Capítulo 30: Durante toda la vida

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Desde hace mucho tiempo soy incapaz de llevar por mi cuenta un día normal, o bueno, si es que normal se puede dominar a tener un buen estado de ánimo, sentirme bien e incluso poder sentir felicidad.

Con mis padres todo puede ser impredecible hay días en los que ellos suelen estar bien y tranquilos, sin ningún ápice de molestia o disgusto contra mí —como me han acostumbrado —, no obstante, hay ocasiones en las que todo es lo contrario, ya que debo enfrentarme a situaciones llenas de violencia física, palabras dañinas e incluso un tremendo daño psicológico, todo en un solo paquete y, lo peor de todo, es que eso es algo que se repite día a día, sin excepción alguna.

Anhelaba que la cena fuera tranquila, desde lo más profundo de mi ser deseaba sentirme cómodo, ya que no quería tener que cargar con más cosas que sé que a largo plazo me van a afectar, ya tengo suficiente con las proyecciones de mi mente, la cuales me hacen sentir como una mierda, pero nunca nadie ha estado de mi lado, ni siquiera el universo.

— ¿Cuándo será el día en el que dejes de ser así? —papá siempre es el que empieza a acusarme de cualquier cosa —. Eres tan inútil, un vago de mierda... ¿Cómo carajos piensas graduarte del colegio? ¿Crees que con esas calificaciones tan de la mierda podrás ir a la universidad?

Debido a situaciones como estas es la que detesto desde lo más profundo de mi ser cuando los maestros entregan las calificaciones o las publican en la página web del colegio. Mis padres tienen varios métodos para obtener ese tipo de información.

—Para lo único que sirves, es para hacerme gastar dinero, ¿No estás consciente de la situación económica que enfrentamos en este momento? —preguntó con molestia —. Debes estar feliz de que tu madre y yo aún conservamos nuestros trabajos, pero eres un malagradecido con ambos.

De esa forma fue como el ambiente se destruyó por completo, aunque mi madre se había encargado de preparar uno de mis platos favoritos, sentía enormes ganas de vomitar, en el interior se expandió una extraña sensación de asco. Mi padre nunca puede mantener la boca cerrada, él solo se enfoca en ver qué es lo que hago mal, para recriminarme, insultarme e incluso maltratarme, al parecer es lo único que sabe hacer.

—A este paso, no creas que te voy a mantener cuando te largues a la universidad —añadió, su voz es capaz de taladrar mi cabeza hasta el punto de hacerme sentir pesado, casi como si me fuese a desmayar —. Apenas termines el colegio, te vas a ir de mi casa y ahí verás lo que haces con tu puta vida, si te quedas en la calle, si estudias o te mueres, porque es tu maldito problema, Benjamín.

Me limité a observar el plato que contenía la comida, como si fuese lo más interesante del mundo.

«Ojalá fuera lo último», quise decir, pero mantuve la boca cerrada.

Mordí mi labio inferior con fuerza, mientras asentía, después de un par de segundos levanté la mirada. Mamá simplemente me observaba en completo silencio, absorta de todo lo que mi padre se había atrevido a decir y de cómo me había tratado, es increíble que sea tan malditamente sumisa. 

—Bueno —atiné a decir después de un rato, con la voz firme y clara.

Sentía náuseas, pero estaba consciente de que era debido a la presión emocional y la ansiedad que la situación llegaba a generarme, no comí absolutamente nada a pesar de que sabía que iba a morirme de hambre durante la madrugada, me puse de pie, dispuesto a abandonar el lugar. Aunque mi padre empezó a lanzar gritos y palabras grotescas para referirse a mí, el sonido de su voz logró disiparse, así que no me detuve en mi camino.

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