para ir a verlos? Hoy sí, pero no lo suficiente como para charlar con ellos. Me gustaba mandarles mensajes a todos ellos preguntándoles qué tal su día. Así que me puse a ello mientras bajaba en el ascensor del hospital. Cuando llegué a casa tenía mis respuestas. Yo les conté un poco por encima qué era lo que estaba pasando conmigo en estos días, y sobre todo que estaba algo ocupada con la señora Bennett. Por parte de mamá recibí casi las mismas palabras que de Palm "descansa, no trabajes tanto". Papá sabía que no podía hacer nada conmigo porque soy igual de cabezota que él, así que simplemente me dijo que estaba allí para lo que necesitara. Y mis hermanos... bueno, ellos parecían algo distraídos.

—¿Vas a ir a la fiesta de cumpleaños de Darío? —No podía librarme, era nuestro primo.

—Pasaré por allí para verle soplar las velas. —Aunque seguramente saldría después de allí directa al hospital. No creía que a Petra le dieran el alta.

¿Y si simplemente le compraba algo bonito y se lo entregaba a Gabi para que se lo diera? No, tenía que ir aunque fuese una visita cortita, a la familia no se le hacía un desplante así, para ellos siempre había que estar. Tenía que sacar tiempo para ellos, porque ellos siempre estaban ahí cuando los necesitaba.

Pero no tenía tiempo para ir de tiendas en busca de un regalo, así que cuando llegué a casa, me preparé unos fideos chinos en el microondas, y me puse a buscar en las tiendas online mientras me los comía. Antes de terminármelos ya había encontrado algo. Listo, regalo y entrega a domicilio. Esto de internet tenía sus ventajas.

Antes de irme a la cama me di una ducha y me sequé el pelo. Esa era mi rutina cada día. ¿Aburrida? Un poco sí, pero no tenía tiempo de nada más. Quizás algún día la cambiaría por algo más... más... Estaba demasiado cansada para buscar una palabra que definiera lo que necesitaba en mi vida. ¿Acabaría como una de esas solteronas viviendo con su gato?

En cuanto mi situación laboral en el hospital mejorase podría dejar la residencia de ancianos, y entonces tendría más tiempo para hacer amigos, conocer a alguien, y cumplir con esa promesa que le había hecho a Petra.

Bianca - Legacy 9Donde viven las historias. Descúbrelo ahora