El dormitorio aún estaba en penumbra, con apenas unas pocas luces parpadeando en las cámaras de seguridad montadas en las esquinas. La atmósfera, aunque cargada de tensión como siempre, estaba inusualmente tranquila. Todo eso cambió cuando te acercaste a la cama de Sae-byeok con la determinación de despertarla.
— Despierta, dormilona — Murmuraste, tirando suavemente de la manta que cubría su cuerpo. Pero en lugar de abrir los ojos, Sae-byeok simplemente murmuró algo inaudible y se giró, dándote la espalda.
Sus palabras fueron claras al cabo de unos segundos.
— Déjame dormir.
Sonreíste ligeramente, sabiendo que no sería tan fácil. De un tirón rápido, apartaste la manta y la sábana que la cubrían, exponiendo su cuerpo acurrucado en la cama.
— Vamos, Sae-byeok, ya es hora. Levántate, idiota.
Ella gruñó, encogiéndose aún más en sí misma mientras cruzaba los brazos — Trátame bien, y ahí veré si me levanto — Dijo con voz ronca, buscando refugio en el calor de su propio cuerpo.
Te cruzaste de brazos, suspirando. Miraste alrededor hasta que tus ojos se posaron en Ji-yeong, quien estaba cómodamente sentada en tu cama, observando todo con una sonrisa divertida.
— Ji-yeong — La llamaste con firmeza, atrayendo su atención — Ayúdame.
— ¿Qué necesitas? — Preguntó, inclinando la cabeza con una sonrisa traviesa.
— Despiértala tú, por favor.
Ji-yeong asintió con entusiasmo, claramente encantada con la idea. Bajó de tu cama y caminó hacia la de Sae-byeok. Con una agilidad sorprendente, subió al colchón y se colocó encima de ella, mirando a su amiga acurrucada como si estuviera a punto de ejecutar una misión importante.
— No me mates, me obligan — Bromeó Ji-yeong antes de comenzar a saltar ligeramente sobre la cama, causando pequeños temblores en la estructura metálica.
— ¡Déjenme dormir! — Gritó Sae-byeok, girándose bruscamente. La maniobra fue tan repentina que Ji-yeong perdió el equilibrio y terminó cayendo al suelo de espaldas con un golpe seco.
— ¡Ji-yeong! — Exclamaste, corriendo alrededor de la cama para ayudarla — ¿Estás bien?
Ella levantó una mano con un gesto dramático, mostrando la palma en la que una pequeña aguja estaba clavada.
— Encontré una aguja — Dijo con tono sarcástico, como si acabara de tropezarse con un tesoro maldito.
Te inclinaste para examinar su mano, tomando la aguja con cuidado entre tus dedos — Déjame sacarla. Quédate quieta.
Mientras trabajabas con cuidado, Ji-yeong giró la cabeza hacia Sae-byeok, que seguía tumbada en la cama, aparentemente ignorando todo lo que sucedía a su alrededor.
— Dile a tu novia que tenga más cuidado la próxima vez — Soltó Ji-yeong con una sonrisa burlona.
— No soy su novia — Murmuró Sae-byeok con voz adormilada, sin molestarse en moverse.
— Ah, verdad — Respondió Ji-yeong con dramatismo — Es mi novia.
Sae-byeok abrió un ojo y rodó los ojos antes de cerrar los párpados de nuevo — No es tampoco tu novia.
La sonrisa de Ji-yeong se ensanchó mientras te miraba con descaro.
— Lo será pronto, ¿no es así, mi amor? — Dijo, guiñándote un ojo.
Antes de que pudieras responder, lanzaste una almohada que estaba a mano, golpeándola directamente en la cara. Ji-yeong fingió una expresión herida, sosteniéndose la mejilla como si acabara de ser apuñalada.
— ¡Auch! ¿Qué fue eso?
— Deja de decir tonterías — Murmuraste mientras terminabas de sacar la aguja de su mano. La colocaste a un lado, suspirando aliviada.
— Ya está, listo.
— ¿Me la das? — Pidió Ji-yeong, extendiendo la mano.
Sin pensar demasiado, le entregaste la pequeña aguja. Ella se levantó rápidamente, sus ojos brillando con una mezcla de travesura y determinación. Antes de que pudieras detenerla, volvió a la cama de Sae-byeok y tocó su brazo con la aguja.
— ¡Levántate ya, dormilona! — Gritó mientras reía.
El efecto fue instantáneo. Sae-byeok se sobresaltó con el contacto frío de la aguja y, en un movimiento brusco, cayó de la cama al suelo, aterrizando con un gruñido frustrado.
— ¡Por el amor de Dios, déjenme en paz! — Espetó, sentándose y fulminando con la mirada tanto a ti como a Ji-yeong.
— Misión cumplida — Anunció Ji-yeong con orgullo, lanzando la aguja a un lado antes de volver a tu cama como si nada hubiera pasado.
Sae-byeok frotó su brazo con una mueca y luego se volvió hacia ti, su mirada ligeramente más suave, aunque todavía claramente molesta.
— ¿Era realmente necesario?
— Absolutamente — Respondíste con una sonrisa, tratando de no reír mientras mirabas su expresión.
Ella soltó un suspiro, sacudiendo la cabeza mientras se levantaba lentamente — Ustedes dos son un dolor de cabeza…
Aunque protestaba, había algo en la manera en que rodó los ojos y se acercó a la litera que te hizo pensar que, tal vez, no estaba tan molesta como aparentaba.
Mientras Ji-yeong se acomodaba de nuevo en tu cama, te lanzó una mirada cómplice, sus labios curvándose en una sonrisa maliciosa.
— Sabes, me parece que despertarla debería ser tu trabajo. Después de todo, eres tú la que parece preocuparse tanto por ella.
Tiraste otra almohada hacia Ji-yeong, pero no pudiste evitar reírte esta vez. A pesar del caos, el dormitorio se sentía un poco más cálido, un poco menos aterrador. Aunque no lo admitirías en voz alta, momentos como ese eran los que hacían que todo aquel infierno fuera soportable.
