Cuarenta y cinco.

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Le sudaban las manos.

¿Hace cuánto que no escribía una nota para Wendy?

¿Y si la desilusionaba, si no era tan perfecta como para ser su "despedida"?

Estaba en su puesto, donde solía dejárselas.

Cogió lápiz y papel, y plasmo en ella todo lo que su corazón gritaba y deseaba contarle.

Hey, Wendy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora