Sylvain
Pasé el resto del sábado y del domingo esperando una respuesta que jamás llegó.
Apreté la servilleta en mis manos, buscaré a Leili por la escuela, me encuentro preocupado y si no me respondió debe de tener un motivo el cuál necesito saberlo. Necesito verle el rostro, su sonrisa, sus ojos y escuchar su risa.
—Sylvain te estoy hablando, escúchame —Max me pateó por debajo del banco. Sentado enfrente de mí y girado en su silla, con los brazos apoyados en el respaldo de la misma, parecía escudriñar mi rostro buscando saber qué demonios me tenía tan distraído.
—¿Qué me decías? —él rodó los ojos.
—¿Ves? Nunca me escuchas —sus palabras me sacaron una sonrisa—. Te estaba contando que voy a invitar a salir a Marie.
Eso me tomó por sorpresa y estaba seguro que la pregunta que haría me ganaría un golpe pero tenía que hacerla.
—¿Quién es Marie?
El rostro de Max se descompone y levanta la mano dándome un rápido pero no tan fuerte golpe en el brazo. Solté un quejido y sostuve el lugar donde su puño me había dado.
—Si serás idiota. ¿Quién es Marie? —imita mi voz con molestia y ahora es mí turno de rodar los ojos—. Pues quién va a ser, ¡Es mi Musa!
—Nunca me dijiste su nombre —digo lo obvio y él me hace un gesto como si eso no fuera importante.
—Pensé que ya lo habrías asumido. Mi Musa y Marie comienzan con la misma letra. ¡Era obvio Sylvain!
—Lo que es obvio para ti, no es obvio para mí.
—Eres tan rápido para algunas cosas y tan lerdo para otras —me remate y ahora es mi turno de darle un golpe en el brazo para al final terminar riendo entre los dos.
Miro por la ventana del salón, nuestros bancos están ubicados al lado de la ventana donde puedo distraerme en medio de una clase aburrida. Abajo en el patio se ven a varios estudiantes dando vueltas a pesar que el timbre del recreo aún no ha sonado, el cuál es el que más espero porque apenas lo oiga saldré corriendo en busca de cierta rubia escurridiza.
Tamborileo los dedos sobre la madera pintada de rojo del banco y vuelvo a mirar el reloj que se mantiene sobre el pizarrón.
Dos minutos. Eso es todo lo que me retiene en este recinto.
—Como te contaba —me trae a la realidad Max—. Voy a invitarla a salir, una cita, toda romántica y bonita. Le llevaré una rosa, porque no me alcanza para comprarle todo un ramo pero estoy seguro que algún día podré, y le daré una de las poesías que escribí para ella —la ilusión que brota de su voz al describir todo lo que planea me conmueve.
—Realmente te tiene mal —me burló pero a Max parece no molestarle, en cambio, suelta un suspiro tembloroso.
—Ella es la indicada, estoy seguro. Ella es lo que Leili es para ti —me afirma.
Asentí, comprendiendo la profundidad de sus palabras, él sabe que esa comparación tiene un peso porque para mi Leilani es mi todo.
—Te deseo mucha suerte con ella, quiero conocerla pronto —digo y a su vez suena el timbre.
El resto de la clase se levanta de sus asientos y comienza a retirarse.
—Muy prontito, primero tengo que hacer que mamá la conozca, está muy ansiosa —dice a la vez que se levanta y yo lo imito, con una sonrisa soñadora, palmeó mi hombro—. Voy al kiosco, tú ve a buscar a mi cuñada —se burla un poco.
ESTÁS LEYENDO
Querido Sylvain
Teen FictionLeilani y Sylvain siempre fueron uno. Desde que se conocieron. Hasta que se perdieron. Desde ese primer día en el armario de la escuela hasta esa última mañana en la que se despidieron. Siempre uno. Tanto en la vida, como en la muerte. Portada reali...